ue Antena 3 haya empatado a 13,1% con Telecinco en el match de las audiencias de agosto es anecdótico. Lo interesante es la tendencia que esto podría marcar a partir de otoño, porque Atresmedia le ha pisado la tarde a Mediaset por medio de un culebrón turco, otro más, hasta el punto de que Tierra amarga (Bir Zamanlar Çukurova, en título original) está superando al hasta ahora imbatible Sálvame en su tramo horario. Es un golpe psicológico que hace tambalear el modelo tosco y venenoso de Berlusconi. Para reponerse ya ha programado Secret Story, un reality de matriz francesa, muy parecido a Gran Hermano. Es lo único que saben hacer, realidad morbosa y destape verbal. Telecinco pierde en informativos, entretenimiento y ficción y de las veinte emisiones más vistas el pasado mes solo una es suya.

Sería ingenuo creer que Sálvame ha iniciado su decadencia. La murmuración es parte de la sociología onanista de un país que se da placer husmeando en las vidas ajenas, antes mirando por la cerradura y ahora en las pantallas. Es el tributo que Belén Esteban y sus envilecidos colegas ofrecen al espíritu hispano y costará cien generaciones remediarlo. ETB ya demostró con el magazine vespertino Pásalo que había alternativa a la basura y la siesta, hasta que Patxi López, al alcanzar el poder, decretó que debíamos seguir siendo muy españoles y lo suprimió. ¿Son los culebrones otomanos la opción contra la incultura de la maledicencia? Mejor eso que nada, a pesar de que sus historias son simples, clasistas y sexistas, como las viejas radionovelas narradas por la recién fallecida Juana Ginzo y no pocas exitosas series de hoy. La tele estival es, como el tinto de verano, demasiado flatulenta. Sus informativos nos han gaseado con el tropo de la "subida del precio de la luz", cuando hasta las flores saben que la luz no tiene precio.