Madrileña de nacimiento, su novela Regreso, que presenta en Maeztu este sábado, muestra su implicación y entendimiento de cómo se vive en el medio rural. Tiene relatos publicados en Casi todo es cuento, Bajo los adoquines, Ruido de fondo y Nada normal. Ganó el primer premio en el Certamen de Cuentos Ayuntamiento de Muskiz (Bizkaia) en 1999 y el primer premio Iguales en la diversidad de Leganés en 1994. Hace tres años puso en marcha un blog, La Primavera de los Cerezos, donde cada semana publica un relato. Regreso fue el ganador del LXVII Premio Ateneo Ciudad de Valladolid.

Vuelve a Álava.

-Mi novela se titula Regreso y me apetecía mucho regresar a Vitoria, a la ciudad en la que viví hasta los 18 años. De hecho mis hermanos son vitorianos y en esta ciudad hay un núcleo de mi familia. Es una ciudad a la que voy todos los años y en la que mantengo amistades de la infancia y mis amigas. Me hacía mucha ilusión regresar para hacer una presentación de esta primera novela.

¿Cómo surge ir a Maeztu?

-Cuando lo planifiqué, al recibir el premio, la situación estaba complicada por el tema de aforos y las medidas sanitarias y se nos ocurrió hacerlo en Maeztu, porque tengo una amiga que vive en Vitoria, pero que también tiene casa en Maeztu y ahora vive allí prácticamente por el tema del teletrabajo. La cuestión es que hay un espacio, el centro sociocultural, que tiene el Ayuntamiento, que nos parecía muy adecuado: es transparente, con ventilación y nos apetecía hacer una presentación un poco diferente, en un pueblo y con gente a la que le apetezca acercarse. Y esa es la vinculación. Además es que, cuando voy a Vitoria, siempre paso un día en Maeztu. Es un lugar que me gusta mucho.

¿Cuál es la historia del regreso del que habla el título?

-Es un regreso con varias vertientes. Físicamente es la vuelta del marido de Pura, que es la protagonista, cuyo marido, Segundo, la abandonó hace 35 años. Estaba como desaparecido de su vida y regresa al pueblo en donde vive ella. Eso provoca una serie de acontecimientos, pero también es el regreso de Pura, con la colaboración de su hermana Tita, a su propio pasado: a su infancia, a las vidas que han tenido...

¿Una mirada al pasado?

-Algo así. Lo que sucede da pie a un pequeño viaje que hacen, de una noche, a través de una conversación en la que revisan ese pasado, se sinceran, se conocen más entre ellas, se reconocen a ellas mismas de otra manera en ese momento tan singular de sus vidas. Y cuando culminan esa tarea ellas también regresan de una manera distinta, un poco más liberadas. Es como una puerta que se cierra y que también se abre a lo que venga en un futuro.

La historia se desarrolla en un entorno rural. ¿Hubiera sido diferente en un medio urbano?

-Totalmente. Pura, la protagonista, tiene 75 años. Ella vivía en León con su familia en un pueblo muy pequeño y tuvieron que hacer esa salida del pueblo en aquellos años, por las circunstancias. Desarrollo su vida en Madrid, pero regresa. Regresa a un pueblo, que es Robledo de Chavela porque por primera vez en su vida consigue tener en ese pueblo una vida activa, sin altibajos, sin malestares, aunque tenga sus circunstancias. Consigue tener una vida agradable, en la que da sus paseos con sus amigas, da un curso de patchwork, de coser, acude a un pequeñito club de lectura... y esto tiene su sentido que fuera en un pueblo, porque además el regreso de Segundo tiene lógica que sea en este pueblo, aunque para ella, que ha conseguido ese reducto pequeño, de vida apacible y serena, este regreso se lo pone todo patas arriba. Por eso tiene pleno sentido que se desarrolle en un pueblo y no en una ciudad.

¿Hay experiencia personal en esta novela?

-Directa mía hay pocos detalles, pero sí hay recuerdos familiares. Hay, por ejemplo, una vecina que está inspirada en una vecina real que tuvimos en Vitoria, que era un amor de mujer. Y esa vecindad, que ahora se ha perdido o al menos en las ciudades se ha perdido un poco, suma también retazos de otras personas, pero no es un calco fiel de nada que yo haya vivido directamente, aunque si de algunas experiencias cercanas.

Ha pasado del relato corto a la novela, ¿es un primer paso para ahondar en ese género literario?

-Creo que sí, que después de muchos años dedicada a escribir relatos o cuentos, tenía ganas de ir más adelante. Era algo que yo sentía, que tenía que dar lugar a una historia más desarrollada y la verdad es que me ha ido muy bien, no me ha resultado problemático en ningún momento. Y aunque sigo escribiendo relatos, porque yo mantengo un blog iniciado hace tres años, La primavera de los cerezos, y lo sigo haciendo continuamente, creo que la semilla de la novela ha anidado en mí y creo que habrá más.

Fue ganadora del premio Ateneo de Valladolid, una de las pocas mujeres en lograr ese reconocimiento en 61 ediciones. ¿Es difícil que las mujeres obtengan esos galardones literarios?

-No lo sé. No tenía idea que en este premio en concreto hubiera pocas mujeres premiadas. Lo supe cuando se hizo entrega del premio en Valladolid y la verdad es que me sorprendió muchísimo. Pensaba que a estas alturas este tipo de cosas ya no pasaban. No sé en el resto de certámenes cómo va, porque tampoco estoy muy al tanto, pero me parece que es algo muy sorprendente.

¿Cuáles son sus próximos retos?

-Voy a seguir manteniendo el blog en el que semanalmente voy escribiendo textos, aunque ahora, con las presentaciones, tendré menos tiempo y quizás no sea con tanta frecuencia. Pero lo voy a mantener. Para este verano espero ponerme con la segunda novela y poco más. Ocurre que Regreso me ha abierto puertas que no imaginaba y quiero dar una oportunidad a la literatura en mi vida.