Cinco años después de comenzar la aventura cinematográfica, Marta Etura (Donostia, 1978) se despide de la inspectora Amaia Salazar. Y toca hacerlo en un estreno alejado de las salas convencionales, desde esa ventana abierta al mundo que es Netflix.

De presentar la película en el Festival de Cine de Málaga -se canceló por la pandemia-, a estrenar en Netflix. Quién lo hubiese dicho...

-Es raro, es la primera vez en mi vida que no hago un estreno de una película en ese sentido, aunque sí hay un estreno, en Netflix... Pero por otra parte feliz de que se estrene en esta plataforma. Dadas las circunstancias que es lo mejor y va a llegar al mundo entero y eso también es maravilloso€

El estreno pondrá fin a esa aventura cinematográfica que comenzó cinco años atrás. Llegado el momento, ¿hay nervios, pena, ilusión...?

-Sí, con mucha pena, la verdad. Ha sido un reto como actriz el enfrentarme a un personaje que era protagonista absoluta, ya que la trilogía está contada a través de su mirada y para mí, eso era un regalo. Además, un personaje tan rico emocionalmente y que hacía un viaje tan intenso y tan lleno de cosas... Dicen que la trilogía es un thriller, pero va mucho más allá. Aquí la trama policial era prácticamente una excusa para adentrarnos en el mundo de Amaia Salazar, en su familia y sus conflictos, y en el valle, que esconde tantas creencias y que, de alguna manera, es un personaje más. Así que con pena de que este viaje se ha terminado aquí, porque ha sido muy intenso y maravilloso.

En Legado de los huesos nos encontramos con una Amaia decidida, segura de sí misma y feliz tras el nacimiento de su bebé. ¿Cómo es la Amaia Salazar que veremos en Ofrenda a la tormenta?

-Nos vamos a encontrar a una Amaia en un estado de vulnerabilidad muy grande. Ha llegado a un punto que se ha perdido y que le supera la situación. Ha perdido todo el referente del caso, no sabe por dónde tirar, todo el mundo le dice que su madre está muerta y ella siente que no lo está... Ella es una mujer que siempre se ha dejado llevar por su intuición y su instinto y ahora se niega a no hacerle caso. Vamos a encontrar a una Amaia perdida, que no se sabrá manejar bien y me encanta, porque estamos acostumbrados en los thrillers a encontrarnos con el poli que tiene más bien un perfil heroico, que consigue coger al malo€ Y, sin embargo, aquí vemos a una mujer que la situación le supera, como a todos nosotros en determinados momentos en esta vida.

Una entrega en la que el personaje del juez Markina también cobra más protagonismo.

-Sí, es que a Amaia le pasa una cosa -que yo la entendía perfectamente y creo que el espectador así lo hará- y es que está casada con un hombre que es pura luz y pura bondad, que viene de una familia amorosa. Y de repente se encuentra con Markina, un hombre que tiene un lado oscuro. Él tiene una herida muy grande de su infancia, como Amaia, y ella necesitaba encontrar a alguien que le entendiera en ese sentido. Por supuesto su marido no sólo le entiende, sino que le apoya y le ayuda, pero no es lo mismo que alguien te entienda desde la cabeza que desde las entrañas. Y ahí es donde ella se conecta con Markina.

¿Qué ha supuesto el personaje de Amaia para usted?

-Ha sido un viaje. Como actriz, me ha permitido defender a un personaje muy rico emocionalmente y que me ha permitido desde hacer escenas de acción, donde he tenido que correr y pelear, a escenas muy íntimas con mi marido, a escenas dramáticas con mi familia y mis hermanas€ He tenido un recorrido a nivel interpretativo muy grande y muy rico. Y aparte forma parte de una trilogía y de unas películas de dimensiones muy grandes en todos los sentidos: producción, rodaje... De todo. Entonces estoy muy muy agradecida. Termino el viaje con pena de que se ha terminado, es una especie de duelo, y también con un sentimiento de gratitud muy grande hacia Fernando por haber confiado en mí y por todo lo que me ha pasado en esta experiencia, que ha sido un reto como actriz muy grande.

Y el Baztan será ya su segunda casa.

-Sí, además el Baztan también ha formado parte de mi infancia, porque soy de Donosti y he ido mucho. Esa zona de Navarra es maravillosa... pero de repente estar ahí, rodando, que es mi pasión y a pesar de la dureza, porque eran sitios de difícil acceso, de climatología muy dura, entre doce y catorce horas de jornada, durante seis meses... Fue algo muy duro, pero a la vez muy gratificante. Ha sido todo muy intenso.