Folketik jazzera ensemble (Errabal) es el debut de la joven saxofonista Haizea Martiartu, en el que homenajea a la música folk vasca con la que creció, de Oskorri a Laboa, ahora traducida a partituras de jazz. “El arte debería existir para romper prejuicios; al menos en parte”, explica en esta entrevista.

Su estrenó casi con la pandemia...

-De hecho, este será nuestro debut y, además, nada menos que en el Arriaga. Todavía quedan entradas y será emocionante. Ha sido un año complicado para realizar directos. Hace casi un año, con el disco sin grabar, íbamos a dar nuestro primer concierto, pero el estado de alarma hizo que se retrasaran los planes.

¿Será especial tocar en casa y en el marco de Loraldia?

-Por supuesto, no habrá mejor forma de estrenar el disco que tocando en la tierra que me vio crecer y que tanta influencia ha tenido en mis composiciones. Y estoy feliz de poder formar parte de Loraldia. Desde sus inicios me interesó por su programación, y ahora ahí estamos.

Actuará en un formato amplio, un lujo dado el momento que vive la industria musical y la cultura.

-Agradezco que lo consideres un lujo. Para mí, también lo es. Sería imposible lograr la sonoridad del disco sin cada uno de los instrumentos del noneto. Contar con ellos me ha permitido conseguir diferentes colores y matices en la composición.

¿Son los músicos de la grabación?

-Sí, y podría pasarme mucho tiempo elogiando a cada uno de ellos. En general, destacaría su gran profesionalidad y su versatilidad para tocar cualquier propuesta. Y su capacidad para adaptarse y comprender la filosofía de estas canciones vascas, ya que en su mayoría ellos no lo son.

Cuenta con una amplia sección de metales y se rodea de juventud. ¿Para tener menos prejuicios?

-El arte debería existir (en parte) para romper prejuicios. Siempre me ha apasionado tocar en grandes agrupaciones de viento, como las Big Bands de jazz. Puede que mi preferencia por crear un grupo grande venga de ahí.

¿Cómo surgió el disco? Parece un viaje desde sus raíces musicales a su presente actual.

-Surgió hace más de dos años, cuando acababa la carrera de saxofón en la Escuela Superior de Música de Catalunya (ESMuC) y tuve que preparar un concierto de fin de carrera. Al componer observé, sorprendentemente, la influencia de la música vasca en mis melodías. De nació la idea, de la fusión de la música que me rodeó de pequeña con el jazz, el género en el que me especialicé en el conservatorio.

¿Creció con Oskorri y Laboa? ¿Cómo y por qué eligió ‘Aita semeak’ y ‘Txoria txori’.

-En parte, sí. De niña tenía un disco de Oskorri en el coche, y me encantaba. Aunque, más que en casa, la música vasca me rodeaba en la calle, el colegio, la tele o la banda de mi pueblo, donde toqué años. La idea de homenajear estos temas viene por ese motivo, porque tuvieron importancia en mi infancia.

Hace también guiños a citas populares, caso de ‘Santa Ageda’ o ‘Agurra (Aurresku)’. ¿Las tocó en la banda municipal de Markina-Xemein?

-Los guiños vienen de ahí. No sé si llegué a tocar esas composiciones exactamente, pero esa banda me ha marcado de por vida.

¿Cómo encaró su transformación en piezas de jazz? Porque usted se declara músico de jazz ¿verdad?

-No sabría en qué encasillarme o qué declararme. Toco muchos estilos. De todas formas, el jazz es uno de los géneros que más he estudiado y que más me apasionan. Me gusta tanto por su versatilidad, su esencia de innovación y su facilidad para fusionarse con otras músicas populares. Por ello, la conversión de las piezas de folk no ha sido tan complicada, aunque ha requerido su tiempo.

¿Se le ha quejado algún purista?

-¡De momento no! Al principio me daba miedo que ocurriera.

¿Cree que ligan bien el folk y el jazz? ¿Qué les une y diferencia?

-La música es música, más allá de ciertos cánones que nos permitan etiquetar géneros. Podríamos encontrar similitudes entre el jazz y el folk vasco en este sentido, aunque la verdad es que se alejan fácilmente, ya que no provienen del mismo contexto sociocultural. Jugar con estos matices de similitudes y diferencias es la gracia del disco.

Además de versiones de clásicos euskaldunes, incluye en el disco temas propios. ¿Le salen con aires folk también?

-Diría que sí. Primero por aspectos rítmicos, ya que en estas composiciones predominan ritmos como el 5/8, el de los zortzikos. Y también por lo melódico, ya que he intentado plasmar melodías que recuerdan al txistu.

Imagino que el grupo grabó rápido y tocando todos juntos ¿no?

-Grabamos en los estudios Underpool de Barcelona, en dos días. La filosofía era que la banda tocara junta, sin ser aislados el uno del otro en la misma sala. De esta forma, grabamos 4 o 5 tomas por tema y escogimos la mejor. Se advierte en los vídeos de Aita semeak y Santa Ageda, disponibles en Youtube.

¿Cómo y cuándo le dio por el jazz?

-De adolescente, fruto de búsquedas por Internet. Me encantaba esa música que a veces oía en películas y series de Estados Unidos. No supe ponerle nombre hasta los 16 años, gracias a la Red.

¿Y por qué el saxo? ¿Le marcó algún músico o disco en concreto?

-Me dio a los 8 años, de casualidad. No fue hasta una edad más adulta cuando me di cuenta de lo que me gustaba. Mi pasión creció al descubrir a Charlie Parker o Cannonball Adderley, siendo adolescente.

Estudió en Barcelona, pero ahora tenemos aquí Musikene.

-Todavía sigo allí, aunque muy conectada con Euskal Herria. Cuando marché a estudiar a Barcelona ya existía Musikene, lugar del cual me han hablado muy bien. A los 18 decidí salir de mi área de confort y de casa para vivir por mi cuenta.

¿Qué espera del CD, seguirá ligada al folk vasco en futuros proyectos?

-Espero poder tocar en más festivales de Euskal Herria; y también de fuera. De momento, recojo los frutos del disco aunque con la mirada en proyectos nuevos. ¡Y quién sabe! No descarto seguir haciendo guiños al folk vasco.

“La gracia de mi disco está en jugar con las diferencias

y similitudes entre el jazz

y el folk euskaldun”

“Mis composiciones tienen una rítmica similar a los zortzikos y las melodías recuerdan al txistu”