La décima edición del ciclo de cámara Jesús Guridi llega este domingo a su final. El conservatorio se prepara para, a partir de las 12.00 horas, poner el broche a una temporada condicionada por la pandemia aunque, por suerte, se han podido llevar a cabo los planes tal y como estaban previstos. Para la despedida, desde su actual residencia francesa, volverá a casa Jon Olaberria, que conoce a la perfección el centro al que ahora regresa. “Todo concierto es especial, pero tocar en el mismo conservatorio en el que he realizado tantas actuaciones y audiciones entre los 8 y 18 años... en aquella época no podía valorar la calidad de la acústica y de las instalaciones”, afirma antes de acudir junto Ensemble Diderot, haciendo que su oboe dialogue con los violines barrocos de Johannes Pramsohler y Roldán Bernabé-Carrión, el violoncello Gulrim Choï y clavecín de Philippe Grisvard.

Para la ocasión -para la que todavía quedan entradas disponibles- se ha preparado un programa que tiene como hilo conductor el hecho de estar formado por obras de compositores que acompañaron al rey de Prusia Federico II El Grande (“fue un melómano y también flautista”) durante muchos años. “Formó una orquesta para su corte en la que se encontraban tres de los cuatro compositores de este programa: Johann Gottlieb Graun era el primer violín, Johann Gottlieb Janitsch el contrabajista, y Carl Philipp Emanuel Bach tocaba el clavecín. Estos músicos rodearon a Federico durante muchos años. Desde antes de que fuera rey, ya tenían por costumbre reunirse periódicamente para tocar sus propias composiciones”, apunta el intérprete vitoriano, quien añade que “la obra principal del programa es el Cuarteto en sol menor de Janitsch, compuesto como un lamento a la muerte de su hijo. En el tercer movimiento se puede encontrar, escondido en un contrapunto un tanto sofisticado, la melodía del coral Wenn ich einmal soll scheiden de Johann Sebastian Bach”.

Así lo podrá descubrir el público, que también tendrá la oportunidad de encontrarse con el Ensemble Diderot, que “colocando la curiosidad en el centro de su enfoque musical”, persigue el legado del filósofo del mismo nombre: “mente abierta, sed de descubrimiento y humildad ante el conocimiento”. Todo ello se producirá en el primer concierto del ciclo que se va a poder hacer al 100% del aforo. “Es efectivamente más placentero tocar para un público: el final de los conciertos en streaming resultaba un tanto frustrante. Hasta que no han faltado los aplausos, no había sido consciente de su importancia”, apunta Olaberria. “La pandemia se nota sobre todo en que todos los viajes en las giras se vuelven mucho más complicados, sobre todo cuando tienen lugar en países extracomunitarios”, describe el músico, que dice considerarse afortunado “ya que Francia tiene un sistema de protección social de los músicos freelance que nos ha permitido pasar este tiempo con menos angustia vital que en la mayoría de países europeos”. Además, “salvo en la época de confinamiento estricto, he podido realizar diferentes proyectos: grabaciones, conciertos en streaming... Dar clase a mis alumnos también me mantuvo entretenido, dediqué bastante tiempo a preparar y recopilar material pedagógico”.