- Reivindicar la figura de un rey, Carlos II, al que se le aplicó el apelativo de El Malo "injustamente" y que no fue un mal monarca para el Reino de Navarra, "a pesar de que las calles y los monumentos lleven el nombre de su hijo", Carlos III, "que también fue un buen rey, pero, claro, tenía alianzas con Castilla y ya se sabe que la historia nos la han escrito desde Madrid y alrededores". Así explica Fernando Sánchez Aranaz los motivos que le llevaron a interesarse por esta figura histórica y a escribir un volumen que ahora ve la luz con la editorial Mintzoa bajo el título de Carlos II de Navarra. El rey que pudo dominar Europa.

Carlos de Évreux, nacido el 10 de octubre de 1332, fue alzado rey de Navarra el 27 de junio de 1350, cuando aún no tenía 18 años, como Carlos II. El sobrenombre "se lo puso en el siglo XVI el historiador castellano Diego Ramírez de Ávalos en su obra Crónica de los muy excelentes Reyes de Navarra", y los historiadores franceses "acogieron con estusiasmo esa ocurrencia, no así los vasconavarros Arnaud Oihenart (1592-1668) y el padre José Moret (1615-1687), primer cronista del Reino", apunta Sánchez Aranaz, que insiste en que "sabido es que la historiografía oficial, la que se enseña en los colegios, la escriben los vencedores". Por ello "resulta una actividad razonable la de revisar y reescribir la historia", cuyos hechos, además, "nunca se deben juzgar con la mentalidad de nuestra época", añade el escritor, un "navarro de Álava" autor de títulos como La batalla de Vitoria. 21 de junio de 1813 y de Iñigo de Loiola. Tribulaciones entre Navarra y Roma, entre otros.

El interés de Sánchez Aranaz por Carlos II surgió hace unos años cuando, junto con otras personas, estuvo estudiando las pinturas de una iglesia de Alaiza, situada en el pueblo alavés de Iruraiz- Gauna, cerca de Agurain. "Artísticamente no son nada de otro mundo, pero simbólicamente, sí. Y llegamos a la conclusión de que las habían hecho alrededor de 1367 soldados ingleses que estaban con las tropas del Príncipe Negro, Eduardo de Woodstock, que era, además, duque de Aquitania, que había entrado para devolver al trono a Pedro I de Castilla. "Previamente a esa campaña se había producido un acuerdo, el Pacto de Libourne, entre el reino de Inglaterra, que tenía el ducado de Aquitania; Pedro I, el rey de Castilla destronado, y Carlos II", en virtud del cual, a Navarra se le devolverían los territorios que había conquistado en 1200 el rey de Castilla, Alfonso VIII. "Investigando un poco sobre este rey navarro, tuve en manos un documento en el que Carlos II reconocía a la villa de Agurain los privilegios y fueros que le había dado el rey de Castilla en 1256, Alfonso X, y añadía los que le dieron mis antepasados los reyes de Navarra". Así "llegamos a la conclusión de que Agurain había tenido un fuero navarro anterior al fuero castellano y que eso podía haber ocurrido también en otros casos, como el de Vitoria, por ejemplo". Todo esto llevó a Sánchez Aranaz a querer profundizar en el personaje de Carlos II. "Lo primero que te encuentras en los libros de historia habituales es que le llaman El Malo, y eso me generó aun más curiosidad por saber quién fue". Así se fue documentando a través de otros libros y de fondos archivísticos hasta configurar esta biografía.

Hijo del conde Felipe de Évreux de la reina Juana II de Navarra, Carlos llegó al trono navarro en 1350, "después de un período turbulento", en el que se había producido la Guerra de la Navarrería (1276), el reino estaba bajo los dictados de los monarcas franceses y la peste negra asolaba Europa. Además, Francia e Inglaterra llevaban tiempo inmersas en la Guerra de los Cien Años. A todo esto hay que sumarle que Carlos II "empezó su reinado con mal pie", ya que, aconsejado por sus asesores franceses, "ordenó las ejecuciones de Miluze", para reprimir a los líderes de unas juntas que se organizaron en Pamplona para protestar por distintas cuestiones. Y a continuación se fue a Francia, "a defender sus territorios en Normandia y a reclamar otros como el Condado de Champagne, que había sido de su abuela, hija del rey Francia".

Durante los primeros 20 años de reinado, Carlos estuvo muy metido en esas luchas, "y eso le dio mala fama aquí porque se decía que había abandonado Navarra". Sin embargo, según Sánchez Aranaz, "no todo es así de sencillo, ya que él era un señor feudal y como tal cobraba los tributos de sus territorios; ingresos que, a su vez, le permitieron sacar adelante el Reino". En este sentido, el autor subraya que, después de esa primera temporada centrado en el país vecino, donde incluso llegó a estar preso, "se desató de ese sometimiento a los reyes franceses y consiguió que Navarra fuera completamente independiente, así que fue, después de mucho tiempo de influencia gala, "el primer rey de Navarra con todas las consecuencias". "Y lo hizo bastante bien, a pesar de que no tiene ni una sola calle en Pamplona", insiste Sánchez Aranaz, que indica como acciones positivas de su mandato sobre todo la gestión económica, así como la construcción de monumentos como el Convento de los Franciscanos que hubo en el parque de La Taconera y la recuperación del Palacio de los Reyes -hoy Archivo Real- entonces en manos del obispo de turno.

A la vez, el escritor reconoce sentir cierta "pena" por este monarca, ya que perdió a sus hermanos y a su mujer "y se quedó solo". Un hombre que, a su juicio, "pudo dominar Europa porque pudo llegar a ser rey de Francia; porque tuvo poder en Inglaterra por el matrimonio de una de sus hijas y porque si Enrique de Trastámara no hubiera asesinado a su hermano, Pedro I de Castilla, Navarra habría conservado sus territorios occidentales y la historia habría cambiado mucho". Esto, sin olvidar que también mandó una expedición a Albania.

Al final de su vida, y en su tercer testamento, Carlos II dejó escrito que quería que su corazón reposara en Ujué/Uxue, villa con la que había establecido una estrecha relación. "Tuvo un final triste, ya que, además de su soledad, su hijo Carlos III se casó con la hija de Enrique de Trastámara, estableciendo alianzas con Castilla que no fueron malas para Navarra, pero que no dejaban de llegar de quien había sido su enemigo".

Consciente de la dificultad de quedarse con toda la información de fechas, parentescos y demás, Fernando Sánchez Aranaz incluye al final del libro una serie de árboles genealógicos que ayudarán en ese sentido, así como una extensa cronología que servirá de guía. Y es que el grueso del libro está escrito en "estilo divulgativo" para que atraiga a toda clase de lectores.