ace un par de semanas, la cadena Mediaset, a través de Telecinco puso en antena una nueva edición de Sálvame de Luxe con Mila Ximénez, convertida en rutilante estrella de luz y color, en un ejercicio denigrante de telebasura a base de triturar carne humana, descuartizar cuerpos y almas y embarrar conductas, comportamientos y personas.

Los rectores de la cadena exberlusconiana, aprovecharon la circunstancia de que su colaboradora padece una grave dolencia de cáncer pulmonar, para convertirla en muñeco del pim pam pum televisivo sometiéndose al espectáculo de exhibirse en el plató, mostrarse en sus penurias y dolencias y convertir la noche en un escaparate de degradación y bajeza moral. Media docena de colaboradores, Matamoros, Lozano, Esteban, Aparicio y compañía oficiaron de conmilitones de la telerrealidad que todo lo emponzoña, tergiversa y manipula.

Con descaro pactado y modos habituales y conocidos fueron sometiendo al espectador a un ejercicio de emociones organizadas al modo de montaña rusa, ahora arriba, ahora abajo, para explotar y tensionar la presencia de la periodista enferma, convertida en materia prima de un ejercicio de degradación en la sala de despiezar ante focos, cámaras y micrófonos.

Una vez más, la penuria humana, el dolor enfermo y la desnudez mediática sirvieron de elementos narrativos para entretener, para gozar con el sufrimiento desnudado de un personaje televisivo, mordido por el cáncer y la amenaza de muerte. De tal manera, Mila Ximénez sintió en sus enfermas carnes, el zarpazo agresivo de sus compañeros, a cambio de recibir un puñado de golosos doblones pagados de las gentes de Paolo Vasile, maestro en el quehacer de esta tele que atufa.