La premisa básica parece, sobre el papel, fácil de explicar. En el proceso de obtención de una fotografía se usan diferentes materiales con los que, en esta ocasión, se trabaja para investigar en torno a su capacidad expresiva. Pero detrás de esto, se esconden infinitas formas y fondos. Ante la imposibilidad de atrapar todos ellos, Fungibles, dos internacionales y dos alaveses, en lo que supone la primera muestra organizada dentro de una nueva edición del festival Viphoto. Philippine Schaefer, Ahmed Salvador, Aitziber Barriga y Jabi Soto son quienes, cada uno desde sus códigos y procedimientos, suman a este conjunto que se va a poder visitar hasta el próximo 10 de diciembre.

El certamen, organizado por la Sociedad Fotográfica Alavesa, afronta una cita que todavía está cerrando el cartel de muestras, charlas y talleres que va a ofrecer a la ciudadanía en general, pero ha querido quitar ya la tapa de su objetivo con esta propuesta comisariada por Soto y la fotógrafa Rocío López. El resultado enseña “cómo, en una sociedad posindustrial dominada por la imagen, aún perduran formas de creación basadas en procedimientos fotográficos, y reflexiona sobre la capacidad expresiva del medio en un contexto dominado por la imagen-no-fotografía”.

Para atender a estas premisas, Schaefer -creadora alemana que reside en París desde los años 90- propone en la capital alavesa Screen-Icons, una obra, como explican desde Viphoto, en la que pone de manifiesto la violencia de las pantallas de los teléfonos móviles. Se trata de una serie de fotogramas en los que expone objetos y partes de su cuerpo de manera directa a la luz que emite su iPhone. La pantalla del dispositivo es un elemento de control y subyugación que se inmiscuye en la vida cotidiana y obstruye la mirada.

Obras en miniatura

Desde Estados Unidos llega Salvador con Home and other stations obras que son fotogramas (hechas sin la mediación de cámaras u objetivos). Están producidas con química para el procesado de color R-4, por medio de un proceso reversible, por lo que el resultado son imágenes positivas. Cada imagen es única: es posible que la casa sea la misma, pero las gradaciones de color y sombras son diferentes. Estas imágenes múltiples son después digitalizadas, analizadas y animadas.

En el caso de Barriga, El tiempo fragmentado busca poner de manifiesto las posibilidades de la fotoquímica como herramienta experimental, donde lo fragmentado y lo diferido se revelan para interpretar una realidad que cambia en la brecha existente entre una toma y su positivado. La artista considera necesaria la espera “para sentir la incertidumbre de ver mis imágenes, antes invisibles, y así después poder evocar la temporalidad intrínseca que guarda esa silenciosa mirada”.

A ella se une Soto con Huellas plásticas que atraviesa tres siglos para, en diferentes series que se van a ir oscureciendo durante los días de muestra, trabajar con el plástico como soporte y también significado en sí mismo. “Estas piezas juegan a imaginar un futuro en el que ser humano y basura plástica han llegado a un punto de convivencia tal que esa basura es considerada bella. Para ello expongo objetos de plástico de uso común”.