- Son miles y miles las personas que a lo largo de un año tienen en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa un punto de referencia fundamental. Camino de cumplir 45 años de funcionamiento, este centro esencial para el conocimiento inicia una nueva etapa con Enrique Uriarte tras la jubilación de Teresa Castro.

¿Qué es lo más inmediato en esta etapa?

-Lo primero es ordenar un poco la gestión interna. Teresa Castro es una grande y ha hecho una muy buena labor, muy centrada en la colección, que es un fondo literario fantástico. Vamos a mantener toda la actividad cultural y los programas que están en marcha porque no puedo entrar como elefante en cacharrería. Aunque yo soy funcionario de esta casa, llevo siete años fuera. Así que debo escuchar a los trabajadores y a los usuarios, ver qué se está haciendo y realizar una evaluación entre todos. Así que este primer año, lo que queremos es un poco hacer ese trabajo interno para fortalecer los equipos. Voy a tener suerte porque la gente me ha recibido de maravilla y hay personas muy cualificadas. Eso sin olvidar que habrá que tener presente el nuevo Plan Estratégico de Cultura de Álava y el marco que establezca. La Casa de Cultura Ignacio Aldecoa está necesitada de una reflexión y hay que llevarla a cabo. A primeros de septiembre cumple 45 años, eso no lo podemos perder de vista.

Han cambiado las cosas bastante.

-El modelo fue en su momento muy rompedor. Las elites pensantes en aquel momento, que no eran los gobernantes, copiaron el modelo de las bibliotecas nórdicas, que eran las más avanzadas. Por ejemplo, los que somos del baby boom, los que nacimos entre el 57 y el 77, recordaremos que venías aquí y ya había una sección infantil. Fue de las primeras en el Estado. Había una fonoteca y libros a libre disposición en vez de fondos escondidos. Fue una casa de cultura con unos planteamientos muy modernos para los años 70. Pero claro, las bibliotecas han evolucionado mucho desde entonces.

Durante esta pandemia, lo digital ha ganado un peso muy importante entre los usuarios.

-Pero mucho antes de la pandemia, las bibliotecas ya estábamos en la digitalización. Llevamos varios cuerpos de ventaja. Hoy, por ejemplo, estamos prestando libros y películas digitales, sin perder de vista que el fondo histórico se digitaliza y se vuelca. Estamos bien posicionados y tiene que seguir siendo así.

Es una biblioteca que convive con las de la Red Municipal de Vitoria y con las que existen en otras localidades del territorio. ¿Debería haber más, solo una?

-La Red Municipal de Vitoria es fantástica y está distribuida en unos centros cívicos que, como todos sabemos, son modélicos a nivel estatal. No hay ningún desencaje con respecto a la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa. Al contrario. Y con respecto al territorio, igual. Hay una relación continuada con todas las bibliotecas de Álava, que no son pocas. Y con la red de Vitoria jugamos un papel de absoluta complementariedad. Lo que sí veo es que este modelo de casa de cultura, esa idea setentera de la que hablábamos antes, ha sido superado por el de los centros cívicos, que se asientan sobre las tres patas de lo deportivo, lo social y lo cultural. Así que nosotros tenemos que ver ahí qué rol jugamos.

¿Y cuáles pueden ser las posibilidades?

-Esta biblioteca, por ser lo que ha sido, por estar ubicada en unos jardines que acaban de cumplir 200 años, por contar con una sede que es un edificio singularísimo y por otras cuestiones, debe ocupar un rol que no sea el de una sucursal más de la Red Municipal de Vitoria. No debe actuarse aquí como un centro cívico porque no lo es. Aquí, si se me permite la expresión, tenemos que jugar a la grande o a mayor. Nuestra aspiración es que aquí haya eventos culturales de primerísimo nivel, que la gente de Logroño quiera coger el coche y venir, igual que ahora una persona de Vitoria va a la Semana Negra de Gijón, o a Gutun Zuria de Bilbao, o a Pamplona Negra, por ejemplo. Hay que salir un poco del localismo. No debemos desarrollar el rol que afortunadamente están desarrollando los centros cívicos. Tenemos que plantear conferencias de ámbito estatal y, a poder ser, internacional con primeras figuras que aborden los debates sociales que hoy suscitan el interés general. Estamos afrontando retos gravísimos a nivel medioambiental, a nivel juvenil con un paro estructural y una situación complejísima, y a otros niveles. Históricamente, los debates que ha tenido esta ciudad se han dado aquí. En este espacio se han dado muchos de momentos muy especiales a nivel ciudadano y aspiramos a jugar ese rol. Entendemos que ningún centro cultural de Vitoria está entrando en un debate en profundidad sobre educación, formación, cultura y otras áreas. No se están abordando debates profundos o conferencias de calado, que no digo que solo tengamos que proponer nosotros.

¿Pero eso implicaría renunciar a otras cosas que se hacen, como los clubes de lectura o los encuentros poéticos, por poner dos ejemplos?

-No, no, para nada. Todas las bibliotecas tienen sus programas de dinamización de la lectura que se deben mantener, y también en nuestro caso, por supuesto. Además, estamos hablando de propuestas que están funcionando muy bien. Todo va a seguir adelante. Eso es perfectamente complementario con que nosotros venimos haciendo programas de conferencias, que es donde creo que debemos tirar hacia arriba, si se me permite ser más ambicioso. No nos tenemos que conformar con que alguna editorial o entidad traiga un día a alguien que acaba de publicar un libro para hacer la presentación. Tenemos que plantear nosotros también un programa más ambicioso. En Vitoria hay hueco para hacerlo. Y tenemos que buscar aliados. Por ejemplo, una aliada de este espacio durante muchos años, gracias al trabajo de Teresa Castro, ha sido la Facultad de Educación. Con el campus mantenemos una relación importante, pero eso hay que mejorarlo. Hoy, en esta sociedad, veo mucho compartimento estanco y luego una aceleración enorme. Este espacio, en la Florida, tiene que ser un lugar de bajar los biorritmos, de reposo, de conversación tranquila y profunda, y de generación de conexiones. Por ejemplo, en esta pandemia hemos conocido a grandes divulgadores que trabajan en el Campus de Álava y que no sabíamos que teníamos a 300 metros. Y no nos quedemos en la Universidad del País Vasco. Traigamos a catedráticos de la Universidad de Sevilla o de la de Burdeos, traigamos a profesoras, escritoras e investigadoras de primerísimo nivel, a personas que tienen mucho que decir sobre el cambio climático, la juventud, el reto tecnológico y la ciencia.

Son áreas fundamentales.

-Estamos más necesitados que nunca de educación, conocimiento y formación. A las bibliotecas, después de la II Guerra Mundial, se les dio un impulso brutal para favorecer la cultura de paz, que solo se consigue a través de educación y cultura. Hoy más que nunca se está viendo el afloramiento de la barbarie y de la violencia, de una violencia a la que no hemos estado ajenos en nuestra tierra. En nuestra querida Euskadi somos una sociedad de cultura muy justita. Nos tenemos que dar cuenta de que en Álava, antes del proceso migratorio, podía haber cuatro elementos con cierta cultura en la capital y otros tres elementos sueltos en los pueblos. Llega ese proceso migratorio enorme con gente que trae mucha necesidad y seguramente poca cultura. Nosotros, la generación del baby boom, hemos pasado casi todos por la universidad pero no por eso somos más cultos ni tenemos más conocimiento. Hoy estamos ante una sociedad occidental muy necesitada de hacerse las preguntas adecuadas e ir buscando las respuestas, que van a ser complejas, y ese es un camino de reflexión que hay que hacer desde estos ámbitos que son las bibliotecas. Las bibliotecas públicas tienen que jugar hoy un papel tan importante como el que tuvieron después de la II Guerra Mundial. Estamos ante un proceso muy complejo con violencia juvenil, con conatos de racismo, con unos niveles de violencia de género y sexual que no conseguimos erradicar. Hay una sociedad sensibilizada pero me atrevo a decir que los que somos del baby boom no hemos aportado todavía nada de relieve a esta sociedad alavesa. Vivimos de lo que hicieron nuestros padres. Nos va tocando tomar responsabilidades y nos enfrentamos a unos retos muy complejos.

Pero plantea una ambición para este espacio que requiere traducirse en el desarrollo de programaciones que necesitan de apoyo económico. Y es por ahí por donde suelen venir los problemas.

-Aquí hay un presupuesto suficiente para hacer grandes cosas. Nuestra generación es una con mucha capacidad reivindicativa pero con poca capacidad para remangarse y tirar del carro con lo que tiene. En Álava se dice: con estos bueyes hay que arar. Esta biblioteca tiene unos costes importantes para la Diputación y lo que le digo a la sociedad alavesa es que le vamos a sacar chispas a ese dinero. Cuando demostremos que necesitamos más, lo pelearemos. Particularmente estoy un poco cansado del discurso adolescente sobre presupuestos, políticos y esas cosas. Tienes edad, presupuesto, recursos y capacidad. Pues ponte las pilas ya. No tengo grandes capacidades. Pertenezco a una generación en la que tenemos una cultura general muy básica y no tenemos una muy buena formación. Pero creo que tengo la capacidad de rodearme de personas, de ser abierto, de escuchar, de ser participativo y de tirar del carro.

En estos tiempos en los que todo va tan deprisa no es que al conocimiento se le otorgue mucho valor.

-La sociedad demanda hoy resultados, consumo rápido, hedonismo absoluto.

Quiero decir, incluso estas instalaciones se han entendido muchas veces solo como el lugar donde acudir en la época de exámenes.

-Y seguirán teniendo su hueco los estudiantes, van a tenerlo siempre. Bienvenidos los que estudian. Pero poco a poco vamos a mejorar los espacios para favorecer ir más allá. Hoy en las bibliotecas se procura el silencio, pero no se garantiza. Una biblioteca hoy es un lugar de encuentro, un foro, una plaza pública para el diálogo. Esto lo tenemos que fomentar. Tenemos que generar lugares para la conversación sosegada, no consumista y más fundamentada. Debemos procurar conexiones, conectar a las personas. Si conectamos saberes, generaremos nuevos conocimientos.

Estos años en la jefatura de Acción Cultural de la Diputación, ¿qué le han aportado para esta vuelta a Ignacio Aldecoa?

-Muchísimo. Han sido siete años muy enriquecedores. He conocido de cerca ámbitos como el de las artes escénicas y el de la música, que son los dos más maduros y desarrollados de Vitoria. He aprendido mucho y he aportado lo que buenamente he podido, que no ha sido mucho. En ese sentido, me voy con un sabor agridulce. Pero bueno, hemos ordenado las cosas dentro de unos tiempos complicados. Llegué con presupuestos descendentes que luego estuvieron por el suelo durante la crisis económica, y cuando empezaban a crecer, llegó la pandemia. Lo que ha aprendido me da una visión global de Álava y una agenda de contactos con agentes culturales muy importante. Además, vuelvo a un lugar con un equipo que sabe hacer las cosas.

No deja de ser éste un espacio que depende de la Diputación y, por tanto, de los partidos políticos que están en las Juntas Generales. ¿Tiene previsto acudir a la Cámara?

-Pues no lo había pensado pero es verdad que la Comisión de Cultura acude a ver distintos espacios forales y desde aquí, por supuesto, me gustaría decir que esta casa es de todos y está abierta. Tenemos que remar entre todos porque tenemos un edificio muy singular, en una ubicación espectacular, con una colección fantástica y un personal altamente cualificado, pero sin perder de vista que el edificio tiene 45 años, que a nivel energético es bastante ineficiente y que podría tener mejoras. Tenemos que trabajar estos próximos años por mejorar y estaría bien que los grupos junteros tengan conocimiento de primera mano de este espacio.