- El Teatro Pavón Kamikaze echa el cierre definitivo este sábado 30 dejando huérfanos a espectadores que buscaban en sus salas a nuevos valores del teatro contemporáneo, aunque este no va a ser su fin, asegura Miguel del Arco, uno de sus artífices.

“No quiero estar triste porque hemos hecho una cosa brutal durante cuatros años y medio”, comentó ayer en una entrevista con Efe el director de escena Miguel del Arco, quien asegura que se juntaron “cuatro amigos de vida y de proyecto” para hacerlo posible y así seguirán. Y añade que, a pesar de lo contradictorio que resulte, hoy quiere “celebrar lo que lo que nos ha traído hasta aquí”. Junto a él, el actor Israel Elejalde y los productores Aitor Tejada y Jordi Buxó pusieron en pie en 2016 un proyecto en el que asegura que les ha acompañado “el músculo artístico, pero no el financiero” y se han visto abocados al cierre.

Del Arco asegura que este “no va a ser el fin” del Teatro Kamikaze. “Nos quedamos sin casa, pero no sé de qué manera seguiremos insistiendo”, incluso en un momento “peliagudo” como este. Una “aspiración, una ilusión” por seguir con un proyecto en el que “creemos firmemente”.

Del Arco reconoce que su forma de producir no ha sido “sostenible”, donde han combinado lo mejor del teatro público con la gestión privada, una opción ambiciosa que no han podido sostener económicamente. “Llegamos con deudas y nos vamos con deudas”, explica con socarronería, consciente del sentimiento de orfandad que dejan en los espectadores. “Para algunos el Pavón era como su casa y esa era la pretensión, el objetivo que teníamos desde el principio”, crear un lugar de encuentro de charla, de convivencia, “queríamos ser los mejores anfitriones. Y todo el mundo se sumó a esa filosofía”.

Su mayor satisfacción es que “todo el mundo” ha hecho suyo el teatro, y reivindica la frase que les identifica y con la que querían definir su iniciativa: “Un teatro más allá de la función”.

Un lugar donde el encuentro del público con los creadores fuera fluido, un “espacio abierto” donde disfrutar de charlas y debates “programados o espontáneos”, en el que todo era “flexible, justo a lo que debe tender un proceso creativo”.