Es la música la que marca su camino diario ya sea en los escenarios, los estudios, los locales de ensayo o las aulas. Pero el impulso fotográfico también está presente en la senda creativa del gasteiztarra Eneko Espino, aunque sea una faz que, salvo a través de alguna exposición anterior, casi haya permanecido oculta para el público. Como en tantos otros aspectos, el confinamiento vivido hace ahora un año está en el motor de arranque de una iniciativa que cristaliza ahora y que se sirve de Internet para mostrar, pero no en una sala física al uso, sino en esa gran galería que es el mundo virtual.

La naturaleza, con especial atención a la de Álava, es la gran protagonista de esta puerta abierta a través de enekoespino.com. "La idea es compartir mi trabajo, no tanto vender, aunque ahí está la posibilidad, sobre todo para poder cubrir gastos de desplazamiento, equipo y esas cosas", sonríe. De momento, pájaros, mamíferos, paisajes y montañas sirven para estructurar las cuatro partes de un amplio contenido que dentro de poco se nutrirá con alguna que otra sección más.

Aunque su relación con la fotografía viene de lejos, salvo algún pequeño paréntesis, fue el encierro de hace doce meses lo que terminó de impulsar el proyecto. Tanto a él como a su familia, el confinamiento le llegó estando en Moreda de Álava. "Estábamos allí, llegó la primavera, que es una época de plena efervescencia para la naturaleza, y tenía el equipo, así que cuando pudimos empezar a salir de casa aunque solo fuera un kilómetro, yo a 200 metros ya podía hacer fotos de muchos animales y lugares".

Parte de esa producción es la que se puede ver ahora, aunque también se incluyen imágenes registradas en los humedales de Salburua y el bosque de Izki (la mayor parte hechas de un año a esta parte), sin pasar por alto instantáneas tomadas en otros países, en zonas como los Alpes, el desierto del Sahara, o el Parque Nacional de Yosemite (Estados Unidos). Son reflejos de momentos irrepetibles, huellas que cuesta mucho trabajo conseguir, más del que se suele pensar. "Es una disciplina que requiere horas, paciencia y trabajo. Eso y tener una gran capacidad de frustración porque muchos días te vuelves a casa de vacío".

Lo primero es "patear y observar", fijarse, sobre todo, en aquellos lugares donde los animales que interesan suelen acudir de manera habitual. "Hay que conocer sus costumbres, eso es importante", de manera fundamental en esas horas que son más propicias por la luz, es decir, en los amaneceres y los anocheceres. "Ahora estamos hablando, por ejemplo, de las siete de la mañana y las siete de la tarde", lo que supone que hay que ponerse en marcha bastante antes y volver mucho después. "Lo que más me interesa es la estética de la fotografía; la composición, la luz... es lo que busco", aunque eso supone "meter mucho tiempo, sabiendo que hay días en los que regresas y te preguntan ¿aita, qué has sacado hoy? a lo que tienes que responder que ni un gorrión".

Eso sí, lo que tiene claro Espino es que no solo no hay que forzar nada, sino que el respeto a la naturaleza tiene que ser máximo. "Hay que ser responsable por encima de todo. No te puedes acercar ni puedes molestar. Por ejemplo, ahora que va a empezar la época de apareamiento, no todo vale para sacar una foto", más allá de que haya fotógrafos "a los que no les importa cebar a un animal para tenerlo cerca. Eso es terrible", explica mientras a su lado reposa la pesada mochila donde va parte del equipo fotográfico necesario para hacer el trabajo, aunque falta el trípode, la malla de camuflaje, el... Parece que no, pero todo suma espacio y peso.

Más allá de que sea en este momento cuando el creador vitoriano abra al mundo virtual su labor (que también se puede seguir en Instagram en el perfil @enekoespino), la relación del músico con la fotografía viene de lejos. "Como todos, supongo, empecé por mi cuenta, viendo muchos libros, fotografías, conociendo a otros autores" hasta que en 2005 entró en la Escuela de Artes y Oficios para completar su formación junto al artista, profesor y agitador cultural Koldo Mendaza. "Es una máquina. Él me cambió la manera de ver la fotografía y de disfrutarla. Yo, que soy profesor de música, le veía a él dar las clases y decía: es pura pasión. Era una gozada escucharle".

Contagiado por ese ímpetu, aprovechaba cualquier momento para ir haciendo camino, no siempre en relación a la naturaleza. Por ejemplo, "he hecho mucho retrato y también fotos de conciertos", de ese otro ámbito que le configura dentro de la cultura. "He disfrutado y disfruto con la fotografía en diferentes facetas", pero Espino reconoce que siente pasión por lo que ahora muestra. "Siempre me ha encantado la montaña. He sido del club Goiena, he escalado, esquío y el contacto con la naturaleza siempre ha estado ahí. Claro, con el confinamiento me encontré en la naturaleza, solo, en silencio. Y, como me pasó hace poco en el pantano esperando a unos cormoranes que tenía localizados y que no aparecieron hasta casi cuando me tenía que ir, puedo pasar horas y horas, un tiempo en el que desconecto de todo. Se me pasa el tiempo volando aunque no tire una foto".

En ese interés por la fotografía en torno a estas cuestiones, Espino no para de formarse. "Es un mundo impresionante y puedes encontrar a muchos y muy buenos fotógrafos, por ejemplo ahora en Instagram. Además, sigo a autores cercanos y referenciales como es el caso de Ramón Arambarri. De todos ellos, de los libros que tengo, de mi seguimiento de National Geographic, de lo que he ido viendo y conociendo me he ido empapando para saber más sobre composiciones, técnicas, luces€ Y sigo aprendiendo".

Lo hace mientras la música no para. "Los dos ámbitos son creatividad y me encantan", describe. Eso sí, apunta que en la fotografía "aunque tienes que estar muy concentrado, estás solo, y para mí eso significa relajarme y estar disfrutando del silencio. Cuando estoy con la fotografía me olvido de todo".