Marcelo Mercadante: bandoneón. Juan Esteban Cuacci: piano. Olvido Lanza: violín. Analía Carril: voz. Javier Feierstein: guitarra. Emiliano Roca: contrabajo. Conservatorio Jesús Guridi. 19 de junio.

a amenaza de lluvia impidió a Ondas de Jazz concluir el pasado sábado su XV edición en la plaza Martín Ttipia. Sin embargo, el concierto benéfico a favor de Itxaropena pudo celebrarse con sold out en el Conservatorio Jesús Guridi. Corrió a cargo de Marcelo Mercadante Sexteto, que homenajeó a Astor Piazzola en su primer centenario. Además, fue la ocasión perfecta para que Xabier Añua, galardonado con la Makila de Honor de este año, subiera al escenario.

Para los amantes de las coincidencias, en 1955 sucedieron al menos dos acontecimientos. Astor Piazzola regresaba de París a Buenos Aires tras estudiar con Nadia Boulanger y creaba el Octeto Buenos Aires, con el que revolucionaría no sólo el tango, sino también la música.

Ese mismo año, Xabier Añua regresaba de Francia, donde también estudiaba, tras descubrir el jazz, y pedía a una radio local un programa.

Así como el argentino imprimiría su carácter a cada nota que compuso, grabó e interpretó desde entonces, Añua aportó a aquella ciudad que, gracias a la industrialización despertaba de su largo letargo decimonónico, la modernidad del jazz y del baloncesto. De esas y otras andanzas departimos Xabier Añua, Joseba Cabezas y yo mismo antes de que Kepa Koldo Ortiz de Urbina, en nombre de Laboral Kutxa, entregara el simbólico cheque a Isabel Benito, presidenta de Itxaropena.

Tras los discursos, callaron las palabras y habló la música. ¡Y qué música! Los seguidores de Ondas de Jazz recordaban el paso de Mercadante durante la VII edición. Y en su regreso, el argentino afincado en Barcelona no defraudó durante un generosísimo espectáculo cuyos temas propios (muchos extraídos de La llave, 2019) compartieron minutos con clásicos de Piazzolla. Al instrumental Verano porteño le siguió Analía Carril, la vigorosa y versátil cantante también presente, como el resto de sus integrantes, en el disco. El sexteto sentaba las bases de su propuesta: rigor milimétrico en la interpretación, juego de intensidades contrastadas, unísonos, cambios de ritmo, complejidad armónica y exquisitez en los textos de Pablo Marchetti.

Si a ello añadimos la maestría de cada intérprete, el resultado roza la excelencia. Por ejemplo, el tango exige a los contrabajistas un pulso especial, del que Emiliano Roca dio buena cuenta. No es fácil terminar las piezas como él: muy fuerte y con muchas y muy limpias notas. Como tampoco resulta sencillo encontrar un timbre tan apropiado para la guitarra en medio de la densidad sonora que forjan bandoneón, piano y violín. Y Javier Feierstein sabe hacerlo con elegancia. En medio, el sonido definitivo de Olvido Lanza al violín, que plantea una comprometida y algo rebuscada pregunta sobre el género: si bien el tango sin bandoneón no es tango exactamente, ¿qué es sin violín?

Evidentemente, Mercadante cumplió lo prometido: temas de Piazzola. Y ahí estuvieron Libertango, Balada para un loco o Adiós Nonino, que contó al piano con una de las introducciones más salvajemente bellas de la pieza, a cargo del imponente Juan Esteban Cuacci.

Fue uno de los momentos estelares de la tarde del sábado, antes de la eclosión final, en los bises, con Chiquilín de Bachín y La Llave, donde Carril confirmó su dominio del género.