Salas de conciertos como la gasteiztarra Jimmy Jazz siguen, aún hoy en día, sufriendo la incertidumbre de lo que pueda ocurrir de cara a este otoño. Varios de los conciertos que tenían programados para estas fechas -que ya venían de haberse pospuesto al inicio de la pandemia- siguen estando en el aire por motivos de aforo y por las restricciones vigentes.

Iker Arroniz, uno de los responsables, y Galder Beramendi, gerente, han relatado este martes todo lo que han vivido a lo largo de estos 18 meses de pandemia, y cómo encaran el futuro. En junio de 2020 la actividad se volvió telemática, y en julio se retomó en formato presencial.

"Nos ha motivado básicamente una premisa única; la de humanizar estos recintos. El cerrojo que el sector echó en marzo de 2020 hemos intentado superarlo, generando actividad y trayendo propuestas cercanas, de aforos más bajos, de cosas que igual antaño no tenían cabida en la Jimmy con los aforos que manejábamos", cuenta Arroniz, todo esto además sin ningún brote en sus salas, ni en la Jimmy Jazz ni en la Kubik.De 48.000 a 8.000

Sin embargo, aportan algunos datos. De las alrededor de 48.000 personas que -estiman- pudieron pasar por la sala en 2019, esta cifra bajó a 8.000 en 2020, y en la actualidad, a pesar de que estos espacios tengan un aforo permitido del 75%, no pueden cumplirlo. Con las sillas y las distancias de seguridad, reconocen que apenas rozan el 22%. En todo este periodo, además, enumeran que entre julio y diciembre se organizaron unos 38 eventos, entre enero y julio de este año, unos 58, y que la recaudación ha bajado más del 85%.

También su plantilla se ha visto afectada. De los 20 trabajadores con los que contaban antes de la pandemia, durante el confinamiento mandaron a todos al Erte, y ahora solo hay cinco personas trabajando. Y el futuro parece seguir marcado por la ya mencionada "incertidumbre", porque afirma Arroniz que "como no podamos trabajar, nos hundimos. Estamos viviendo de los préstamos".

Aunque reconocen que los asistentes a los conciertos han actuado bien. "Siempre hemos reivindicado que la cultura era segura, y lo seguimos haciendo". Por eso, para alcanzar una situación más cercana a la normalidad, apuestan por lo que ya se está haciendo en otros países; cumplir con las normas pero con un pasaporte covid para acceder a los espacios. "Las medidas se tranquilizan en la calle, y es difícil que luego vengan y tengan que estar en mesas y sillas", afirman.

Al fin y al cabo, llevan "18 meses trabajando con miedo", porque aunque se han dado situaciones en las que les han dicho que han actuado bien, también han tenido algún "encontronazo" con la Policía. Especialmente cuando la hostelería estaba cerrada, porque ellos tienen dos epígrafes (uno de hostelería y otro de conciertos) y en aquel momento solo ofrecían conciertos y no servicio de bar. "Teníamos que explicarlo", recuerdan.

Iradier arena

En otro orden de cosas, también han hablado de los conciertos en el Iradier Arena promovidos por Kultura Bizia de la que es parte esta sala. Reconocen que se han generado estos espacios "como una vía para volver a la realidad anterior. Da la sensación de que todo está bien. No es cierto. Hemos seguido trabajando para que la cadena no pare".

Lo que tienen claro es que "tiene sentido que se prolongue nuestro compromiso con el Iradier. No creemos que por tener esa falsa sensación de normalidad el proyecto sea malo".

Sí piden, en cambio, que la situación se calme, porque "estamos acostumbrándonos a leer cómo se recupera el turismo, la hostelería, etc. Sin embargo, nos encontramos con el sector cultural y de los eventos, que seguimos reivindicando la cultura segura, súper normativizados y limitados".