- Definirla solo como escritora, catedrática, investigadora, docente... significa no poder abarcar toda su trayectoria puesto que siempre queda algo que mencionar. Elsa López acude este viernes a la llamada de Cita con la Poesía, un encuentro que arrancará a las 19.30 horas y que será gratuito como siempre, pero la pandemia obliga a limitar el aforo y a que las personas interesadas tengan que acudir estos días previos a la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa para retirar la pertinente invitación.

El coronavirus obliga a tener estos encuentros con los lectores en unas condiciones que no son las habituales. ¿Se siente extraña?

-No. Lo único que sí he notado en los actos que ya he estado es que, de repente, hay algo que te separa y es no ver completamente la cara de la gente, no ver el gesto cuando sonríe, se emociona... Nos estamos acostumbrando a que los ojos sean un poco el espejo. Para nosotros, el rostro es algo muy importante en un recital, en una conferencia, en un acto de cara al público. Ahora no se puede, vale, pero no importa porque hay un momento en los recitales, por ejemplo, en el que ya empiezo a observar y leer los ojos, los ojos que ríen, que se llenan de lágrimas, que se emocionan. Hay que empezar a reconocer otra clase de gestos, bien por las miradas, bien por el movimiento de las manos... Mira, yo he estado estudiando el lenguaje de signos para poder comunicarme con las personas sordas. Y ahora estamos un poco en eso, en un lenguaje de signos en el que la gente se expresa más allá de la boca. Estamos aprendiendo una nueva comunicación que se entiende en cualquier sitio. La cultura se está adaptando a nuevas formas, a esas nuevas formas de relación, a los nuevos aforos...

Pero tiene que ser complicado acudir a actos donde, por obligación, hay bastante menos gente.

-Si donde antes había 100 ahora hay 30, benditos sean. Hace muchos años en un teatro de Ponferrada dábamos un recital un grupo de poetas y sentado en el patio de butacas había un solo señor. Yo le dije: oiga, perdone, si usted quiere irse... Y él me contestó: ni hablar, he venido de lejos para verles y no me voy. Siempre digo que fue el recital más emocionante que he vivido. La cultura seguirá viva siempre que haya una persona. Y voy más lejos. Hay un nuevo sistema de comunicación que es a través de la pantalla, con gente recitando, bailando, cantando, actuando... Y yo digo, ¿por qué no? Durante muchos años hemos visto en el cine expresar las emociones. ¿Por qué no ahora a través de otras pantallas?

¿Cómo será el recital del viernes?

-Contaré las razones por las que escribo, desde dónde lo hago, cuál es mi situación interior, leeré poemas y los comentaré, sobre todo porque me parece interesante explicar algunos poemas de mi libro más reciente, Últimos poemas de amor, hablar de los motivos por los que está escrito en masculino, qué hace que no sea la autora aunque lo sea... Me desnudaré. La poesía es un striptease, que es algo que no ocurre en la narrativa por muy autobiográfica que sea. Cuando leo los poemas procuro no tener pudor para que el público entienda cuál fue la emoción a partir de la cual yo escribí eso. Presumo de ser callada pero cuando estoy leyendo la poesía, la mía y la de otros, procuro perder el pudor en el sentido profundo de la palabra.

Elsa López firma poemarios, pero también narrativa, guiones, biografías, es editora, profesora... ¿Son la misma persona o en cada faceta es necesario adoptar una postura diferente?

-Soy la misma siempre. Desde los 17 años en los que comencé mi lucha política y personal con la vida, intentando hacer lo que creía. Cuando escribo, hablo, doy conferencias... es siempre la misma Elsa, la observadora, la que se emociona por las pequeñas cosas, a la que le da lo mismo escribir un poema que hablar sobre la cubertería usada por los campesinos en el norte de una isla. Pongo la misma emoción. Hay algo que empapa siempre a todo y es la literatura y, sobre todo, la poesía. No me puedo despegar de mi piel.

En esas facetas que ha desarrollado está la educativa. Mirando a las nuevas generaciones y si me deja hacer un poco de abogado del diablo, ¿qué joven, en estos tiempos, va a encontrar en la poesía su medio de expresarse?

-No están en otra cosa. Yo soy una anciana, con toda la maravilla que significa esa palabra. Visito mucho las universidades y, sobre todo, los institutos. Ese mundo de los 13 a los 18 años me parece mágico. ¡Son tan sensibles! Recorro los institutos y les oigo, les veo, y cuando les leo poemas, no solo los míos, me gustaría que los adultos nos pudieran ver y contemplar a esos muchachos. Cuando voy a sus clases, les pido que escriban algo para leerlo yo. Y vaya si escriben poesía. En la calle se me acerca gente muy joven con manuscritos para que les eche un vistazo. Es decir, la poesía está viva. Les guste o no a los que piensan lo contrario, es algo que es así. La poesía está y se expresa de muchas maneras. La gente se ríe cuando digo que voy a escuchar rap. Pero es que me gusta. Es su forma de expresarse, con un ritmo, una musicalidad, hablando de lo que piensan y lo que sienten. Es una forma de hacer poesía. Hay que invitarles a comunicarse y, también, explicarles que la poesía no es algo ridículo o absurdo. Ellos entienden rápido que la poesía es algo que puede expresar múltiples facetas del alma humana. En la historia del ser humano, la poesía fue lo primero y será lo último. En el final del mundo, la humanidad pensará en algún poema, yo que sé, de Galeano o de Santa Teresa de Jesús.

Lo cierto es que nunca se termina de aprender.

-Nunca aprendes bastante. Cuando voy a los centros escolares, veo que ellos se expresan con libertad y me cuentan sus deseos, sueños e inquietudes. Ahí te das cuenta de que están vivos. La educación es la base de todo. Necesitamos gente que eduque, no que pregone ideas y productos caducos.

Estamos en un 2020 muy particular por la aparición del covid y no sé cómo está viviendo esta situación, si el confinamiento fue un momento de creación o todo lo contrario.

-Lo que nos está ocurriendo me afectó mucho al principio. Esa visión del mundo que se desmorona fue un batacazo. Sufrí un fenómeno curioso y es que no me apetecía leer. Pero sí escribí, además de forma desaforada. Cuando me quise dar cuenta, supe que estaba triste. Fue un tiempo en el que escribí un libro y cuando lo he leído luego, he visto el espejo en el que me estaba mirando. Es un libro demoledor. Ahora estoy en una postura opuesta por completo. Por ejemplo, este viaje a Vitoria me apetece muchísimo. No debemos parar, no debemos encerrarnos desde un punto de vista mental. El mundo hay que vivirlo pase lo que pase.