Aunque nació y murió en el XIV, no fue hasta un par de siglos después cuando recibió el sobrenombre de El Malo calificativo obra del historiador castellano Diego Ramírez de Ávalos que quedó reflejado en su Crónica de los muy excelentes Reyes de Navarra. Desde entonces casi siempre ha sido considerado como un monarca odiado o despreciado, algo que al escritor, historiador y periodista Fernando Sánchez Aranaz le parece del todo injusto. “Es verdad es que un personaje un tanto marginado en la historia; de hecho, creo que es el único rey de Navarra que ni siquiera tiene una calle en Pamplona a día de hoy”, dice con una sonrisa el autor de Carlos II de Navarra. El rey que pudo dominar Europa (Mintzoa).Carlos II de Navarra. El rey que pudo dominar Europa

A buen seguro, de ello se tratará largo y tendido esta tarde a partir de las 18.00 horas en el salón de plenos del Ayuntamiento de Agurain, donde, respetando todas las medidas de seguridad e higiene que vienen marcadas por la pandemia, se producirá la presentación del libro en tierras alavesas. “Tenía que ser aquí”, remarca Sánchez Aranaz, sobre todo porque de la mano de Carlos II y sus acuerdos políticos y militares en la época, la zona de La Llanada alavesa volvió a ser tierra navarra entre 1367 y 1371. “Es alguien que tiene mucho más que ver con nuestro territorio de lo que se pudiera pensar en un primer momento”.

Así lo describe el autor de este viaje histórico que tuvo su chispa inicial también en Álava, en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Alaiza. “En el transcurso del aniversario del descubrimiento de las pinturas que están allí, me llamó la atención el contexto del momento en que se supone que se hicieron”, es decir, en plena guerra de Pedro I y Enrique de Trastámara. A partir de ahí, Sánchez Aranaz se interesó de manera más detallada por la figura de Carlos de Évreux, nacido el 10 de octubre de 1332, que fue alzado -en este reino no había coronación sino alzamiento- rey de Navarra el 27 de junio de 1350, cuando tenía 17 años, como Carlos II.

“Era un hombre que mientras hacía pactos con unos, los hacía también con los contrarios. Me interesó mucho su figura. Parece que era un poco gánster, un tanto facineroso, que hacía cualquier cosa para seguir mandando. Pero además era una persona muy honesta, muy culta, interesada por la música”, describe Sánchez Aranaz, que pone un ejemplo bastante claro con respecto a la época con respecto a la honradez de quien luego fue llamado El Malo “mientras estuvo casado no se le conoció ni una sola amante; cuando quedó viudo sí que tuvo relaciones con dos mujeres posteriores, con las que tuvo hijos a los que reconoció y de los que se preocupó”.

De esas facetas personales, de sus aspiraciones por derecho al trono de Francia, de su relación con el reino de Navarra y quienes lo componían después de una peste que dejó la población a la mitad, de sus ausencias y su vuelta, de sus tejemanejes con unos y con otros, de la petición que hizo para que, después de muerto, su corazón permaneciese en Uxue, y de otras cuestiones se trata en un libro en el que además, para ayudar a los lectores a no perderse, se incluyen varias genealogías. Hijo del conde Felipe de Évreux de la reina Juana II de Navarra, Carlos II llegó al trono navarro en 1350, después de un período turbulento en el que se había producido la Guerra de la Navarrería (1276), el reino estaba bajo los dictados de los monarcas franceses y la peste negra asolaba Europa.

Además, Francia e Inglaterra llevaban tiempo inmersas en la Guerra de los Cien Años. A todo esto hay que sumarle que Carlos II “empezó su reinado con mal pie”, ya que, aconsejado por sus asesores franceses, “ordenó las ejecuciones de Miluze”, para reprimir a los líderes de unas juntas que se organizaron en Pamplona para protestar por distintas cuestiones. Y a continuación se fue a Francia, “a defender sus territorios en Normandía y a reclamar otros como el Condado de Champagne, que había sido de su abuela, hija del rey Francia”.

“Es un personaje un tanto marginado por la historia; que sea el único rey de Navarra que no tiene calle en Pamplona ya dice bastante”

Las pinturas murales de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Alaiza están en el origen del proceso de creación del libro