- Iba a despedirse de los escenarios en mayo del año pasado en Biarritz pero el prolongado cierre de los teatros en Francia debido a la pandemia se lo impidió. Hoy lo hará en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia, a las 19.00 horas, bailando Mozart à 2, un repertorio de la que ha sido y seguirá siendo su compañía, Malandain Ballet Biarritz. "Estoy muy emocionada, una parte de mi vida se acaba. Se dice entre los artistas que es una primera muerte, ya no bailaré más en el escenario", explica Ione Miren Agirre, que en la última década ha sido una de las primeras bailarinas de la compañía de Biarritz, dirigida por el reputado coreógrafo Thierry Malandain.

Es consciente de que con 33 años echará mucho en falta sentir esa sensación inexplicable que se percibe delante del público: "En estos momentos, es cuando mejor me siento a nivel de madurez, de interpretación... Cuando eres más joven solo piensas en las correcciones, en la perfección... Ahora, bailo mucho más con el corazón y con más confianza. Pero inicio una nueva etapa muy ilusionante en la que la danza sigue siendo mi compañera", asegura esta bailarina vasco-venezolana con orígenes familiares en Durango.

Entre sus recuerdos le acompaña siempre una foto de su padre, Paul Aguirre, quien fuera presidente del Centro Vasco de Caracas y la voz de la resistencia vasca en América, que podía escucharse en aquella emisora antifranquista llamada La Txalupa-Radio Euzkadi. "En esta imagen, mi aita está bailando la ezpata-dantza. De niña, en el Centro Vasco se realizaban muchas actividades culturales. También veía a muchos grupos vascos. Quizás ahí empezó a gestarse mi afición por la danza. Mi madre también me decía que yo era incapaz de estar quieta. Me encanta el movimiento, me pasaba la vida bailando. Yo no caminaba, iba saltando", rememora la bailarina vasca.

Ione Miren Agirre no recuerda el momento en el que se puso por primera vez las zapatillas de ballet, "era muy pequeña". Pero fue cuando la familia regresó de Venezuela cuando comenzó a estudiar euskal dantza. A su padre, nacido en Bilbao en 1927 y de corazón de Durango, le tocó vivir la Guerra Civil y los bombardeos en Durango. Con la ayuda de la familia y del Gobierno Vasco, pudo ir de refugiado a Baiona. Al final de la guerra, se fue a París y trabajó un tiempo allá, pero pronto decidió irse como muchos vascos a Venezuela.

Allí tuvo una vida muy activa socialmente, fue también presidente de la Junta Territorial del PNV en Venezuela y tuvo un papel muy importante en la difusión de la cultura vasca. Con los años, pudo cumplir su sueño: regresar con su familia a Euskadi. Lo hizo una primera vez en Hondarribia, en Jaizkibel, y una segunda vez en Baiona. Fue allí donde Ione Miren Agirre descubrió la pasión por la danza. "El profesor que me enseñaba euskal dantza también impartía clases en el Conservatorio de Ballet, en Baiona, y me dijo que tenía aptitudes para el ballet".

Con 11 años la animaron para inscribirse en la Escuela de Danza de la Ópera Nacional de París: "Me eligieron y me fui allí. Fue duro porque tuve que abandonar a mi familia, marcharme sola a un internado... Esta es una profesión muy sacrificada. Era una niña pero sabía lo que quería", recuerda.

Tres años más tarde pasó a la Escuela Superior de Danza de Cannes Rosella Hightower y en 2005 se incorporó al Ballet Biarritz Junior. Un año más tarde, le llamaron para ofrecerle un contrato en Malandain Ballet Biarritz. Desde entonces, lleva toda una vida dedicada al ballet, "un trabajo infinito, que nunca se acaba, buscando la perfección. Físicamente los bailarines somos deportistas de élite, pero cuando consigues hacerlo bien, encuentras una forma de libertad". Porque para Ione Miren Agirre, el ballet no es una profesión, es una forma de vida y un arte que reúne un poco el resto de las artes: lo escultórico, la poesía, la música...

La pandemia no se lo ha puesto nada fácil a los bailarines. "Hace mas de un año los teatros cerraron, abrieron septiembre y varias semanas después volvieron a cerrar de nuevo. Nos afectó muchísimo. Nuestra profesión no es solo el trabajo en estudio, sino también subirnos al escenario. A partir de agosto tuvimos el permiso para bailar en la compañía. Nos hacemos una PCR a la semana para poder ensayar juntos sin mascarillas, Si no, es imposible, tenemos un protocolo sanitario muy estricto. Pero las cosas han cambiado muchísimo. Normalmente, solemos hacer unas cien representaciones al año, permanecemos muy poco tiempo en Biarritz porque estamos fundamentalmente de gira. Ahora ha cambiado todo, de vez en cuando tenemos alguna actuación fuera, como esta de Donostia, que nos da un respiro terrible y me da la posibilidad de despedirme en un escenario".

En 2019, Agirre tuvo una niña, Lorea, pero "no quería que mi maternidad fuera el fin de mi carrera. Cuando estaba embarazada, me plantearon la posibilidad de empezar a trabajar con niños y niñas en las escuelas. Me gustaba mucho la idea de promocionar el ballet entre los niños y niñas vascos en los centros educativos". "Un reto que me gustó tanto que cuando di a luz me planteé dedicarme a ello. Sigo trabajando con la compañía; es genial. Y ahora, tras mi retirada de los escenarios, lo voy a hacer con más dedicación todavía".

La bailarina forma parte de Planeta Dantza, un proyecto innovador transfronterizo de ballet, expresión corporal, medio ambiente y educación escolar. Se inició hace dos años con el proyecto Sirenas-Itsaslaminak-Sirènes, con actividades dirigidas a alumnado de primer ciclo de la ESO, que combinaba también el ballet y la sensibilización ambiental.

"Les invita a crear movimientos, a que sean curiosos, por ejemplo, cómo podemos movernos dando la sensación de que hay una marea negra, que el mar está contaminado por el petróleo, que es elástico, pegajoso... El objetivo es transmitir mi pasión a niños y niñas que desconocen este mundo, tratando los problemas medioambientales desde el punto de vista científico y desde el punto de vista artístico. Además, en estos momentos en los que tenemos que convivir con una pandemia, con mascarillas, bailar les puede transmitir libertad. Los talleres se imparten en tres idiomas. Yo ahora estoy dando clases de euskera, porque quiero involucrarme más en la difusión de la cultura vasca, como hizo mi aita".

Ione Miren Agirre no puede hacer más que un balance muy positivo de toda una vida subida a los principales escenarios del mundo: "Me quedo en mi profesión, mi pasión, pero, en lugar de bailar yo, ahora haré bailar a los niños. Por mi, hubiera bailado más, pero creo que es el momento de afrontar nuevos retos personales y profesionales. Además, estoy contenta porque puedo despedirme en el escenario. Muchos bailarines terminan con una lesión y no lo pueden hacer. Y lo voy a hacer con Mozart à 2, que es muy especial para mí. Lo he bailado más veces. Hace unos años en Bogotá, de donde es mi madre, lo iba a bailar, pero no pudo ser, porque me lesioné. Mi familia y yo lo tuvimos que ver sentados desde el patio de butacas. Fue frustrante. Ahora en el Victoria Eugenia me voy a tomar la revancha", concluye sonriente.

"Guardo una foto de mi aita, Paul Aguirre, la voz de la clandestina Radio Euzkadi, bailando la ezpata-dantza"

"Participo en un proyecto transfronterizo para promover la danza entre niñas y niños vascos"

Bailarina