Aunque lleva años desarrollando su exitosa trayectoria musical desde Alemania, el pianista Alfonso Gómez regresa siempre que puede a casa. En esta ocasión, además, para compartir con el público Préludes, un programa armado junto a Ensemble Cairn y que toma como punto de partida los preludios de Chopin y el trabajo, desde ellos, desarrollado por Ramón Lazkano. El recital tendrá lugar mañana a partir de las 19.00 horas en un Principal donde, aunque no muchas, todavía quedan entradas a la venta. Después, el gasteiztarra iniciará la vuelta a tierras alemanas, periodo de cuarentena incluido.

Terminó 2019 ganando el galardón más importante de Francia para grabaciones musicales y aunque luego llegó la pandemia, no ha parado de editar nuevos discos, como el reciente álbum con las 'Veinte miradas sobre el niño Jesús' de Olivier Messiaen, sin perder de vista que ha podido mantener viva, por lo menos en parte, la agenda con algunos conciertos. ¿Cómo está viviendo todo esto?

-La situación es muy complicada. 2020 empezó muy fuerte y había novedades importantes para mí, pero de repente se cayó el mundo. Fue muy difícil parar y percatarte de la importancia del momento. Creo que eso le sucedió a mucha gente. Paras y te preguntas cuándo fue la última vez y por qué no lo haces más a menudo. Ves que tienes más tiempo con la familia, para leer, estudiar. Hay una sensación como positiva. También creo que al principio había más solidaridad, estábamos más dispuestos a dejarnos las libertades si con eso salvábamos la salud de los demás ciudadanos. Ahora eso ha desaparecido. Estamos cada vez más tensos. Pensamos más en lo que no podemos hacer en vez de en lo que se está consiguiendo. Ese sentimiento un poco más positivo del principio lo teníamos que haber mantenido en el tiempo.

¿Y en el aspecto más profesional?

-En lo musical, cuando pasó todo esto, la gran pregunta fue: ¿qué hago? Un compositor para su trabajo no necesita estar viajando, por ejemplo. Puede seguir haciendo cosas, su labor. Pero para un músico dejar de tocar es muy duro. Además, está la presión que tenemos en el mundo musical de qué pensarán los demás, si afectará a lo que el público espera o no de ti. Y hay un tema añadido que es importante. Aquí tenéis conciertos, aquí estáis muy bien. En Alemania no hay conciertos desde hace un año, salvo en agosto y septiembre que se pudo hacer algo. Pude tocar en Berlín en septiembre pero ya no. O tocas en España o no tocas. Para mí, la salida a esa situación ha sido grabar, sacar nuevo repertorio y estudiar muchas obras nuevas que espero tocar en el futuro. La única posibilidad de comunicarme con el público es a través del registro discográfico. Hay mucha gente que ha optado por los vídeos, en Youtube. Los streaming han sido de una gran ayuda pero ahí también veo una especie de arma de doble filo.

¿En qué sentido?

-Acostumbras al público a quedarse en casa. Y también a esa falta de calidad que hay en los streaming y en Youtube, que es un compañía, por otra parte, a la que le estamos dando demasiado espacio en la cultura.

En este 2021 ya ha pasado lo mismo en Vitoria con dos formaciones internacionales, una de danza y otra la que iba a cerrar en mayo los Grandes Conciertos: el covid ha impedido que puedan girar al final. ¿Se está encontrando con muchas dificultades para recorrer, como lo hacía antes de la pandemia, escenarios de diferentes países?

-Entiendo que la gente cancele porque viajar se ha convertido en una pesadilla. Y no digo que esté en contra de las medidas actuales. Por supuesto, el objetivo de todos es acabar con esta pandemia y tenemos que centrarnos en ello. Pero en el momento en el que tienes que trabajar y, para ello, viajar, te lo ponen muy, muy difícil. Primero, los test PCR con 48 horas de antelación. Eso lo pagas de tu bolsillo. Depende de donde vayas, igual no conoces la estructura, a qué hospital tienes que recurrir si pasa algo, cómo actuar con el seguro y demás. Y para la vuelta tienes que pensar que debes hacer cuarentena. Ahora, un viaje a Vitoria a mí me cuesta dos semanas de parón completo. No puedo salir de casa cuando vuelva. Así que te lo piensas mucho antes de tocar. Para mí, este concierto es muy importante. Es importante tocar en Vitoria, en el ciclo Grandes Conciertos, en el Principal y, además, con un programa tan bonito y especial. Por eso lo hago. Si hubiera sido en otra ciudad, hubiera declinado hasta que esto no cambie.

Por fortuna sí va a actuar en su ciudad con un programa curioso porque pone en conversación dos creadores distintos como Chopin y Lazkano. ¿Qué les une?

-Mucho más de lo que uno piensa. Primero, la tradición del preludio. Es algo que viene del primer barroco. El preludio era una especie de momento en el que medio se improvisaba para después afrontar la obra principal. Luego, se empezó a independizar con autores como Johann Sebastian Bach. En el romanticismo, todo el mundo se volvió loco. ¿Por qué? Porque el romanticismo vive también de lo corto, de esos momentos exaltados. Para Chopin y otros compositores fue una manera de afrontar la tradición pero de una forma, por entonces, contemporánea. Son poemas musicales. El preludio es la lírica musical. Y después la tradición ha seguido. Ha habido preludios de Debussy y de compositores más actuales. Igual quien no conoce a Ramón Lazkano piensa que su atención está totalmente centrada en la vanguardia, algo que es verdad. Pero si escuchas una conferencia suya sobre compositores, siempre está hablando del pasado, de lo que hizo Chopin o Gustav Mahler, por ejemplo, y lo que nos puede afectar a la manera de escuchar o de componer música contemporánea. Así que no me sorprende que se le haya elegido a él para mostrar su imagen sobre el preludio desde una óptica contemporánea.

¿Cómo va a ser su relación con los integrantes del Ensemble Cairn, ese otro diálogo que propone el recital?

-Digamos que mi posición dentro del concierto es muy purista. Toco a Chopin y no altero ni una nota ni una dinámica. Ellos sí que tocan la obra de Lazkano, que además es un estreno mundial absoluto, lo que es una ocasión única para Vitoria. Igual sí hay unos pocos, muy pocos segundos en los que el ensemble empieza justo cuando el piano deja la resonancia o al revés. Pero son tres momentos en todo el concierto. El pasado y el presente se van a tocar pero justo en el vértice.

Por lo menos aquí, el público está respondiendo tanto a conciertos como a representaciones, recitales y demás. ¿Lo siente más comprometido por la situación?

-Sin duda. Una persona que va a un concierto es alguien que también asume un tipo de riesgo. Y está dispuesto a asumirlo por el bien de la cultura. Cuando en Alemania comento con los compañeros de trabajo que aquí hay conciertos les parece increíble. Se sorprenden positivamente. Es que es posible. Y sabemos en Alemania que el riesgo es mínimo, que se ha demostrado empíricamente que el riesgo de contagio es mínimo. El hecho de que Alemania no haya querido aún arriesgarse está dejando mucha huella en el mundo cultural del país. Estamos muy insatisfechos con esa política. Así que lo que está sucediendo aquí no es algo que se debe dar por supuesto. Desde el extranjero, la situación cultural aquí se está observando muy detenidamente.

"Para mí es importante tocar mañana en Vitoria, en los Grandes Conciertos, en el Principal y con un programa tan bonito y especial"

"El streaming y Youtube acostumbran al público a quedarse en casa. Y también a esa falta de calidad que hay en las emisiones"