- El director de cine Pedro Olea, con una veintena de largometrajes en cincuenta años de carrera, cree que películas suyas como Un hombre llamado Flor de Otoño (1976) y Akelarre (1983) “tendrían problemas” en la actualidad, al considerar que la censura “sigue existiendo” y, en particular, la “más grave”, que es la “censura económica”.

Olea (Bilbao, 1938) habló ayer de su carrera en una rueda de prensa con motivo de la presentación del documental Olea... ¡Más alto!, realizado por Pablo Malo y que se proyectará el jueves como aperitivo del Festival de Cine Documental y Cortometraje, Zinebi, que comienza el próximo día 13. El documental, que se proyectó por primera vez en la pasada Seminci de Valladolid y que participó en el último Festival de Cine Español de Nantes, repasa la filmografía de Olea, autor también de El bosque del lobo, Pim, pam, pum... ¡Fuego! y El maestro de esgrima. Lo hace a través de los testimonios de muchas de las personas con las que ha trabajado, entre ellos nombres destacados del cine, como Concha Velasco, José Sacristán, José Luis Garci, Arturo Fernández, Imanol Uribe o José Frade.

Preguntado sobre la “censura” que ha tenido en algunos momentos de su carrera, dijo que esto “sigue” y que hoy en día habría dificultades para hacer películas suyas como Un hombre llamado Flor de Otoño, que “habla de un anarquista que quiere cargarse al presidente del Gobierno. Alguien vería ahí alguna apología”. También considera que habría problemas con Akelarre, que se refiere a hechos históricos relacionados con la brujería en Nafarroa y por la que en su momento fue tildado de “proetarra”.

Tras señalar que una película suya, La conspiración, sobre el general Mola, estuvo siete años paralizada, sin ser estrenada, “cuando el PP tenía mayoría absoluta”, Olea apuntó que actualmente se produce una “censura más grave”, que es la “económica”.

El cineasta hizo un repaso de su trayectoria, desde que “desertó” como estudiante de Económicas, porque, como les dijo a sus padres, “prefería barrer un plató a ser el mejor economista del mundo”, y entró en la escuela de cine, de la que “no quería salir”, porque allí tenía maestros como Saura y Berlanga. “Empecé muy joven y no he parado desde entonces”.