Fraternidad, química y mucha música. En cuanto la batería comienza a resonar en el pecho de los 30 participantes de Gazterock, los jóvenes de 15 a 17 años que participan en estos campamentos de verano se transforman, en tan solo 12 días, de desconocidos a "hermanos y hermanas".

Y es que esta iniciativa del Instituto de la Juventud de la Diputación foral de Álava reúne desde hace 13 años a amantes de la música en Vitoria de toda España. Normalmente se cuenta con la participación de comunidades autónomas como Extremadura o Madrid para acompañar a los alaveses, pero este año, debido a la actual situación sanitaria, solo han podido aventurarse visitantes gipuzkoanos y gallegos.

Aún con la reducción a la mitad de los integrantes de la iniciativa, las amistades que han florecido para muchos desde el primer día de julio perdurarán.

Comodidad y libertad

"Para mí, es la mejor experiencia que he vivido, y una de las mejores que voy a vivir", asegura la ourensana Ana Crestar, ya que "la pasión irrefrenable por la música" que comparte con sus compañeros ha supuesto una emocionante aventura que, desafortunadamente, concluirá mañana con un concierto abierto al público en la sala Helldorado.

Eso sí, siempre quedará el año que viene. "Soy la única repetidora del grupo", explica Oihane Alberdi, natural de Vitoria, que participó hace dos años siendo "la más pequeña". Aún así, ambas apelan a la total comodidad y libertad que se respira entre los jóvenes músicos.

"Vienes y estás con un conjunto de personas que no conoces, pero encuentras tu ambiente. Cuando sientes un amor tan grande por algo te encanta compartirlo, y aquí lo encuentras", apunta Crestar. Algo que Alberdi comparte, además de incidir en la completa inclusión de cada uno de los integrantes de los campamentos, sin importar las diferencias.

Unión en cada acorde

Esa misma inclusión se percibe desde las bases de los campamentos porque, aunque "es recomendable", no todos necesitan nociones musicales para disfrutar de estas casi dos semanas de aprendizaje. Egoitz Conte, coordinador de Gazterock, recalca también la importante relación social que germina entre la treintena de jóvenes.

Y es que estos aspirantes a músicos se alojan grupalmente en el albergue de la catedral de Santa María, como es habitual desde el comienzo del proyecto, y pasan el tiempo libre juntos. "Cuando podemos, nos cogemos la guitarra y nos vamos por ahí juntos a tocar, porque eso une un montón", recuerda sonriente la joven gallega.

Pero, tras ese tiempo de ocio, es hora de ensayar. Los grupos se forman entre 3 o 4 personas "en base de qué instrumentos toca cada uno", indica Conte. Tras las pertinentes prácticas, al subirse al escenario, los anteriormente desconocidos artistas se complementan para traer a la capital gasteiztarra temas de todo tipo, desde Amy Winehouse hasta Franz Ferdinand.

Una puesta en escena que ha maravillado a la diputada foral de Cultura. "Me encanta, son buenísimos", expresa Ana del Val en su visita este viernes a la sala de música. Por ello, no es de extrañar que haya catalogado la iniciativa de "éxito absoluto", además de comenzar a conversar para poder realizar eventos de similar índole en un futuro cercano.

Por otro lado, también ha querido salir en defensa de la juventud, que está "muy denostada". "Hay mucho joven responsable que se dedica a esto (la música) y no se ve, por lo que desde la Diputación es fundamental darlos a conocer", añade.

Chicos y chicas que en menos de dos semanas han logrado conectar de manera profunda a través de canciones e interpretaciones que perdurarán en su memoria gracias a la convivencia y experiencia vivida en Gazterock.