- Transformar su tragedia personal en literatura fue lo que convirtió a Pablo Ramos (Avellaneda, 1966) en un referente de las letras argentinas, por lo que no es de extrañar que durante mucho tiempo haya negado la posibilidad misma de la felicidad. Hasta ahora.

“¿Dije que no existe la felicidad?”, exclama consternado. “Tengo mucho miedo a que no exista para mí. La alegría de que me publiquen me convirtió en un decidor de cosas que a veces no pensaba, ni sentía, y en un cobarde, también, porque es más valiente la posición real que tengo ahora. Sí, disiento de ese Pablo que alguna vez dijo que la felicidad no existe”.

Con una sonrisa permanente en el rostro, Pablo Ramos se siente “con más energías que nunca” para escribir. Gracias a esos ánimos renovados, el novelista bonaerense aprovechó los meses de confinamiento para poner punto y final a su mayor éxito, que es la saga protagonizada por Gabriel Reyes, su alter ego literario: tras El origen de la tristeza (2004), La ley de la ferocidad (2007) y En cinco minutos levántate María (2010), Desde esta noche tan oscura pondrá el broche definitivo a esta tetralogía familiar en octubre. “La escribí en ocho meses, a veces a más de 24 horas de escritura, me frenaban mis hijos para que durmiera”, asegura Ramos sobre una novela cuyo personaje principal, avisa, “va a ser complicado”, como es costumbre.

Aunque no es el único de sus proyectos, entre los que también figuran la escritura de una película y de varios ensayos, algunos de corte teológico. “Inéditas tengo más de mil páginas todavía”, afirma Ramos.

¿Y cómo son los libros de Pablo Ramos? El de Avellaneda narra desde su propia experiencia, la de un niño que asiste al final de su infancia tras la muerte de un amigo, la de un hijo amedrentado por la dura relación con su padre, la de un alcohólico que recibe misa por teléfono, con pan lactal y vino frizzé. No hay artificio en su escritura, sino una obsesiva búsqueda por la verdad a través de las palabras.

El propio autor de La ley de la ferocidad reconoce que su apuesta literaria es de una “megalomanía descomunal”, pero no le importa. Dice que escribe para “cambiar el mundo”, un enfoque que le “direcciona hacia el infinito” pese a los problemas que le haya ocasionado. “El beneficio directo que me trajo es que vivo de la literatura. Esta búsqueda de lo absoluto, cuando llego a un cachito, es un cachito mayor que el que busca un plazo fijo y se le vence a los 30 días’”, opina.

Por eso mismo ha sido menospreciado en alguna ocasión por falto de imaginación, como muchos escritores que, como él, se encuadran dentro de la literatura “autorreferencial” o de “autoficción”, algo de lo que Ramos no reniega en ningún caso.

“El artista es una cápsula de espacio-tiempo, un detalle por encima de todo lo creado por Dios para que termine la creación. Cada una de las personas que estamos acá, en el mundo, tiene algo adentro único e irrepetible que tiene que darle al universo para que termine de formarse”, sostiene al hablar de un estilo literario repleto de alusiones a su pasado.

Con 55 años recién cumplidos, Ramos admite que le importa “sobremanera” su legado como escritor y pide a Dios “tiempo”, unos “50 añitos” más de vida, para culminar su proyecto literario.

Pero el novelista de Avellaneda apunta más alto y ya está inmerso en otra de sus ambiciones, en este caso un homenaje a Santa Teresa de Jesús: que todas las personas de la ciudad argentina de Pilar lleven consigo un diario personal y lo dejen “para la lectura de su familia”.

“Que una persona se siente a escribir en este mundo es un milagro, y que se siente a escribir lo que le pasa es un milagro más elevado”, proclama un autor que, pese a los reveses que le ha dado la vida, conserva la fe en lo divino.