- Pasado el tiempo y con perspectiva, analiza los duros comienzos y los datos que ahora tiene, que han consolidado su posición en la parrilla diaria de la cadena.

Comenzará la semana con el cumpleaños de 'Ya es mediodía'.

—Tres años, pasamos ya parvulitos y comenzamos la educación obligatoria. Más que encantados de haber superado cada curso y estar en el tercer año y la cuarta temporada.

Tres años en televisión y en ciertos horarios es mucho tiempo.

—Es verdad. Si lo miras objetivamente parece que tres años es poco tiempo, pero en televisión es mucho. La repercusión no fue grande al inicio, hubo que trabajarlo mucho. Fue un desarrollo lento, sostenido, no ha dejado de crecer desde septiembre de 2018. Ese mes fue cuando tímidamente empezó a subir.

¿Tuvo miedo de que el proyecto encallase y fuera retirado?

—Estamos muy satisfechos de haber podido devolver a la cadena todo lo que hizo por nosotros. Nos dio su paciencia para que Ya es mediodía fuera cocinándose...

Cocinándose a fuego lento.

—Eso sí es verdad. Además, sigue cocinándose y creciendo, creemos firmemente que hay margen para hacerlo en esa franja.

Un programa muy diverso. Usted lo mismo habla de política, de salud que de corazón...

—El tema de la salud lo ha impuesto la pandemia. Hemos aprendido muchísimo y nuestro interés estaba puesto en tener testimonios de cierto peso. Los científicos no eran personajes habituales en el programa.

Más bien de ningún programa.

—Han sido meses en los que han cambiado muchas cosas y había que dar respuestas a las muchas dudas de los ciudadanos. En todos los programas se ha ido por el camino de la ciencia. En Ya es mediodía todas estas opiniones se han combinado con contenidos más frecuentes en este espacio. No todo el mundo se pasa la vida entera hablando de política, fútbol o ciencia. Intentamos acercarnos a las conversaciones que puede haber en la barra de un bar.

¿Qué temas tienen más éxito?

—La política tiene éxito cuando se lo merece. No le regalamos minutos si a nuestro juicio no los merece. Cuando es trámite o argumentario puro y duro, no le damos espacio. Pero no tenemos un patrón de temas cerrados a priori, hablamos de lo que habla la gente. El corazón o la crónica social, como lo quieras llamar, tiene su espacio fijo en Ya es mediodía de las 14.30 a las 15.00.

El mundo del corazón ha estado presente en la pandemia con temas que para muchos han sido un refresco, el 'caso Merlos'. Seguimos siendo unos cotillas.

—Ja, ja, ja... Puede ser. O necesitamos relajarnos y tener una válvula de escape. A veces estos contenidos nos dan ese relajo. Estamos recordando el lío de Marta López y Alfonso Merlos. Estarás de acuerdo con que en la pandemia fue el momentazo televisivo que a todos nos despreocupó, aunque fuera momentáneamente, de lo que estábamos viviendo. Son cosas que pasan en Telecinco, ¡qué le vamos a hacer!

Vamos, que disfrutamos viendo qué pasa en las vidas ajenas.

—Sí. Pero supongo que disfrutar con las vidas ajenas no es un descubrimiento del siglo XXI. Nos gusta saber qué le pasa a la gente y, en ese sentido, Telecinco lo cuenta como nadie. Cada uno con su estilo y su identidad, pero contamos lo que pasa en todos los programas. Es cierto, nos gusta hablar de los demás e incorporamos los personajes a nuestras vidas. Ya no tengo el termómetro de mi abuela; por desgracia murió en enero, ella me hablaba de los personajes de Telecinco como si fueran sus nietos, sobrinos o de su familia. Conseguir eso no es sencillo.

Ahora se ha impuesto el drama contado por Rocío Carrasco.

—¿Se ha impuesto? Digamos que se ha abierto hueco en la actualidad. Incluso ha superado la frontera de la crónica social. Su denuncia ha superado todas las barreras y prejuicios. Todo el mundo ha estado hablando de ella, por algo será, ¿no? Por la importancia del mensaje, supongo. A mi juicio, tiene toda la importancia del mundo; por cómo monta Telecinco los programas, sin renunciar nunca al espectáculo... Y ahí tienes el resultado, unos datos de audiencia bárbaros.

Una repercusión sorprendente.

—El mensaje tiene mucha importancia y los datos avalan la repercusión de esta docuserie. Es importante por el formato, a todos nos llamó la atención: una mujer, una silla y una cámara. Además está la profundidad de lo que ha contado.

No todo el mundo está de acuerdo.

—Y yo no entro en juicios personales. Me gustaría que se hicieran lecturas constructivas sobre el maltrato psicológico. Está ahí y afecta a muchísimas mujeres, pero es invisible, transparente, no deja huellas físicas, tampoco deja cicatrices...

¿Usted mira las audiencias todos los días con obsesión?

—Con obsesión no. Pero sí, las veo todos los días a las ocho y diez. Me llegan los datos primero de la productora y después de la cadena. Sí, claro que los miro. Son el resultado de nuestro trabajo. Podríamos discutir sobre si la monitorización de la televisión es saludable.

Seguro que no.

—Eso, seguro que no. Genera un estrés que no sabemos por dónde va a salir. Me interesa saber cómo evoluciona el programa y ver los bloques minuto a minuto.

¿Una tortura?

—Si lo ves como parte de tu trabajo, no. A mí me gusta ver cómo reacciona un tema, cómo nos recuperamos de las publicidades, cuánto tarda un asunto en subir o cuándo pierde intensidad. Es mi trabajo: si no me interesara, cojo el petate y me voy.

"Si lo miras objetivamente, parece que tres años es poco tiempo, pero en televisión es mucho y la repercusión no fue grande al inicio"

"No todo el mundo pasa la vida hablando de política, fútbol o ciencia. Intentamos acercarnos a las charlas que puede haber en un bar"