Iñigo Peña: saxo tenor. Víctor Carrera: trompeta. Jan Doménech: piano. Nelson Saavedra: bajo. Pedro Fullana: batería. Conservatorio Jesús Guridi. 16 de marzo.

ecién llegado de Barcelona y con la maleta repleta de temas propios, el saxofonista Iñigo Peña y sus compañeros ofrecieron un fabuloso concierto. Un nuevo ejemplo de la cantera de Vitoria-Gasteiz, y también una muestra del fondo de armario de este artista de veintisiete años que no se cansa de recordar que el jazz, además de inspiración, es trabajo. Fue la ocasión para presentar en primicia siete piezas que, como anunció, formarán parte de su próximo trabajo de estudio. A su lado cuatro grandes músicos y un lugar de referencia: el Liceo de Barcelona.

Comenzaron con I Remember Eyra, una composición suave, abierta, que creció del diálogo inicial de contrabajo y piano al arranque de saxo y trompeta. Madurez pese a la juventud, conceptos asentados, espacio para el solo de cada intérprete: trompeta, saxo, piano, contrabajo y vuelta al tema.

Más funky fue Travel, pero tan melódico que las esquinas afiladas del género fueron dulcificadas por curvas sinuosas. Una pieza de media tarde, justo para esa hora en que descolgamos nuestra camisa favorita y salimos a la calle convocando a la brisa de julio sobre nuestra piel de verano. Y de colofón, de nuevo el piano reflexivo, intimista, de Doménech cerrando el círculo que había trazado con el compás de sus dedos.

Entró a bloque el quinteto en Fourth Floor. Rozaron el bop, la rebeldía asimétrica del jazz tras la II Guerra Mundial. Y pronto Saavedra tomó la iniciativa en un obsesivo solo remarcado aquí y allá por silencios y acordes de Doménech. Tema complejo, denso, más nocturno y rabioso, con Carrera a gran nivel (grandes agudos) y Peña dejando espacio a los otros. Y un unísono final que arrancó los aplausos del otra vez lleno auditorio del Conservatorio Jesús Guridi.

Con ecos de Jimmy Giuffre empezó Forever. Primera balada de la tarde-que-ya-era-noche. Y la sencillez no exenta de elegancia se apoderó del escenario: balada intensa, entre jazz y pop, con un Peña que bordó su intervención. Bellísima pieza.

Los diálogos dieron para conversar con él. La escena jazz de Barcelona bulle, hay oportunidades de acoplarse a una jam o de compartir proyectos como Drop Collective, a punto de grabar su segundo disco con temas propios. Y aunque “no es indispensable” tener un disco grabado, es la manera de “mantener activa a la banda”, sobre todo en esta época de magras actuaciones.

Quedaba tiempo para Space Voyage, vanguardista en sus melodías rotas, en sus ciclos, en esas notas como colgadas del vacío de Saavedra y en la trompeta al límite, como sampleada, de Fullana. Al viaje espacial le siguió Night Walk, iniciado con un atrevidísimo Peña, solo ante el auditorio y envolviendo de niebla, de paseo nocturno y solitario, las notas de su saxo. Fraseos largos llevados al extremo de la capacidad pulmonar.

Quedaba una sorpresa: entre el público se encontraba, como casi siempre, el legendario y muy querido Javier Añúa, cuyo alegato a favor de la cultura con mayúsculas quedará para siempre en el recuerdo de la XV edición. Los temas están compuestos. Estos músicos buscan rodarlos, contrastarlos con el público, hacerlos vivos. Y grabarlos al final del año. Esperamos que la maleta del quinteto contenga pronto su trabajo publicado.