De nuevo silencio. La pandemia obliga. Este jueves debería comenzar la vigésima edición del Azkena Rock Festival. La celebración, además, tenía muchos y variados regalos preparados, empezando por el hecho de recuperar la tercera jornada que hace un tiempo se perdió como consecuencia de la crisis económica. Tenía que ser el certamen del reencuentro, de recuperar -aún con algunas restricciones- sensaciones, vivencias y compañías tras un 2020 en el que la llamada Sofa Edition suplió como pudo la inevitable cancelación.

Para esta ocasión tan singular se había conseguido mantener buena parte del cartel perdido hace doce meses, sumando además distintos alicientes, desde Iggy Pop hasta Offspring. Sin embargo, el covid quiere mantener su protagonismo. Solo queda esperar que en 2022, la familia azkenera pueda desquitarse a gusto. Será la mejor de las noticias.

Fue hace 19 años. Del 12 al 14 de septiembre de 2002. A finales del invierno de aquel año, los medios de comunicación recibieron una nota de prensa tampoco muy larga en la que se anunciaba la creación del Azkena Rock Festival, a llevar a cabo en la sala de la calle Coronación que tenía el mismo nombre (hoy Jimmy Jazz). Durante esos meses previos, se fueron anunciando las bandas participantes y se pusieron a la venta los abonos y entradas. Aquello pilló a mucha gente en la ciudad por sorpresa porque en realidad el espacio solo llevaba abierto desde otoño de 2001, pero, junto a grupos como Supersukers, Mudhoney, Sex Museum y Backyard Babies, se dieron los primeros -y muy calurosos- pasos de una aventura que en 2003 adquirió una dimensión que nadie esperaba.

En realidad, Mendizabala no era la primera opción. El certamen quería crecer pero pensaba en llevar a cabo en 2003 una edición intermedia con Mendizorroza como punto de encuentro con el público para ver si, tras el lleno en la sala, había todavía más agua en la piscina. No hay que ocultar además que en determinados ámbitos de la ciudad había reparo a la hora de apoyar al evento en ese proceso. Hay quien hoy se frota las manos con el impacto económico que tiene la cita pero que en su momento decía algunas lindezas irrepetibles sobre el tipo de público que podía atraer. Más allá de esta cuestión, y con Iggy Pop y The Stooges como gran y exclusivo reclamo, los días 12 y 13 de septiembre de aquel lejano año, el ARF se hizo mayor de golpe.

Con esas buenas sensaciones se quiso ir un paso más allá en 2004, proponiendo un festival de cuatro días (del 9 al 12 de septiembre) y un cartel de referencia. Pero no todo salió como estaba previsto, para empezar porque una tormenta de las que marcan huella en la primera jornada se llevó por delante conciertos, escenarios y muchas cosas (fue un penoso espectáculo ver algunas tiendas de campaña caer desde el pequeño monte anexo a Mendizabala). Para recordar, de hecho, aquella actuación de circunstancias bajo una carpa improvisada de unos New York Dolls impresionantes.

Para entonces, la marca azkenera ya estaba bien definida, más allá de que fueron las ediciones de 2005 -la mejor, para muchos- y 2006 las que hicieron del evento una referencia. Social Distortion, Wilco, Queens of the Stone Age, Bad Religion, Pearl Jam -de su mano se marcó el record de asistencia en un único día con más de 20.000 personas), My Morning Jacket o Buckcherry, por citar solo algunos nombres, marcaron un antes y un después.

Aptitud y actitud

Pero mientras el festival demostraba aptitud y actitud, echaba de menos el apoyo institucional. La edición de 2007 estuvo en el aire en muchas ocasiones, se cerró poco antes de su celebración y la propia organización reconoció que era un paso atrás pero con la intención de tomar impulso. Así fue. El compromiso de las administraciones se puso al día y desde ahí se empezó una nueva etapa llena de cambios. El certamen de 2008 fue el último en septiembre. El de 2009, el único en mayo. El de 2010, el primero en junio. Entre medio, el recinto vio pasar a Bob Dylan, Sex Pistols, The Black Crowes, Kiss, Slash, Alice Cooper, Chris Isaak, Fun Lovin' Criminals, Eli Paperboy Reed, Blind Melon, Duff McKagan's Loaded y muchos más.

Asentado ya en junio, el festival consiguió seguir creciendo sorteando los efectos de la crisis económica, hasta que en 2013 perdió el tercer día que había mantenido desde 2008. Fueron años complicados por los efectos de la situación general y por otras cuestiones, aunque en este último apartado, las cosas se empezaron a encauzar cuando en 2015, la promotora Last Tour reordenó su estructura interna y empezó a desarrollar un concepto de certamen más amplio.

Es ese Azkena Rock el que se construyó en este tiempo sin perder nunca de vista su pasado, sumando escenarios y carpas en Mendizabala, cambiando y ampliando sus servicios, introduciendo otras actividades paralelas, cuidando los detalles precisos para que la música fuera la gran protagonista pero no la única. The Who, Lucinda Williams, John Fogerty, Joan Jett, Van Morrison y Stray Cats, por ejemplo, hicieron suyo el recinto hasta 2019, hasta que el ARF y su gente se vieron por última vez en la capital alavesa. Luego llegó la pandemia y se abrió un paréntesis que todavía no tiene cierre.