- Tras el parón obligado por la aparición de la pandemia, a principios de este mes y de la mano de Judith Colell, Apika, recuperó su programa de conferencias divulgativas en torno al sector audiovisual, una agenda que cuenta con la colaboración de la Diputación y la Fundación Vital y que hoy vuelve a tener una cita con quienes acudan, a partir de las 18.00 horas, a Dendaraba, aunque, debido a las restricciones de aforo que impone el coronavirus, la charla también se podrá ver a través de la web de la Asociación de Productores Audiovisuales Independientes de Álava. Frente a los presentes, ya sea de una forma u otra, se encontrará el periodista, escritor y crítico Fernando Lara, que abordará la relación del cine con la educación y viceversa

El, entre otras cosas, ex director general del Instituto Nacional de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA) y de la Semici, tiene claro que hace tiempo que es necesario que las enseñanzas audiovisuales deberían estar presentes en el currículum educativo. “Si se nos enseña a leer un libro, hay que enseñar a leer una imagen. Es algo que se debe hacer, que lo han hecho muchos otros países antes que nosotros. Aquí es insólito que no se lleve a cabo. Hay maneras de efectuarlo, más allá de que las comunidades autónomas tengan transferidas las competencias en materia educativa. Sé que hay una cierta situación económica difícil, sobre todo en los últimos meses, y que, además, hay que formar al profesorado que vaya a impartir esa educación. Pero aún asumiendo todo ello, tenemos que ser conscientes de que el promedio de tiempo que pasan los niños y los adolescentes delante de una pantalla es de 4 horas. Es inaudito que no conozcan las claves del lenguaje audiovisual en ese contexto”.

Lara, que comenzó este año siendo elegido como académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, asume que durante años, tanto el cine como también la televisión han sido medios percibidos como “un entretenimiento que no iba más allá”, pero asegura que esa mentalidad está cambiado y que, en esa línea, solo hace falta “voluntad política cultural” para afrontar, a través de un camino u otro, esa necesaria presencia de la educación audiovisual.

Con todo, señala la iniciativa de asociaciones y entidades que trabajan en este campo, proponiendo diferentes muestras, ciclos o proyectos de trabajo para relacionar el cine con los más jóvenes. Y menciona también la presencia en festivales como el Zinemaldia o la Seminci de proyecciones especiales para niños y adolescentes. “Pero es necesario que dotemos a estos y otros esfuerzos de una coordinación y cohesión”. También, según apunta, para seguir descubriendo a las nuevas generaciones la experiencia de ir a una sala para disfrutar de una “buena proyección” junto a otros.

En este sentido, describe que la aparición de las plataformas digitales está influyendo en dos aspectos importantes. Por un lado, “el lenguaje televisivo y, en concreto para obras dirigidas a adolescentes, tiene otro ritmo de montaje muy distinto porque los más jóvenes están más que acostumbrados a ver, desde muy pequeños, imágenes muy rápidas. Eso cambia. También en lo que respecta a iluminación, porque no pueden ser secuencias demasiado oscuras. En interpretación, se favorecen los primeros planos para que lleguen más claramente”. Por otro, “si una plataforma te vale 9 euros al mes, que es el precio de una entrada de cine para una única persona y una película en salas de Madrid o Barcelona, la competencia es difícil de mantener. Uno de los objetivos de la educación cinematográfica debe ser favorecer el hecho de reencontrarse con el gusto por la sala. Es un espectáculo que no se puede comparar con lo que ofrece, por buena que sea, la televisión de casa”.

En este contexto, Lara sostiene que “el cine no se sabe, no es una ciencia exacta, sino que se siente. Así que todo lo que contribuya al conocimiento del espectador formará un nuevo público, más exigente, más preparado culturalmente, que conocerá mejor la historia, la geografía, la música…”. Así lo explica quien, a pesar de su larga trayectoria, sabe que “uno no termina nunca de aprender. El cine siempre ha sido una combinación de arte e industria y sigue evolucionando, cambiando y ahora estamos ante todo el desafío de lo digital. Vendrán nuevas aportaciones tecnológicas y hay que estar vivo y despierto para analizarlas y estudiarlas para ver de qué manera pueden apoyar lo fundamental, que, en definitiva, es el relato de una historia que pueda llegar y conmover al mayor número de personas posible”.