ntes de terminar esta frase, alguien ya ha hecho, mostrado, visto, olvidado y destruido una fotografía o un vídeo a través de su teléfono móvil. Es la sociedad de la imagen. Eso dicen. En realidad, hay una falsa sensación de conocimiento sobre las formas y los fondos. Falta mucho por recorrer en la llamada alfabetización visual. “Estamos en la época en la que más imágenes hay pero menos vemos”, apunta Nahikari Mora. “Simplemente recibimos algo y ya está, no hay más”, comenta Clara Sánchez-Dehesa. Saben bien de lo que hablan. Es su instrumento de trabajo.

Desde hace algo más de un año, ambas están cruzando sus caminos vitales y profesionales para hacer realidad Haz, una apuesta cultural que en estos meses ha ido desarrollando diferentes programas y proyectos visuales en distintos espacios, aunque es ahora cuando se abren las puertas de su sede en la calle Palencia para que sea la casa de todo aquel que desee acercarse. “Queremos que, ante todo, éste sea un lugar para gente curiosa”. No es un objetivo baladí para este laboratorio especializado en fotografía, cine y material fotosensible, una aventura única y especial que inaugurará de manera oficial sus instalaciones el lunes 20, aunque ya el fin de semana del 18 y 19 se producirán talleres formativos, cuyas inscripciones están abiertas.

Descubrir, aprender y experimentar. Son los tres pilares básicos de una propuesta que va mucho más allá de las modas en torno a lo analógico, de ese gusto por lo vintage que hay quien ejerce en la actualidad aunque sea de manera pasajera. “Estábamos antes, permanecemos durante y seguiremos después” sonríe Sánchez-Dehesa, conservadora y restauradora especializada en material fílmico, cuya labor en torno a la recuperación de colecciones de cine no profesional es bien conocida. Así que más allá de esos intereses puntuales de otros, Nahikari Mora tiene claro a quien abre sus puertas Haz: “cualquier persona que esté interesada en formarse, en experimentar, en crear, que le guste un poco el ámbito artístico, va a ser objeto de nuestra actividad”, describe la creadora visual especialista en material fotosensible, así como diseñadora y directora de proyectos artísticos participativos e inclusivos.

Además de seguir trabajando con instituciones y entidades tanto públicas como privadas como lo han venido haciendo hasta ahora sin necesidad de contar con una sede física, la apertura del local va a terminar de completar el amplio abanico de servicios que en torno a la imagen quiere desarrollar el laboratorio. “Quien cruce la puerta va a ser cualquier persona a la que le apetezca aprender” más allá de su edad u otras consideraciones. Cuando lo haga se encontrará con un local de unos 300 metros cuadrados en el que hay varios espacios cuya función está más que definida, mientras que otros esperan a ser vividos para ver las necesidades reales. Tras la entrada y la recepción se encontrará la sala de restauración. Un poco más allá, dejando atrás un despacho, estará un pequeño laboratorio para técnicas alternativas e históricas. De ahí se pasará a otro laboratorio más grande, que será donde se haga la formación y donde puedan trabajar las personas que quieran usar de manera libre el espacio para materializar sus proyectos. En la zona central se llevarán a cabo exposiciones y encuentros. Todo ello se completará con el laboratorio digital, el plató y la sala de proyección.

Desde estos espacios se quiere ofrecer servicios de restauración y conservación del patrimonio fotográfico y audiovisual, y de producción y acompañamiento de proyectos artísticos personales y colaborativos; se busca compartir los procesos técnicos de laboratorio analógico artesanal y digital, así como aportar el asesoramiento necesario en cualquier campo, apoyando la investigación y la innovación; se pretende ayudar en la gestión de colecciones y almacenamiento de obra física y digital, así como fomentar las técnicas analógicas actuales e históricas, fotográficas y audiovisuales. En este marco, la formación es esencial y por ello se va a trabajar, por ejemplo, en cursos de capacitación y en talleres para la especialización.

“La fotografía y el cine convencional son una cosa, nosotras creo que le damos otro enfoque, otra visión, otro posicionamiento”, apunta Mora, que remarca que la intención de su proyecto compartido pasa por “crear comunidad” tanto con quien ya se mueve en este campo como con quien todavía puede verlo desde fuera. En esa idea de colectivo también está propiciar la sostenibilidad a través del uso entre varios de tecnologías obsoletas. “Tenemos equipos que no es nada sencillo que un particular pueda poseer en casa porque tienen un coste, por ejemplo. Bueno, nosotras tenemos esos recursos”, describe Sánchez-Dehesa, al tiempo que su compañera remarca que “compartir es vivir” y no solo refiriéndose a estas herramientas físicas, sino también a los conocimientos que ambas atesoran. “Juntarnos con más gente siempre va a hacer que el laboratorio funcione mejor. Y es también la forma de alargar la vida a las cosas. Nos gusta recuperar. Una cosa deteriorada no es una que no valga, que no sea interesante”, aunque, como sonríe Mora, eso signifique a veces que “tengamos algún momento Diógenes”.

En este marco, cuando la sede de la calle Palencia ya esté en marcha y conforme su particular rutina diaria, la idea es que la formación se pueda dar tanto a la mañana como a la tarde, compatibilizando esta línea como los cursos o talleres específicos que se quieren dar tanto a niños y niñas como a las personas más mayores. Pero más allá de lo que pueda marcar la agenda laboral de cada jornada, ambas imaginan el local con “gente a todas horas y los laboratorios siendo usados todo el tiempo posible”. En este sentido, se quiere potenciar la realización de encuentros y charlas en torno a lo visual, que sirvan también como foros para que cualquier persona pueda acudir con sus fotos o películas familiares antiguas y compartirlas, como ya se hace dentro del Home Movie Day en el que cobran vida las historias recuperadas en las películas domésticas. “Lo nuestro es generar las condiciones para que ocurran cosas sin que las tengamos que dirigir. Haz debe ser participativo en todos los sentidos”, y para ello, toda vez que pase el día 20, uno de los deberes prioritarios pasa por establecer contacto y redes con centros escolares, de mayores y otros equipamientos sociales que se encuentran cerca de la nueva casa del laboratorio.

Tanto Mora como Sánchez-Dehesa cuentan con un amplio bagaje profesional, trabajos que hace un tiempo les llevaron a coincidir para poder desarrollar algún que otro proyecto para, por ejemplo, Tabakalera. “Empezamos a necesitarnos la una a la otra”, recuerdan. Aquello coincidió con un momento en el que cada una por separado requería un espacio fijo en el que establecerse. “Al principio no pensábamos en crear una empresa juntas”. Pero mientras iban buscando un lugar se abrió una reflexión en este sentido, apoyada también en los planteamientos que les hacían terceros, como el también fotógrafo Endika Portillo. “Ahí fue cuando vimos qué queríamos de verdad y empezamos a hacer el plan de empresa y esas cuestiones”.

Como tal, Haz es una cooperativa sin ánimo de lucro en la que “no buscamos el beneficio, sino vivir dignamente de esta profesión y dignificar este trabajo en todas las áreas y aspectos”. En este sentido, como explica Mora, “este espacio no es nuestro trabajo, es un lugar que necesitamos para nuestro trabajo”. Por ello, a ella le gustaría “que tuviera movimiento por sí mismo, que se genere una dinámica de gente involucrada en estos trabajos de recuperación, conservación y creación”, sumando a más personas que en un momento dado puedan querer acceder a la cooperativa. Todo ello sin perder de vista que el deseo particular es que “cuando esté en marcha, yo pueda contar con más tiempo para investigar y así poder seguir avanzando”. A esto, Sánchez-Dehesa suma el objetivo de contar con “la libertad de poder elegir los proyectos en los que quiero estar”.

A buen seguro eso se irá construyendo a partir del día 20, siguiendo la misma dinámica de trabajo incansable llevada hasta ahora, una labor en la que también han contado con el acompañamiento y asesoramiento de entidades como el Ayuntamiento de Vitoria, Elkarlan o Ajebask. Es verdad que en el camino previo se ha cruzado una pandemia, pero tampoco ha supuesto mayor problema más allá del establecimiento de protocolos para las actividades llevadas a cabo hasta ahora. Es más, el estar ya en marcha aún sin tener una sede permanente “nos ha permitido, por un lado, constituir la empresa facturando desde el primer momento; y, por otro, estar más tranquilas este año con las obras en el local”. Un espacio, por cierto, que costó su tiempo encontrar tras localizar un antiguo laboratorio químico que les llamó poderosamente la atención. No conseguirlo “fue un poco de bajón”, aunque en la calle Palencia se sienten más que satisfechas, también gracias al recibimiento de la vecindad.

Así se inicia una nueva e importante etapa en esta aventura que han constituido entre ambas. Los primeros pasos en la sede de Haz, claro está, van a estar condicionados por las limitaciones de aforos y las medidas de seguridad. Eso supone poder tener menos gente y, también, menos ingresos. “En el ámbito de la gestión cultural, tengo muchos amigos que me hablan de las épocas de bonanza en esta ciudad y en otros sitios”, sonríe Mora. “Pero yo me he criado en la guerra. Hoy es el covid, ayer fue la crisis económica, mañana será no sé qué. Sabemos que vendrá otra guerra más, ¿qué más da quién será el enemigo en cultura? Clara suele decir que nuestra mayor fortaleza es la persistencia, no haber tirado la toalla dentro de nuestro ámbito laboral”.

La inauguración oficial del espacio se producirá el próximo día 20, aunque ya desde el fin de semana se acogerán varios talleres

“Queremos que, ante todo, éste sea un lugar para gente curiosa” describen Clara Sánchez-Dehesa y Nahikari Mora