os lápices, las acuarelas o la tinta. Estos sencillos elementos han sido “la salvación” para Ana Díaz de Espada López de Heredia, dueña de la sala La Cuadra de Dulantzi durante el confinamiento. De sus manos y sus pinceles han salido un total de 97 láminas de acuarela en la que se representan todo tipo de animales y que actualmente pueden verse en la sala de la calle Mayor.

“Esta exposición es fruto del trabajo realizado durante todo el estado de alarma”, explica la artista frente a su obra. Las primeras noticias sobre la llegada de la pandemia a las calles pusieron sobre aviso a la joven dulantziarra que no dudó en “llevarme a casa todo el material ante lo que venía. Me cerraron el cole y esto. No sabía cuánto tiempo íbamos a estar. Yo miraba y veía cómo estaban en China y me temía lo peor”.

Se puso como reto pintar algo cada día para mantener la mente ocupada. “A primer hora hacía las cosas de casa, los recados para mí y para mis padres y luego me ponía a dibujar, un rato por la mañana y otro por la tarde”, explica al tiempo que reconoce que “tenemos mucha suerte de saber hacer cosas que nos mantengan distraídos en un espacio reducido. Quizá habrá gente que no tiene ese tipo de inquietudes”.

Durante todo el confinamiento “el dibujo y la pintura han sido mi salvación” al tiempo que reconoce que ha consumido gran cantidad de libros, series, películas y música y la interrelación vecinal de balcón a balcón “me ha dado la vida”. “El balcón y las acuarelas han sido mi vía de escape y de normalizar una situación espantosa”, señala.

El primer dibujo de los 97 que ha realizado durante el estado de alarma fue “un pajarillo”, al que le siguió un ratón, varios perros, aves de todo tipo, reptiles, loros, zorros o felinos, entre otros. “Hasta ahora siempre había pintado retrato, pero me decidí por los animales porque hay mucha más variedad y no sabía cuántos días íbamos a estar encerrados. Le pedía a mi padre ayuda. Para mantenerle distraído le decía que me buscara imágenes o fotografías”.

Como técnica ha utilizado el lapicero, la acuarela, los lápices de colores y algo de tinta, blanca sobre todo. Sin predilección por ningún tipo de animal, Díaz de Espada, Anuka, reconoce que se decantó por los perros cuando dejaron “salir a pasear con ellos”.

“No es lo mismo dibujar plumas o escamas que pelaje”, admite frente a las paredes llenas de coloridas imágenes salidas de las manos de la joven artista. Su estilo personal se refleja en sus creaciones. “Algunos me dicen que están sin acabar porque a mí me gusta que se vea el lapicero, dándole importancia a una técnica infravalorada”.

Cada uno de los dibujos está numerado y corresponde al día de estado de alarma en el que lo pintó. Para ella esta tarea supuso “una válvula de escape para la situación”. Se decantó por la técnica de la acuarela porque “a mí me gusta que se vean rápido los resultados” señala al tiempo que reconoce que “alguno se me ha atravesado un poco como el camaleón al que tuve que dedicarle mucho tiempo porque tiene muchos colores y una piel muy especial. Con ese estuve igual tres días mientras hacía otros a la vez”.

Reconoce que se siente “muy orgullosa de todas sus obras”. “Cuando los iba acabando los iba poniendo unos encima de otros. Sabía que tenía muchos, pero el otro día contando para preparar la exposición me di cuenta que eran una barbaridad. No he sido consciente del tiempo que he empleado en hacerlos hasta que los he tenido todos juntos”, admite mientras declara que “es una técnica que me gusta porque ocupan poco espacio al guardarse todos en una carpeta”.

Detrás de cada uno de sus dibujos hay un arduo trabajo de documentación y de conocimiento de las especies y es en la mirada donde se refleja el alma de cada uno de ellos.

Sus vecinos, con los que se reunía en su cita diaria de las ocho a través del balcón, fueron conscientes de los progresos de la artista durante el confinamiento. “Ellos me han animado mucho y han sido los primeros en ir viendo la evolución de mi trabajo”. Por ello, se comprometió a que el día que se pudiera salir y estuvieran colgados en la pared de La Cuadra cada uno de ellos podrían elegir una de las láminas realizadas por la artista. “El otro día vinieron y eligieron el suyo” señala. Otros irán a parar a manos de los padres y madres de sus alumnos y alumnas de clase de pintura. “Cuando se paralizó todo les dije que no me pagaran, pero alguno me ha seguido pagando y me parece un bonito detalle”, admite.

La paralización de toda actividad causó cierto desasosiego en Díaz de Espada. “Al principio pensabas que tenías ingresos cero y gracias a las ayudas de autónomos hemos podido salvar un poco la situación, aunque no son los ingresos que tú ganas habitualmente”. Reconoce que ha contado con el apoyo de sus padres para afrontar la situación, pero “hay millones de personas que no han tenido ese apoyo”.

Durante el confinamiento ha estado en constante contacto con sus alumnos. “Nos enviábamos fotos y vídeos. Al principio les mandaba algo de tarea, pero cuando vi que estaban saturados con lo que les mandaban en la ikastola les dejé a su aire”.