La escritura es su pasión, la acción que provoca tensión positiva en su vida y que le hace recorrer una y otra vez el mismo camino. Dice que su pensamiento, sus ideas y lo que es como creador están en el primer verso que escribió en su libro de debut, el ya lejano poemario La lentitud de los bueyes. En Primavera extremeña enseña cómo la naturaleza se abre paso en una estación que muchos sintieron que se la había robado el confinamiento.

Usted habla de una primavera, la extremeña, pero tenemos la impresión que este año nos han robado las estaciones.

En algún sentido es así, pero la primavera, el verano, el otoño y el invierno siguen pasando a nuestro lado porque la naturaleza sigue su curso con coronavirus o sin él, y están al margen de nuestras preocupaciones. Lo que hay que tener presente es que más allá de esta tragedia, la vida sigue.

Pero esa vida parece que ya no será igual.

Aunque será igualmente vida. Todo consiste en buscar una perspectiva de futuro. Lo que no podemos hacer es quedarnos inmóviles, lamentado lo que estamos perdiendo. Supongo que nos quedará mucho por disfrutar todavía.

¿Por qué se fue a pasar el confinamiento a Extremadura?

Empecé a escuchar los primeros tambores de guerra de esta pandemia cuando aún no había llegado el confinamiento, pero es cierto que a principio de marzo se intuía lo que nos esperaba. Italia estaba mal y China estaba peor. Un amigo mío que vive en Pekín llevaba tiempo diciéndome que nos fuéramos de Madrid porque nos iban a encerrar en casa.

Y no se lo pensó dos veces, ¿no?

En mi caso tengo una profesión liberal, si a escribir se le puede llamar profesión, y puedo practicarla en cualquier lugar. La única atadura que tengo en Madrid es la universidad de mi hijo. Cuando cerraron las clases decidimos irnos a una casa en Extremadura, cerca de Trujillo. Es una casa que pertenece a mi familia política. Es para turismo rural, pero estaba vacía porque con la situación se habían anulado todas las reservas, por la pandemia y por la inquietud que empezaba a generarse.

Y la diferencia entre estar confinado en la ciudad o en el campo es enorme.

No te lo puedes ni imaginar. Nos instalamos allí pensando que serían diez o quince días, pero estuvimos tres meses, y lo que podría considerarse un confinamiento extremo en medio del campo nos permitió vivir la primavera más espectacular que hemos conocido nunca.

¿Una experiencia única?

Este no es un libro sobre el confinamiento, es un diario sobre mi experiencia con la primavera en el campo. No la había vivido de una forma tan espectacular desde hace más de cincuenta años, desde que era pequeño. En la ciudad te das cuenta de las estaciones, pero mucho menos que en mitad del campo. Date cuenta de que el núcleo habitado más próximo estaba a tres o cuatro kilómetros de la casa donde estaba con mi familia.

¿Por qué se animó a escribir esta experiencia? ¿No tenía otros proyectos entre manos?

Sí que los tenía, pero los primeros días en Extremadura también tenía dos sensaciones contrapuestas. Una era de inquietud, temor, incluso de miedo. Durante las primeras semanas las cifras eran terribles. Tampoco sabíamos la dimensión que iba a tener esta pandemia, y eso producía una gran desazón y mucha zozobra. Por otro lado, me podía interiormente el espectáculo que la primavera desplegaba ante mis ojos. Estaba paralizado ante el tiempo que tenía delante. Las horas eran muchas y sin nada que hacer, el día era infinito.

Dicen que los días en el campo son más largos siempre.

Sí, son dos formas diferentes de ver cómo discurren las 24 horas del día. En la ciudad parece que se van en un abrir y cerrar de ojos, pero en el campo parece que se multiplican. Intentaba seguir con una novela que llevo escribiendo desde hace algún tiempo, pero me daba cuenta de que tenía la cabeza y el pensamiento muy lejos de esa historia. Pensé que lo que tenía que escribir era esa experiencia ambivalente de inquietud y de fascinación ante lo que me rodeaba. Este no es un cuaderno del confinamiento, es el cuaderno de esa primavera que vivimos peligrosamente. Es el relato de la primavera que muchos perdieron y que yo gané.

Leyendo Primavera extremeña

El confinamiento en ese lagar perdido de Extremadura, en mitad de la nada, no fue un encierro. No podía viajar, aunque en el fondo lo hacía a través de esa naturaleza intensa que nada sabía de la pandemia y que seguía su curso. Extremadura es uno de los lugares más bonitos de España, y mira que hay lugares bonitos.

Le falta el mar...

La verdad es que llega un momento en el que no lo necesita. Es cierto que cuando conoces el mar y has estado cerca de él se echa en falta, y Extremadura es la zona peninsular con más kilómetros de costa.

Costa de agua dulce, será.

Cierto, de agua dulce, pero agua y costa. Están los pantanos y los ríos, y a la vez tiene tales extensiones de dehesa que te asombra. A mí al menos me emociona y me enamora. Extremadura tiene una naturaleza prehistórica, ni siquiera primitiva.

Le van a dar un puesto en la oficina de turismo local.

Ja, ja, ja€ Es que si el paisaje emociona siempre, en Extremadura emociona con mayor intensidad por sus dimensiones y por sus características. Durante el tiempo que estuve allí, como no se podía andar por ningún sitio, la naturaleza todavía era más pura y los animales se encontraban en libertad absoluta. Un día, por un camino, cerca de casa, me encontré a dos ciervos de frente, y los pájaros estaban como enloquecidos porque nadie les molestaba. Hubo una especie de regresión, ocurrió en todas partes, y eso hacía que la naturaleza mostrara su primavera de una forma más viva y más cruda. Volvíamos en parte al paisaje que era antes de que la humanidad lo fuéramos domesticando. Había hasta jabalíes que aparecían en los barrios de las ciudades.

Los humanos dejamos de incordiar a los ecosistemas, pero no duró mucho.

No, pero sí el tiempo suficiente como para darnos cuenta de cómo hemos invadido todo, no solo las ciudades. Había osos que se acercaban a los pueblos cercanos al monte. Digamos que durante tres meses la naturaleza se volvió a adueñar de lo que siempre fue suyo, de esos territorios que los humanos le hemos arrebatado a lo largo de los siglos.

Si dejamos atrás Extremadura y hablamos de literatura, de su literatura, tendríamos que recordar que en 2020 se han cumplido 35 años de la publicación de Luna de lobos

Ha pasado el tiempo, y también se cumplen cuarenta años de mi primer libro de poesía, La lentitud de los bueyes. Todo se me ha pasado muy rápido. He pasado de ser un joven poeta, o un joven novelista, a ser un veterano en todo, en la escritura y en la vida. Casi ni me he dado cuenta del paso del tiempo, del tiempo que llevo como escritor, pero lo he vivido todo con tanta intensidad que no quiero ser consciente de que cuarenta años de una vida es casi la vida entera. Creo que ya estoy entrando en otra fase.

Ha abarcado en su carrera todos los palos de la escritura: poesía, novela, ensayo, libros de viajes, guiones€

A mí es lo que me apasiona en la vida, escribir. Hay muchas más cosas que me interesan, pero mi pasión es contar historias, viajes, experiencias€ Como dirán los flamencos, me da igual el palo. Hay unos palos que se me dan mejor que otros o con los que me encuentro más cómodo, pero me gusta variar de género y de registro para no repetirme, aunque todos repetimos sin darnos cuenta los mismos patrones.

A veces repetir representa lo seguro.

Totalmente de acuerdo, por eso lo hacemos en todos los ámbitos de la vida. No nos engañemos, los escritores hacemos el mismo libro toda la vida. Lo que escribimos son variaciones en función del momento concreto de la vida y del enfoque que tengamos sobre cualquier idea o preocupación, pero el estilo permanece por encima de los géneros, y todo lo que contamos está ya en el primer libro.

Entonces, ¿son ustedes un fraude?

Ja, ja, ja€ Supongo que sí, que en ocasiones todos los somos. Todo lo que he escrito y lo que me queda por escribir está en el primer verso de La lentitud de los bueyes. El primer verso dice: Todo es tan lento como el pasar de un buey sobre la nieve. Y en ese verso está resumido todo mi pensamiento.

PERSONAL

Edad: 65 años (28 de marzo de 1955).

Lugar de nacimiento: Vegamián (León).

Formación: Estudió Derecho y ejerció su profesión, pero durante un tiempo breve.

Trayectoria: La lentitud de los bueyes fue su primer libro publicado, un poemario. Hace 35 años salió al mercado editorial Luna de lobos, su primera novela, que se convirtió en llave de acceso al mundo editorial, y con honores. Con ella llegó a ser finalista del premio Nacional de Literatura. Cinco años después volvió a estar en la misma situación con Lluvia amarilla. Ambas fueron llevadas al cine con un guion que firmó el propio autor. Ha escrito, además de novelas y relatos, poesía y libros de viajes, como El río olvidado, Cuaderno del Duero, Atlas de la España imaginaria o El viaje de don Quijote.