- Una película, Algo más que morir, y un documental, Kuartk Valley. Kuartango tiene algo diferente. Y ese algo lo supo ver la cineasta Maider Oleaga, quien tras conocer el western ideado y dirigido por dos vecinos del valle, Oier Martínez de Santos y José Luis Murga Isusi, se implicó con entusiasmo para llevar a cabo el documental de cómo se hizo la película, algo que ha merecido premios en Zinemaldia y elogios en Almería Western Film Festival y el hecho de ser la película de cierre de la Semana de Cine Documental Vasco que se celebra en Vital Fundazioa Kulturunea (Dendaraba).

¿Cómo conoció la película?

-La primera vez que supe de Algo más que morir fue en una ocasión que acudí de paseo a Kuartango con unos amigos y un kuartangés, que luego estuvo en la película, me enseñó su estrella de sheriff, sus pistolas, su ropa de vaquero y me dijo que allí se había realizado una película.

¿Le sorprendió?

-Yo no me lo creí porque me pareció una historia bastante increíble. Pero lo miré en internet, vi que Algo más que morir existía y desde un primer momento me pareció que había una historia increíble que contar por cómo había sido hecha: sin dinero y con la gente del valle. Más adelante me contactó Mario Madueño, que es uno de los productores de Kuartk Valley y me dijo que, precisamente, estaban buscando a alguien para dirigir el documental. Así que entre que me había enamorado de la historia y me llamaron para hacerlo, al final me involucré.

¿Qué fue lo que le llamó más la atención: el voluntarismo de la gente, su bajo coste...?

-Para empezar, como cineasta, con lo primero que conecté fue con esa pasión de que dos personas estén tan locas para hacer una película sin nada, sin colchón monetario, ni técnico prácticamente. Esa pasión, que es la que yo siento cuando me pongo a realizar películas, es lo primero que me enganchó. Pero sobre todo, una vez que has conocido la historia lo más interesante es cómo fue creada. Y es que fue hecha con toda la gente del pueblo, que les ayudaron sin tener mucha idea ni saber muy bien lo que estaban haciendo. Pero eran dos personas de la comunidad y los quisieron ayudar. Eso me pareció muy hermoso.

¿Cómo se planteó la realización del documental?

-Fui investigando a lo largo del tiempo. Yo vi la película en los cines Florida cuando la pusieron en pase especial una mañana con toda la gente de Kuartango, en el año 2015, y mi primer momento de rodaje fue en el verano de 2018. Todo ese tiempo, en el que estaba con otros dos proyectos también, estuve yendo mucho a Kuartango para intentar comprender cómo contar la historia porque tenía muy claro que no quería hacer un reportaje o anecdotario de la película o de cómo se lo pasaron.

Y finalmente...

-Quería ir un poquito más allá y entonces fui tratando de descubrir cómo hacerlo y enseguida me quedó claro que era un retrato de las personas que lo habían hecho, también un retrato de esa zona, porque el paisaje -como en todo western- es protagonista. Lo cierto es que, desde el principio, cuando llegué a conocer Kuartango y a la gente que allí habita me di cuenta de que el western ya estaba allí, antes de Algo más que morir. O sea, que hay muchos elementos de western en la zona y en las personas que lo habitan. Por eso, desde muy temprano, me di cuenta de que el documental tenía que tener, formalmente, guiños al western.

Lo que no pudo fue contar con el poblado, que ya se había desarmado.

-Al principio sí que lamenté que ya no estuviera el poblado, porque nunca lo vi en pie. Pero el hecho de que no esté le da a la película otro aire, y tuve que buscar otra forma de contarlo y eso, creativamente, es como un reto.

¿En qué sentido?

-El hecho de que no esté habla mucho de la inmaterialidad de los sueños, porque eso al final es un deseo y un sueño de dos personas, que se materializa en una película, pero que no deja de partir de ser un sueño. Los sueños no se pueden tocar y por eso yo tampoco pude tocar ese poblado. Tienes lo que tienes y al final los límites sirven para buscar otra manera de contar. Por eso al principio me dio pena, pero luego lo acepté y es parte de la película el hecho de que no podamos ver hoy en día, en Kuartango, ese poblado, aunque afortunadamente está en la película que ellos hicieron, con lo cual ver se puede ver.

¿Con qué equipo contó para realizar ‘Kuartk Valley’?

-Éramos un equipo muy pequeño. Estábamos una directora de foto, Rita Noriega, y su ayudante; el responsable de sonido, Luca Rolo, y dos personas de producción. En el primer rodaje tuvimos dos meritorios. Era un equipo pequeño, con un rodaje muy sencillo, pero donde tuvimos la ayuda de la gente de Kuartango, sobre todo para temas logísticos y de preparar cosas.

Los dos últimos años han sido una rémora para muchas cosas, entre ellas la causa del retraso del estreno de este documental.

-Para cuando nos confinaron el montaje de sonido e imagen estaba acabado y estábamos en la fase de corrección de color. La película no estaba totalmente acabada, pero a nivel creativo casi todo estaba hecho. Luego, es verdad, hubo que esperar porque los festivales y eventos eran imposibles o muy limitados y por eso el estreno nos costó mucho. El poder presentarla en Zinemaldia este año se me hizo lo más difícil, el tener la paciencia suficiente.

Además, no era el único proyecto en el que trabajaba.

-Tenía otros dos realizándose pero no hubo complicaciones. Rodamos en tres momentos distintos: en verano de 2018 y en verano de 2019. También como les pasó a ellos, los protagonistas son personas que tienen sus trabajos y demás, y tampoco era fácil juntarlos a todos para un rodaje. Y lo mismo sucedía con la directora de fotografía o el de sonido, que tenían sus agendas. La tarea no era fácil, pero poco a poco lo fuimos logrando.

Finalmente llegaron Zinemaldia y los primeros premios. ¿Qué supone para ‘Kuartk Valley’?

-El estreno en Zinemaldia es siempre una gran noticia y estuvimos muy felices de poder presentarlo allí porque es una ventana para que la gente conozca la película, además hay muchos periodistas y movimiento.

Hubo mucha gente que no pudo acudir por cuestiones de aforo.

-Allí lo pudieron ver parte de los protagonistas, no todos aunque lo podrá ver ahora la gente de Kuartango en la Semana de Cine Documental Vasco y eso nos hace sentir felices. Y es que esa es también una parte de cuando haces un documental: que tienes que enseñárselo a la gente participante y ese momento se convierte en algo muy especial. Oier y Jose se quedaron muy contentos, la experiencia fue muy bonita, muy emocionante y encima nos dieron un premio y una mención especial, y eso nos hizo mucho más felices todavía.

¿El hecho de que el documental sea el cierre de la Semana es un detalle hacia uno de los mejores trabajos del año?

-Sí, además Algo más que morir también se presentó en la Semana de Cine Vasco, que también organiza Fundación Vital, en su momento. A esto se añade que es Vitoria, que es en casa. El documental lo pusimos hace unas semanas en el Almería Western Film Festival, porque allí la película recibió premios. Todos estos cierres son como un reconocimiento final y son momentos muy emotivos.

¿Tiene tiempo para cerrar otros proyectos?

-Claro que sí. Uno lo presentaremos este otoño. Es un cortometraje que se llama Kinka, que lo rodamos en diciembre del año pasado con Elena Irureta, María Isabel Díaz y Josean Bengoetxea y pertenece a una convocatoria de Zineuskadi para hacer películas sobre el confinamiento. Y también estoy acabando el cortometraje que rodamos en la isla de Zuaza este verano y que se llama Irrits. Así que quietas no estamos, estamos haciendo más cosas.