- Fue un viernes 1 de mayo, aunque su entorno más cercano pidió que la noticia se conociese varios días después. Aquella jornada, la despedida se produjo en la intimidad. A los 61 años, la pintora, escultora, grabadora y docente gasteiztarra se marchaba para siempre de su taller de Otazu, de aquel donde tantas horas había pasado imaginando y creando mientras la música no paraba de sonar. Era 2015 y Juncal Ballestín se dejaba su huella artística y humana en diferentes obras que hoy siguen hablando con fuerza y claridad de ella.

Sin embargo, su fallecimiento pareció querer pasar desapercibido para algunos. Apenas sí algún pequeño guiño... y poco más. En el ambiente flotaba, además, una circunstancia que a la propia Ballestín había preocupado y ocupado, una situación que nunca se llegó a arreglar, y que no dejaba de ser el reflejo de unos años determinados y de la consideración real que se tiene a la cultura, sobre todo si es cercana. La artista se murió sin que su último contrato con una administración pública se cumpliese como estaba pactado y no hacía falta ni siquiera mencionarle el tema para que ella misma hiciera patente su malestar, no tanto por lo que a ella le concernía sino porque su caso era ejemplo de otras tantas cosas que estaban sucediendo entonces con la crisis económica como la gran excusa.

Fue en 2008. Montehermoso y Ballestín cruzaban sus caminos. Esa substancia que mancha dominaba el centro cultural, mostrando a una artista en su plenitud. Pero el espacio de lo alto de la colina, por entonces comandado por Xabier Arakistain, no se quería quedar ahí. El acuerdo para aquella exposición incluía la edición de un catálogo en el que se iba a hacer un amplio y somero repaso de la trayectoria de la creadora nacida en 1953. La labor tenía su aquel y se sabía que iba a llevar un tiempo... Bueno, en realidad nunca se hizo. Con los recortes presupuestarios en materia cultural a la orden del día, el Ayuntamiento de Vitoria -ya con el Partido Popular comandando la institución con Javier Maroto al frente-, Montehermoso vio cómo se despedía a la práctica totalidad de su personal y cómo, de hecho, había incluso problemas para pagar las facturas de luz y agua. Así que a la artista se le fueron dando largas pero pidiéndole al mismo tiempo que no llevase el tema a los medios de comunicación y a la esfera pública. Y el calendario fue pasando hasta que la creadora falleció y al Consistorio de la capital alavesa se le solucionó el problema.

Un lustro después, la ciudad parece querer, por lo menos en parte, saldar la deuda que tiene desde entonces con la memoria de la creadora. Va a ser Artium el que, por fin, realice un camino que en 2015 pareció querer emprender, y así lo anunció en el Día de los Museos de aquel año, aunque el espacio de arte contemporáneo de la calle Francia no terminó de conseguir que aquel propósito fructificase en pasos concretos. Ahora, sin embargo, las cosas son distintas, incluso a pesar de que la aparición del covid-19 ha trastocado un tanto los plazos. La pandemia, cómo no, tiene que estar presente en todo lo que sucede en 2020.

Con todo, este viernes el museo pondrá en marcha una programación de actividades en torno a la figura y la obra de Ballestín que se irá sucediendo hasta que, ya en enero de 2021, se inauguré, como ha anunciado de manera pública el museo, una exposición sobre ella, una muestra para la que, por cierto, desde hace varios meses se está en contacto con diferentes personas cercanas a la artista que guardan creaciones más, por así decirlo, personales. Bajo el título de La vida como ejercicio y comisariada por Fernando Illana, la producción lanzará una mirada amplia y cercana a una mujer que, como declaró hace ya unos cuantos años a este periódico, solo pretendía que "si alguna vez entra en mi estudio uno de esos pintores que todos conocemos, no quiero que piense que soy una jeta".

Así lo decía quien desde muy joven empezó a curiosear con el dibujo y el uso de materiales, pasando primero por la senda formativa de José Luis Gonzalo Bilbao para después dejarse atrapar, entre las paredes de la Escuela de Artes y Oficios de la capital alavesa, por el maestro Rafa Lafuente, otra firma fundamental ya desaparecida, aunque el año pasado, de la mano de la ahora clausurada Talka Galeria, se pudo hacer una exposición con fondos familiares que supo a merecidísimo recuerdo y homenaje. De allí, la artista en ciernes pasó a la Escuela Superior de Bellas Artes de Bilbao, donde se licenció y especializó en grabado y pintura. De aquella época, la artista solía recordar cómo aguantó en la capital vizcaína hasta que las obras que iba generando no entraban ya en el departamento que tenía en un quinto piso. Necesitaba más espacio.?

Pintura, dibujo, instalación, vídeo, obra gráfica€, no había fronteras para ella. Alfonso Gortázar dijo de ella que era una traidora a la pintura, precisamente porque en esa libertad de técnicas y materiales, Ballestín se sentía más que cómoda. Como ella misma explicaba, en su concepción del arte y su visión de la vida había una coincidencia básica: la constante evolución dejando " resquicios abiertos a la imaginación y a la experimentación".

"Soy pintora porque es así, lo necesito, necesito jugar con esa sustancia". La creación es "una necesidad inexplicable que te obliga a hacer una serie de cosas supeditadas casi exclusivamente por tu deseo". "Me aburren los artistas que sólo quieren hacer sufrir". "Lo que persigo es que, sin tener la necesidad de leer mucho, cualquiera se pueda acercar a lo que hago"... son algunas de las consideraciones que dejó en estas páginas en presentaciones de muestras, entrevistas y demás. Una artista siempre imprescindible.