- Quizás en el futuro sea imposible un libro al estilo de Cartas como películas. O tal vez, como dice Garbiñe Ortega, se construya a partir de whatsapps, correos electrónicos -que también están presentes en este proyecto- y “vídeos de TikTok o vaya usted a saber”. Antes de que eso llegue, la comisaria de cine gasteiztarra publica una obra en la que el arte epistolar se hace protagonista entre quienes han hecho de la creación cinematográfica su eje profesional y vital. El título, coeditado por La Fábrica y el festival Punto de Vista, es ya una realidad palpable, y será presentado el próximo miércoles 9 a las 19.00 horas en Elkar, donde la curator estará acompañada por Fito Rodríguez.

Ya en 2018 se editó un primer volumen en el que se recogía una selección de correspondencia entre cineastas de toda la historia del séptimo arte, desde los Lumière hasta autores de los años 70 y 80 del siglo pasado. “Mi obsesión y pasión viene desde ahí”, apunta Ortega al recordar una publicación que tomó cuerpo cuando ella se puso al frente del Punto de Vista. Cada cuatro años, el festival pamplonés cambia de dirección y, de hecho, la vitoriana ya se ha despedido del certamen, un adiós cuya guinda es esta, por así decirlo, segunda parte del libro. “Quería una publicación que tuviera cartas interesantes, bajo mi punto de vista, pero que trataran de trazar líneas y conexiones entre cineastas que la historia del cine no hubiera contando. Por ejemplo, Apichatpong Weerasethakul y Luis Ospina son dos seres y universos audiovisuales que jamás conectarías a priori. Pues aquí se encuentran”.

De todas formas, “la premisa no era solo buscar cartas interesantes sobre procesos creativos, misivas de admiración, de dudas, para compartir ideas y cuestiones por el estilo, sino también probar que las familias de la historia del cine están mucho más cerca de lo que nos han contando, que esas categorías son una manera de clasificar estilística o históricamente, pero que luego hay conexiones maravillosas que se escapan de esas barreras. Como comisaria y como editora me interesa mucho que nos replanteemos las categorizaciones y las maneras, a veces absurdas, de entender la historia del cine y del arte”, explica. A partir de ahí, en este segundo volumen también se hace especial referencia a creadores contemporáneos.

Eso ha supuesto más complicaciones puesto que “en este caso las cartas no están en archivos a los que acudir para hacer consultas. Aquí el trabajo ha sido con los propios cineastas y ha sido gracias a su generosidad y colaboración que me ha llegado este material. Eso ha hecho que sea un proyecto verdaderamente colectivo porque casi, casi, los primeros editores han sido los propios directores”. Con esas misivas se ha ido componiendo un puzle en el que “hay muchos hilos que van tejiendo el libro a lo largo de la lectura. Si lo lees de principio a fin, encuentras todas esas conexiones. No es solo una compilación de cartas”, sino, como en una película, una sucesión de “pequeñas secuencias”.

Incluso en este filme que se cuenta en el papel a través de la palabra escrita hay su parte de ficción, puesto que Ortega, siguiendo una máxima de Sarrionandia, plantea un capítulo en torno a las cartas “que nunca fueron”, invitando a cinco cineastas a que hagan una misiva imaginaria a personas del séptimo arte que nunca hayan conocido. Por ejemplo, Deborah Stratman escribe desde el hoy al Erich von Stroheim de los años 20 para hablar de su película Avaricia. Así se recoge en una publicación llena también de fotografías y fotogramas, una propuesta que “tiene muchas capas de apreciación” y puntos de interés.

“Para mí también es importante reivindicar esa forma epistolar que te coloca en un momento, en una forma de pensamiento que es distinta a la que estamos acostumbrados hoy en día, con la comunicación tan inmediata y corta que practicamos. En un momento en el que estamos en estas comunicaciones tan rápidas y en el que la atención es tan limitada, me parece importante reivindicar la escritura de una carta aunque sea delante de un ordenador, porque te coloca ante una atención diferente”, defiende, mientras entre las manos sostiene un libro en el que se los protagonistas comparten zonas comunes que tienen que ver con el respeto, la admiración, las ganas de compartir procesos, “el querer estar cerca para no sentirse solos ante las dificultades para hacer realidad sus proyectos”. Ortega sonríe: “el director del archivo fílmico de Harvard me ha dicho que el libro es una carta de amor al cine”. Poco más se puede añadir.

“En un momento en el que estamos en estas comunicaciones tan rápidas, es importante reivindicar la escritura de una carta”

“El trabajo ha sido con los propios cineastas y ha sido gracias a su generosidad y colaboración que me ha llegado este material”