Se ha terminado la obra. Los técnicos comienzan el desmontaje para preparar el siguiente encuentro con el público. Son horas de trabajo, de no pocas conversaciones tanto profesionales como de otras cuestiones, algunas intrascendentes, otras no. Es ese tránsito el que le sirve como excusa a La Tristura para mirar a la historia reciente de España, desde la muerte de Franco hasta la actualidad, y hablar del desmontaje de lo anterior y la preparación para lo siguiente.

Ahí está el fundamento de una obra ideada antes de marzo de 2020, aunque la aparición de la pandemia no solo aplazó los planes de estreno y gira, sino que también se coló, como no podía ser de otra manera, en el resultado final de Renacimiento. “Lo que estamos viviendo en estos meses ha hecho que hasta el título amplíe su significados”, apuntan Violeta Gil y Celso Giménez, fundadores de un grupo que hoy regresa a la capital alavesa para tomar parte en el cuadragésimo sexto Festival Internacional de Teatro de Gasteiz.

La cita con el público se va a producir en el Principal a partir de las 19.30 horas, quedando todavía entradas disponibles. Además, tras la sesión, se producirá una tertulia con parte del elenco y de los responsables de la compañía, una oportunidad de acercarse al montaje de otra manera. Será el punto final a la estancia que La Tristura está desarrollando desde el pasado miércoles en Vitoria, ya que esta producción exige en cada lugar en el que se representa contar con la participación de intérpretes y técnicos locales. En este caso, hay personas tanto de Álava como de otros territorios cercanos como Bizkaia y Gipuzkoa. “Son unas 45 personas las que necesitamos dentro y fuera de escena”, todo un reto cuantitativo, máxime en los tiempos que corren. Aunque la formación cuenta con diferentes apoyos y colaboraciones internacionales para hacer que, desde un punto de vista económico, la obra pueda hacer su camino hoy en Vitoria o el pasado agosto en tierras holandesas, por ejemplo.

Más allá de estas cuestiones, Gil y Giménez, ambos nacidos en el 83, buscan con este montaje plantear una reflexión sobre la historia reciente más allá de si, como defienden unos, todo en la Transición fue modélico o, como critican otros, todo se hizo mal. Eso, claro está, desde el lenguaje y los códigos escénicos de La Tristura, que cuenta además con la colaboración, para la parte de danza que tiene la pieza, de Mucha Muchacha.

De todas formas, tanto la pandemia como ese contacto con personas diferentes para hacer el espectáculo en cada lugar están haciendo que “en cada sitio, todo sea diferente”, sin perder de vista que el poder volver a los teatros “supone cada día pensar en la suerte que tenemos de poder venir a trabajar y a ver”.