i algo hemos aprendido este último año y medio es saber esperar. Ahora, por fin, la espera se ha acabado”. Con estas palabras de la actriz Elena Irureta se dio ayer inicio a la 69ª edición del Zinemaldia en una gala inaugural que sobrepasó la hora de duración, hubo mucha música e innumerables homenajes, incluido el de la Premio Donostia Marion Cotillard, y con la que se trató de dar por finalizada una época de distancia en favor del regreso de los abrazos.

El festival donostiarra quiere volver a ser el certamen de siempre como se demostró anoche en una ceremonia que por segundo año consecutivo recayó en el bailarín Jon Maya y que escribió Harkaitz Cano. Para ello, se quiso dejar de lado “el silencio que nos ha acompañado” durante mucho tiempo por un constante ritmo que no paró ni con las entradas de los invitados -en algunos casos con peor fortuna, véase el beatbox al director del festival de Cannes, Thierry Frémaux-.

Zea Mays y Rozalén cantando en euskera fueron los primeros en actuar con un Negua joan da ta que quedó que ni pintado con el propósito de la gala. A ellos les siguieron Gorka Etxeandia, bajo su alter ego Mastodonte, y las incontables intervenciones de Kukai Dantza y de la trompeta de Luis Mari Moreno Urretavizcaya, Pirata, director musical de la gala. Anne Igartiburu y Cayetana Guillén Cuervo se encargaron, por su parte, de presentar la ceremonia.

El ritmo de la misma, no obstante, estuvo constantemente parándose al ser una de las galas de los 69 años de historia del festival con el mayor número de homenajes posibles. El primero de ellos fue para un viejo colega del Zinemaldia como fue el director Bertrand Tavernier, fallecido este año, y un gran amante de Donostia, como se demostró en un vídeo homenaje y en las palabras de Frémaux: “Un día me dijo que San Sebastián era el festival más grande y el mejor del mundo. Yo le dije que San Sebastián y Cannes, ¿no? Y el me dijo que no, San Sebastián”.

A él le siguió un muy merecido reconocimiento a Luis Gasca, exdirector del certamen y un gran coleccionista del cómic también fallecido este año. La organización del Zinemaldia quiso reconocer su importancia para la apertura de miras no solo del festival donostiarrra, sino de los de todo el mundo, al ser el primero en apostar por el cine de género en un evento de este tipo.

El programa Días de cine también tuvo su minuto de gloria y Carlos Saura, a sus 89 años, recordó porque sigue siendo muy importante indagar en la memoria histórica antes de la emisión de su cortometraje Rosa Rosae. La Guerra Civil, el pequeño homenaje del festival a todo un icono de la cinematografía española.

Pero si la gala debía tener un nombre propio ese era el de Marion Cotillard. La actriz francesa recogió muy emocionada su Premio Donostia de manos de Penélope Cruz. “Cuando la conocí me quedé prendada de su bondad, su verdad y su coraje. Este reconocimiento es para esa persona”, señaló la actriz, que se dirigió en francés a ella.

La gala también sirvió, como es norma, para presentar las diferentes producciones de este año -la película inaugural One second, de Zahng Yimou incluida- y para recuperar el premio Fipresci a una Chloé Zhao, por Nomadland, que no pudo viajar a Gipuzkoa.

El jurado oficial también desfiló sobre el Auditorio del Kursaal con su presidenta, la última ganadora de la Concha de Oro, Déa Kulumbegashvili, a la cabeza. “Me hace mucha ilusión y es muy especial para mí regresar a este festival”, explicó, antes de hacer una invitación a sumergirse en las propuestas más arriesgadas que ofrece el séptimo arte cada año.

La invitación ya está hecha y el Zinemaldia tratará de aportar su granito de arena hasta el próximo sábado para que todos, espectadores y visitantes, vuelvan a abrazar, por lo menos, las películas.