Aunque será el 4 de diciembre cuando Baby llegue a las salas comerciales, la nueva película de Juanma Bajo Ulloa ya está haciendo camino dentro y fuera de la península. De hecho, el director gasteiztarra vuelve a casa por un momento desde Tallin (Estonia), donde el filme está compitiendo en el festival internacional más importante del norte de Europa, y el cansancio del viaje en avión hasta Madrid y en coche hasta Vitoria se le nota en la cara. No así en el discurso. El realizador tiene claro que su nueva propuesta "confía en el espectador", en su capacidad para leer el relato, imaginar lo que no se cuenta, disfrutar de lo que se muestra y reflexionar sobre lo que se plantea. Y aunque la situación generada por el covid-19 sea más que complicada, sabe que esta obra "es para ser vista en el cine".
Tras el estreno en Sitges, de donde la película salió con su primer premio por la banda sonora de Koldo Uriarte y Bingen Mendizabal, el director advierte: no se trata de una cinta de género fantástico o de terror. "Es un cuento de suspense, un drama", aunque la presentación en el certamen catalán se debió a que, durante el proceso del proyecto, "en Sitges nos apoyaron, nos, por así decirlo, apadrinaron". En realidad, Baby, más allá de etiquetas o de géneros específicos, "es una película que emociona, remueve y que hace reflexionar", un filme que, por cierto, la próxima semana también acude al Festival Internacional de El Cairo. "Está siendo un circuito complicado porque se han cancelado muchos y en los que se realizan están coincidiendo muchas buenas películas, pero vamos a ver qué sucede porque, sinceramente, creo que podemos tener un camino internacional interesante".
Al fin y al cabo, más allá de que no cuente con diálogos, el relato que aquí se muestra es universal. "Es una película sin patria", más allá de que esté "rodada en Álava y por, en su gran mayoría, alaveses". Claro que ahora, con todo lo sucedido en estos meses, las semanas de grabación vividas en agosto del año pasado parecen quedar muy lejanas. "Es un filme de factura internacional hecha en casa. Creo que se nos puede presentar un mercado exterior interesante más allá de la pelea en los festivales esté siendo enorme por el covid-19". Eso sí, con o sin pandemia, "el espectáculo debe continuar".
Lo hace con una obra que parte de una reflexión básica: "la sociedad actual ha renunciado a educar en el amor". Una decisión, consciente o no, que tiene sus consecuencias, aunque Bajo Ulloa defiende las artes como el vehículo "para transmitir y cultivar la necesidad de amor". Así, por lo menos, lo hace él en este "viaje doloroso" en el que la mujer es principio y fin. "Quería hablar de la creación, que no de la creatividad, y la mujer es la única con potencial para ello". También por ello en esta narración la naturaleza es un personaje más, porque es "la gran madre".
Sin querer caer en polarizaciones ni moralinas, se habla de la vida y la muerte, de las acciones y sus consecuencias, de personas que en lo íntimo y en ocasiones también en lo físico se escapan a lo aceptado como correcto. "Me interesan las personas que la sociedad no considera normales", sobre todo porque "cuando indagas un poco en cada uno de nosotros, ¿quién es normal? De hecho, ¿qué es ser normal?".
Son preguntas que el realizador lanza a través de secuencias que se suceden entre dos tapas de libro, ese principio y cierre de un cuento que "tiene un final hermoso". "En toda la película hay una búsqueda de la belleza, incluso entre aquello que nos puede parecer más putrefacto", y con esa idea, Baby habla de que "la naturaleza siempre nos concede una segunda oportunidad, los que no solemos darlas somos nosotros", una actitud ante la que el directo remarca: "frente al temor, necesitamos amor".
Todo esto lo cuenta Bajo Ulloa mientras reconoce que su última producción no iba a ser así al principio. "Iba a ser una película convencional, con más personajes, diálogos...". Pero en el proceso, "me fui dando cuenta de que cada vez necesitaba menos cosas para decir lo que quería". De hecho, en el montaje incluso desaparecieron los pocos diálogos en euskera que se habían rodado. "No necesitaba palabras, tenía un cuento que podía remover a un público que está ya harto de ellas". Así lo podrán comprobar quienes a partir del 4 de diciembre acudan a los cines.