Mientras avanza un proyecto compartido con la BOS, que se concretará en 2022, Mikel Urdangarin ha aprovechado el 25º aniversario de su loable trayecto musical para reeditar su debut, Haitzetan.1997-2022 (Zart Kolektiboak), el menos conocido de sus discos. “No me reconozco en la voz y estoy muy lejos de ese sonido, pero suena muy fresco y me hace ilusión recuperarlo”, indica el músico euskaldun, que aboga por “persistir en los sueños en los momentos duros”.

¿Recupera su debut porque es su disco menos conocido?

-Me recordaron que se cumplía el 25º aniversario, algo que no había pensado, y al albur de ello no quise pasar de puntillas y pensamos en su reedición. Quise reeditarlo porque fue una autoproducción y busqué hacer algo bonito, pensando que hay gente que no lo tiene.

¿Cómo lo ve 25 años después?

-Recuerdo que Arkaitz Estiballes, a quien conocía del mundo del bertsolarismo, puso 100.000 pesetas para este disco, al que le tengo una simpatía especial. Me hace ilusión recuperarlo.

¿Un cariño especial, como el primer amor?

-Habrá de todo (risas). No es fácil que el primer amor salga bien. Sobre el disco, digamos que ese amor me ilusiona, que el tiempo no pasa en balde y que las canciones evolucionan. Hoy, se lo he firmado a una farmacéutica que me ha dicho que es mi disco que más le gusta. Me sorprende porque me encuentro muy lejano en el tiempo a él, pero no le quito mérito. Incluye la música que en aquel tiempo podía hacer. Era un sonido muy fresco aunque es cierto que no dominaba la guitarra. Creo que fui hasta temerario, pero sentía una pulsión tan fuerte que fue inevitable grabarlo.

Las ganas pudieron a los medios económicos y al conocimiento.

-Y la fe absoluta que tenía en aquellas canciones. Mike Fernández Krutzaga me lo produjo y recuerdo que me dijo al principio de la grabación si no sería mejor hacer una maqueta. Tuvo sus dudas, lo que entiendo, ya que yo era muy novato. Me ayudaron Pello Ramírez al cello, que ya era un musicazo, Eñaut Elorrieta a la guitarra en varios temas importantes e Igor Arzuaga en el sonido. Fueron muy importantes. Hicieron que su trabajo imprimiera cierta ternura al disco, si soy sincero, aunque musicalmente estoy muy lejos ahora mismo de ese sonido.

Suena muy sobrio.

-Usé las armas que tenía y manejaba. Sabía que no podía meterme en algunos lugares aunque mis gustos musicales eran muy amplios y abiertos. Tenía mis limitaciones a la hora de plasmar mi música. Intenté que ellas fueran una virtud, explotándolas al máximo.

¿Pensó en algún momento en grabarlo de nuevo?

-Lo pensé; y algún amigo músico me lo comentó, que se podían reinterpretar con mi sonido y banda actual. Le di una vuelta, pero lo descarté. Quise recuperar lo que fue el disco. Y lo que era yo, alguien que dos años antes no tocaba la guitarra. Tomé clases en silencio sin hacerlo público. Quería comprobar si era capaz, primero componiendo canciones y luego, tocando.

Su voz suena muy diferente, menos cálida que la actual.

-No la reconozco (risas). Suena muy cambiada, me lo dicen mucho. Tenía esa voz e imagino que me gustaría; si no no la había grabado. Y parece que gustaba a otros (risas). Eso sí, al oírme pienso que qué lejano está ese Mikel. El paso del tiempo hace su trabajo, no pasa en balde, y las voces rara vez se mantienen. Algunas ganan, y otras se estropean. En mi caso, he notado un cambio muy fuerte desde hace unos 10 años.

El debut dejó clásicos ‘Bazkalosteko kafea’ ‘Urriko mozkorran’ o ‘Haitzetan’.

-Esas son, sí. Siempre hay reproches de seguidores que quieren que cante otras... Creo que esas han sobrevivido por algún motivo y no me canso de cantarlas.

La recuperación viene con regalo, el inédito ‘Su ñimiño bat’

-Alude a ese fuego que nos ha mantenido en esto 25 años. Esas brasas no se acaban aunque la canción habla de muchas cosas porque es difícil sintetizar tantos años de andadura pero, al fin y al cabo, es reconocer que han pasado muchas cosas y que en los momentos más duros hay que persistir en el sueño. Y a veces, se logra no gracias a los grandes conciertos y celebraciones, sino a ese fuego que te calienta cuando las cosas están más duras y fuera de ese ámbito de celebración.

¿Siente que ese pequeño fuego sigue más vivo que nunca?

-Sí, claro. Y es el que necesito para el día a día. No requiero de grandes fuegos para seguir trabajando, tocando el piano (toca las teclas) y mejorando como músico. Ese es el fuego que me inspira y me hace sentir que me emociono más cada vez que salgo al escenario. No lo normalizo, lo sigo viendo como algo especial y una oportunidad muy grande tener a alguien a quien cantar.

Y grabaron esa canción inédita en el Kafe Antzokia.

-Sí, debajo del escenario, el que ocupamos los músicos como oyentes. Quería ofrecer ese gesto. Además, el local ha estado mucho tiempo cerrado, como muchos otros, y queríamos extender ese fuego propio cuando compongo a ese público sin el que no concibo dedicarme a eso. Sin él, no tendría ni pies ni cabeza.

Ha vuelto a Durango.

-Sí, pero enfadado por la situación porque no ha sido una Azoka normal. Me han generado cierto cansancio y disgusto estas restricciones. No ha sido la fiesta habitual, al contrario que la gira del último disco, Izurdeen lekua, posiblemente la más especial que he hecho nunca. Me va a dar pena terminarla con estos últimos conciertos en Abadiño y Bilbao, entre otros sitios.

Y ya en mente su proyecto sinfónico con la Orquesta Sinfónica de Bilbao.

-Lo conté sin querer (risas). Es sumar el centenario de la orquesta con mis 25 años, que confluyen. Es un proyecto conjunto en el que llevamos medio año trabajando de forma intermitente pero continuada. Incluye una selección de mi repertorio antiguo más una canción nueva compuesta para la ocasión. En total, serán 14 temas que esperemos que sinfónicamente sean lo más ricos posible y nada previsibles. Nos vamos a exigir mucho.

“Me encuentro muy lejano en el tiempo, pero no le quito mérito. El disco incluye la música que no pude hacer”

“Quise reeditarlo porque fue una autoproducción, pensando que hay gente que no lo tiene”

“Creo que estas canciones han sobrevivido por algún motivo y no me canso nunca de cantarlas”