- Como está pasando con otros protagonistas de este Ondas de Jazz de aniversario, David Cid vuelve esta tarde a pisar el Conservatorio Jesús Guridi. Pero no lo hace como alumno, aunque en realidad nunca se termine de aprender. A partir de las 19.00 horas y con las invitaciones agotadas, el pianista vitoriano protagoniza la nueva audición del ciclo organizado por la asociación Jazzargia.

Tiene que ser satisfactorio volver a su ciudad para actuar y ver el aforo completo, más allá de las restricciones de la pandemia.

-Teniendo en cuenta la sequía actual, para nosotros es igual tener un concierto ante diez personas que dar una actuación para cien. El hecho de mostrar lo que estamos haciendo y la música en la que actualmente estamos trabajando ya es un privilegio.

Pero sí ha podido recuperar parte de la agenda, ¿no?

-Sí, sí, he estado haciendo conciertos. Pero aún así, la situación dista mucho de unos mínimos. El jazz es una música que desde sus inicios siempre se ha desarrollado, sobre todo, en directo. Nosotros estamos en un estudio continuo, en una motivación permanente, y hacer eso sin conciertos, limita.

¿Acostumbrado ya a las mascarillas, las distancias, a los aforos limitados... a estar con el público de una manera distinta?

-No soy muy quisquilloso con eso. El hecho de que la gente muestre interés por acudir a escuchar lo que haces es lo importante. Con o sin mascarilla, el público muestra su entrega. Es verdad que a ninguno nos gusta ver los espacios medio vacíos, con las distancias y estas cosas, pero te tienes que amoldar. Si le estás venga a dar vueltas a la cabeza a esto, si lo conviertes en algo enfermizo, no te va a beneficiar en nada. Yo personalmente no le doy importancia. La situación es la que es y agradezco el hecho de tener un concierto, estén delante diez o 150. Otra cosa es que los conciertos, con esos aforos, resulten o no rentables.

Más allá de que en Ondas de Jazz el formato es diferente, es decir, no es un concierto al uso sino una audición, ¿qué es lo que van a ofrecer a los presentes?

-De manera básica, la música que estoy haciendo en la actualidad con mi trío. Es una propuesta en la que estamos trabajando mucho, dándole muchas vueltas. No queremos mostrar nada de intelectualidad, sino compartir una música que nos guste y al público le llegue, que la disfrute. Lo que hemos hecho es dibujar un repertorio de temas propios, míos y de Perico, con algún standard arreglado, componiendo algo muy dinámico. No se trata de que la gente vaya a ver lo bien que tocamos, sino que entienda lo que hacemos y lo disfrute igual que lo hacemos nosotros.

Hay una diferencia generacional entre los componentes del trío y Perico Sambeat. ¿Qué se aportan mútuamente?

-A Perico le conocí en Valencia y la verdad es que hemos conectado bastante bien. Él no accedería a tocar conmigo o con mis compañeros en el trío si no hubiera algo que musicalmente le atraiga. No me considero ni un gran pianista ni un joven talento ni nada por el estilo. Al revés. Solo soy alguien al que le gusta esta música y que se dedica de manera plena a ella. Nosotros le podemos aportar todo el trabajo y dedicación que le estamos metiendo a este proyecto, haciendo que la propuesta suene sólida para que él se sienta seguro. Pero para responder qué nos aporta Perico necesitaría mucho tiempo y espacio (risas). Tanto en su faceta de instrumentista como en la de compositor, estar con él supone hacer diez años de estudio. Tocar con él es una oportunidad, es ponernos en la situación de estar trabajando junto a un músico de jazz con todas las letras.

La cita de hoy supone volver a tocar en casa desde el concierto que ofreció en 2018 en el Festival de Jazz de Vitoria, ¿verdad?

-Creo que sí. Es un poco triste decirlo. Pero bueno, supongo que nadie es profeta en su tierra, aunque hay algunas cosas que me enfadan, algún programador que no me da bola.

Como a tantos jóvenes, le ha tocado hacer el camino de la formación y de la profesionalización entre una crisis económica y otra sanitaria. ¿Hay que ser un poco kamikaze para seguir luchando por esto?

-Un poco, no. Hay que serlo bastante. Empiezas con una idea de lo que quieres ser. Luego te vas formando y te vas dando cuenta de la realidad. Y en ese camino, además en el contexto que dices, sí que hay que ser bastante kamikaze. Pero es lo que nos gusta y nuestra pasión. Siempre te puedes intentar ganar la vida con, por ejemplo, la enseñanza, que es algo a lo que se dedican muchísimos músicos. Yo no sé si acabaré haciendo pan o siendo apicultor además de dar clase y seguir con mis proyectos, pero bueno, ya veremos. Nunca se sabe (risas).

La de hoy, por cierto, es una cita para volver a un conservatorio en el que tanto tiempo pasó de estudiante. ¿Es una ocasión especial o una más?

-Para mí es emocionante. Debo a mucha gente el hecho de haber estado ahí. En la enseñanza hay cierta gente que te motiva y te enseña cosas que luego utilizas. Son personas muy importantes. Imagina, por ejemplo, Carmen Ayastuy, que fue mi primera profesora de piano. Sin esta gente no estaría donde estoy, así que volver al Jesús Guridi es muy emocionante. Y espero que quienes han sido mis profesores, me vean ahora y piensen, más allá de que les guste o no lo que hago, que es una satisfacción ver que me puedo dedicar a la música.