l 17 de agosto de 1945, el escritor y periodista George Orwell publicaba su cuarto libro, Rebelión en la granja. A primera vista una pequeña fábula sobre unos animales y una granja, pero que con el tiempo se convirtió en una obra clave para entender no solo la época en la que surgió, sino también el mundo que vendría tras la Segunda Guerra Mundial. Setenta y cinco años después de su publicación, aquellos peligros que intuía Orwell para su época y el futuro próximo parecen no superados del todo. Una obra clave del siglo XX muy ligada a las experiencias vitales de su autor, que merece ser recordada de nuevo.

Eric Arthur Blair, verdadero nombre de George Orwell, había nacido el 25 de junio de 1903 en la India. Su padre, funcionario colonial británico, lo envío de niño a Inglaterra a estudiar, logrando una beca para el prestigioso colegio de Eton. Hijo del colonialismo británico de la época, regresó en su juventud a la India enrolándose en la policía colonial. Aquella experiencia lo marcó profundamente, conociendo el lado oscuro del colonialismo europeo y tomando la decisión de dar un profundo giro a su vida convirtiéndose en escritor y acercándose a las clases sociales más necesitadas.

De la India volvió a Inglaterra, viviendo después varios meses en Francia, donde conoció de primera mano las duras condiciones de vida de la clase obrera de la época. Aquí surgió su primer libro, que firmó con el pseudónimo George Orwell, en el que describió la dura vida de las clases trabajadoras de las zonas marginales. A partir de entonces desarrolló sus fuertes convicciones socialistas y, de vuelta a Inglaterra, militó en el Partido Laborista Independiente. En esta fase escribirá su conocido libro The Road to Wigan Pier, en el que describió el avance del ideario socialista en las zonas obreras de Lancashire y Yorkshire.

Su militancia política en aquella época le condujo al lugar que marcó toda su vida y su obra futura, la Guerra Civil española. Orwell acompañó a los voluntarios británicos de las Brigadas Internacionales, que venían a la península a luchar a favor de la Segunda República. Nada más llegar, Orwell se alineó con el POUM, partido de orientación trotskista y crítico con el comunismo soviético que preconizaba Stalin en la URSS. Orwell participó en acciones en el frente de Aragón, siendo herido en mayo de 1937 en el cuello por un francotirador.

Durante su convalecencia fue testigo de los famosos Hechos de mayo de 1937 en Barcelona, en los que se dio una auténtica guerra civil entre las distintas facciones del bando republicano. Llegaba el momento para que la revolución que anarquistas y POUM comenzaban a organizar en Cataluña fuese sofocada por las otras fuerzas republicanas. Especial interés en ello tuvieron los comunistas que veían en el POUM a un partido crítico y rival a la influencia del comunismo soviético en la República. Orwell temía que la represión sobre el POUM también cayese sobre él, por lo que huyó a Francia. Aquella experiencia le mostró la cara oscura del comunismo soviético y marcó toda su obra futura.

Posteriormente, Orwell regresó a Inglaterra, trabajando durante la Segunda Guerra Mundial en la BBC informando sobre el frente asiático. Aquellos años le sirvieron para reflexionar sobre su experiencia en Cataluña, desarrollando su aversión al autoritarismo soviético e intuyendo ya el futuro gran choque ideológico con la URSS que con el tiempo iría dando forma a la Guerra Fría. Orwell se mantuvo fiel a la necesidad de un socialismo democrático que fuese capaz de defender a las clases sociales más necesitadas, pero en contra de un comunismo soviético que coartaba la libertad convirtiéndose en una nueva forma de tiranía. Según él, el autoritarismo ahogaba toda posible revolución.

Todas estas ideas y reflexiones surgidas de su experiencia española, no solo se vieron plasmadas en sus obras periodísticas. En 1945 veía publicada por fin su obra Rebelión en la granja, la cual plasmaba de manera fiel todas sus inquietudes y temores sobre la situación política que vivía. Costó mucho la publicación de la obra por varias razones. Por una parte, se trataba de una sátira política basada en una fábula sobre unos animales que viven en una granja, lo que sonaba bastante extravagante. Por otra parte, la obra no escondía su relación con los acontecimientos que se estaban produciendo entonces, ni tampoco su crítica a la actuación de la URSS y al propio comunismo soviético, en un momento en el que oficialmente la URSS aún era miembro del bando aliado. Pese a todo, la obra salió adelante.

Su historia es bastante simple a primera vista. Todo comienza en la granja Manor, que simboliza a la Rusia presoviética. El dueño, el Sr Jones, al igual que el zar ruso respecto a sus súbditos, vive sin ningún tipo de cuidado respecto a los animales de la granja. Una noche, el Viejo Cerdo Mayor explica a los demás animales la razón por la que viven explotados y la necesidad de que se hagan con el poder expulsando al señor Jones de la granja y tomándola bajo su control. En clara referencia a Marx y su Manifiesto Comunista, este mensaje calará especialmente en los cerdos, los cuales, como los bolcheviques en la revolución de octubre, liderarán la rebelión que expulsará al señor Jones y pondrá la granja bajo el control animal.

Pero una vez tomado el poder y lograda la igualdad entre los animales, comenzarán los enfrentamientos entre los líderes, en clara referencia a las luchas entre Stalin y Trotski tras la muerte de Lenin. Poco a poco, el cerdo Napoleón se irá convirtiendo en un líder autoritario y cruel, que no dudará en explotar a los otros animales para sus propios intereses y acabando con aquellos que osen desafiarlo. La fabricación del molino, metáfora de los planes quinquenales de Stalin, reflejarán la crueldad del líder autoritario y su desdén por el destino de sus semejantes.

Pero, al igual que ocurrió con Stalin y sus pactos con Hitler y Churchill, el cerdo Napoleón no solo tiranizará a sus congéneres, sino que no dudará en aliarse con los dueños de otras granjas para conseguir sus intereses. Una alianza que no solo romperá su promesa de no tratar con los hombres, sino que también traicionará al nuevo mundo que había prometido a los otros animales. Un ejemplo de cómo la ideología puede ser alterada de raíz por el líder autoritario.

Al final, Napoleón no solo se hará con todo el control de la granja tejiendo una red de alianzas e intereses con los otros granjeros, traicionará en lo más sagrado a los otros animales, llegando a caminar sobre sus dos patas, convirtiéndose él mismo en una especie de hombre, abandonando el sentido de la revolución animal que había liderado. La escena final, con el cerdo Napoleón jugando a cartas con uno de los granjeros, lo deja claro: "No había duda de la transformación ocurrida en la cara de los cerdos. Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era el otro".

Las referencias a la URSS eran claras. Para Orwell, el comunismo soviético había traicionado los ideales que propiciaron la revolución. El zar fue derrocado por su injusticia al pueblo, pero los dirigentes soviéticos pronto se hicieron con el poder y acabaron con toda la disidencia y ataron de nuevo con cadenas a la población. Stalin acabó convirtiéndose en un tirano con mayor poder que el propio zar. Una nueva forma de autoritarismo surgía, el totalitarismo, que no solo se encarnaba en el comunismo soviético, sino también en el fascismo de Hitler y Mussolini. Un peligro no solo para aquella época, sino también para el futuro según el autor.

Orwell con su Rebelión en la granja describió magníficamente lo que Hannah Arendt llamaría la Era de los totalitarismos. Cinco años después, su siguiente obra, 1984 ahondaría más en los mecanismos de control en los que se basa el totalitarismo y nos daría la figura del Gran Hermano como ejemplo del estado controlador. "Ver lo que está delante de nuestros ojos requiere un esfuerzo constante", dijo Orwell. Rebelión en la granja nos ayudó a ver los peligros de los totalitarismos de su época. Pero quién sabe si todavía los mismos peligros no se esconden también en nuestro futuro€