- Un enorme tigre de tres ojos que abre sus fauces para emitir un rugido plagado de ira es la imagen que ha escogido el quinteto de metal de Amurrio Izatefaltsua como carta de presentación del tercer disco de estudio de su trayectoria, Amorru bizia. De hecho, el trabajo -que llegó al mercado el pasado día 19, a través de la distribuidora Gor- destila rabia hasta en el título (Ira intensa en euskera), y era algo que tenía que quedar claro en la carátula. "El diseño está basado en el tatuaje tradicional japonés, donde el tigre simboliza la fuerza y la rabia, y es el opuesto del dragón", explica Rubi, que no solo ocupa el puesto de vocalista y letrista desde hace siete años, sino también el de creador del art work que reviste los dos últimos álbumes de la formación (Zaratak agindu dezan! en 2015 y Amorru bizia en 2020), debido a su trabajo como tatuador en un estudio de Llodio.

Y motivos para estar rabiosos, desde luego, tienen. Ya no solo por la maldad e injusticias que pululan por el mundo y que se han convertido en la fuente de inspiración de la fuerte crítica social que emana de la mayoría de sus temas, sino también por los trastornos y retrasos que ha sufrido, primero la grabación, y luego el plan de lanzamiento del propio disco, a consecuencia de la pandemia. "El anterior nos pilló un poco de aquella manera con el cambio de integrantes que puso a Rubi al micro y a Beñat a la guitarra, pero en este ya tenemos una mayor estabilidad y recorrido los cinco juntos, que creemos se nota en las melodías, porque están más trabajadas, mezclando diferentes géneros de metal y no hemos tenido prisa alguna ni en la composición ni en la grabación, aunque sí nos marcamos unos plazos que se han ido al garete con el coronavirus", señala Sagu, baterista del grupo desde su fundación en 2004, junto a Koldo (guitarra) y Lander (bajo).

De hecho, el plan era entrar a grabar a finales de febrero, con Egoitz Palacios, a los Sustraiak Records de Burubio Kultur Elkartea de Amurrio, y de ahí pasar a los Silvestar Studios de Gasteiz, para dejar en manos de Iker Bengoa las mezclas y masterización, con vistas a lanzar el disco a primeros de mayo y poder atar fechas para una supuesta gira estival que no ha pasado de hipotética. "A mediados de marzo llegó el coronavirus y nos pilló con solo una guitarra, el bajo y batería grabados, y tuvimos que esperar hasta mayo para meter la otra guitarra y las voces. Eso sí, Iker nos entregó el master en ocho días y, como ya teníamos todo preparado, fue directo a hacer copias a fábrica a primeros de junio", relatan.

El porqué dos estudios de grabación e ingenieros de sonido diferentes también es obvio para Izatefaltsua. "Egoitz es un técnico de directo increíble, a parte de nuestro amigo, y Burubio es nuestra casa, es como grabar en el propio local, sin tiempo limitado y con tranquilidad; pero teníamos muy claro que queríamos un sonido más gordo y definido que el que teníamos hasta ahora, y vistos los resultados de otros trabajos de Iker, pensamos que iba a captar rápido y claro nuestra idea y así ha sido. A parte, los estudios que ha montado son brutales, y estamos realmente contentos con el resultado", subrayan. En concreto, este tercer trabajo de Izatefaltsua engloba siete temas nuevos y una versión 2.0 de Adi, canción del primer disco, regrabada y adaptada al actual sonido de la banda. "La seguimos tocando en directo, aunque en el primer disco no estaba Rubi y hoy día suena diferente", informa Sagu, autor de su letra.

Los de Amurrio tampoco quieren olvidarse de dar las gracias a las dos colaboraciones que han tenido en Amorru bizia; es decir, a Serge de Eraso!, que "ya nos ayudó en el primer disco en 2008, y lo ha vuelto a hacer ahora en el tema Hil zorian, y desde el pequeño estudio de su casa en pleno confinamiento", y a Iñigo Bengoa, vocalista de Childrain, en Zirkua, el primero de los ocho temas del disco, este último, que ha sido lanzado a las redes sociales en forma de single-video. "Está teniendo más repercusión de lo que esperábamos, por lo que tenemos pensado hacer cuatro o cinco más. Estamos en la sociedad del usar y tirar y la gente consume más canciones sueltas que discos en su conjunto, y más si son vídeos que se pueden compartir de forma sencilla, es lo que hay", lamentan, quienes aprovecharán el verano para mover el disco, aunque descartan de plano cualquier directo antes de septiembre.

No ya por los límites de aforo que hacen inviable para cualquier sala la contratación de un bolo -que también "porque dejan hacer cosas y con los conciertos resulta todo más severo, como si la gente de la música contagiásemos más que el resto", reflexionan- sino también por solidaridad con el sector de los técnicos audiovisuales. "Están en pie de guerra por sus derechos y queriendo establecer un sindicato para regularizar su situación que es lamentable: trabajan sin contrato, muchas horas ni se les pagan€ y poner piedras ahora en sus reivindicaciones no nos parece bien", opinan.

Tampoco entran en sus planes los conciertos en streaming. "No somos partidarios de esta fórmula, aparte de que el sonido es pésimo, animan a la gente a quedarse en casa a verlos cuando ya antes del covid-19 luchábamos por mover al personal para que acudiera a las salas. No estamos de acuerdo, ni tampoco con el abandono de la cultura que se ha dado desde las instituciones durante el confinamiento, animando a crear gratis", concluyen, no sin antes lanzar un consejo a quien quiera echar un cable, tanto a ellos como a cualquier otro músico, "comprar merchandising, es la única forma de ayudar a los grupos ahora que no hay bolos; y cuando éstos regresen, hacer el esfuerzo de acudir en masa a salas y festivales".