La idea que tiene para los próximos años el Festival de Jazz de Gasteiz es extender su programación más allá del sábado tradicional de clausura con propuestas para el domingo a la mañana y primeras horas de la tarde. Se quiere hacer así con la idea de completar la experiencia, sobre todo, de quien solo puede disfrutar del certamen en fin de semana. Eso ya llegará y se irá completando en próximos años, pero en este 2021 de reencuentro se ha buscado algo parecido. La intención era poder contar con más oferta, pero la pandemia y la programación ya establecida en el Iradier han condicionado los planes. Aún así, el Principal ha servido a este propósito con la presencia del saxofonista Maciej Obara.

De su mano, la cuadragésimo cuarta edición del certamen ha bajado de forma oficial el telón que se subió el pasado miércoles. De esta forma, la cita ha podido dejar atrás el paréntesis que se produjo en 2020, ese silencio que nadie quiere que vuelva. Es hora de empezar a pensar en un 2022 en el que ojalá las cosas sean muy distintas, aunque la pandemia en estos momentos parezca empeñada en dibujar un escenario incierto, cuando no pesimista.

Ya se verá. Lo que sí es una realidad es que el festival se ha cerrado en un Principal que se ha quedado muy cerca de colgar el cartel de completo a pesar de ser domingo, de la hora y del buen tiempo. Sobre las tablas ha estado el saxofonista polaco Maciej Obara, una de las pocas presencias internacionales que han sido posibles esta vez a causa, cómo no, del coronavirus. Hasta la capital alavesa ha llegado en el marco de la gira de presentación de su último disco, un Three Crowns que como tantos otros trabajos salió a la calle poco antes de que la pandemia se empeñase en paralizarlo todo.

Junto a Kit Downes (piano), Max Mucha (contrabajo) y Michal Miskiewicz (batería), el intérprete ha tomado como referencia tanto este álbum como el premiado Unloved, los dos discos que ha hecho para ECM Records. Temas largos y densos han ido creando una atmósfera propicia para el teatro, para un escenario que una vez más ha mantenido una línea muy regular y apreciable en sus propuestas.

La de Obara no ha desentonado. Al contrario. Con un cuarteto serio en las formas y en los fondos, sin espacio para lo superfluo ni las florituras, saxo, batería, piano y contrabajo han escapado de protagonismos para sumar a un todo al que se le ha puesto la guinda con un bis que se ha salido del tono general del concierto, una composición de ritmo más lento y con menor intensidad, pero igual de precisa y bien ejecutada.

El paso por Vitoria es uno de los pocos conciertos que Obara está pudiendo hacer fuera de su país a causa de la pandemia, y poder estar en la capital alavesa y reunir a sus músicos a pesar de todas las dificultades es algo que él ha querido agradecer de manera expresa al festival y la ciudad. Lo ha hecho de palabra y con su música.