o comentaba a finales de marzo una de las más conocidas y destacadas voces del sector cultural alavés a este periódico, aunque, con unas palabras u otras, la reflexión se ha venido repitiendo a lo largo de estos meses por parte de diferentes profesionales del territorio en las múltiples conversaciones mantenidas con ellas y ellos. "Es trabajo perdido, que en ningún caso se va a recuperar, aunque se busquen nuevas fechas para otoño, por ejemplo. Primero, porque nadie sabe a ciencia cierta qué pasará entonces con la enfermedad. Segundo, porque no vamos a poder atender a todo, teniendo en cuenta que ya teníamos fechas cerradas a partir de septiembre. Tercero, porque el espacio que nosotros ocupemos con nuestros aplazamientos va a hacer que otros que en otoño tendrían que estar girando en una situación normal, no lo van a poder hacer. Cuarto, porque no sabemos qué respuesta va a tener el público. ¿Va a querer ir a un teatro, a una sala de conciertos, a... o va a tener miedo? ¿Y si quiere, va a tener dinero para ir y pagar una entrada? Quinto, porque ahora mismo no sabemos qué van a hacer las instituciones y cómo va a afectar todo esto a sus presupuestos y por tanto a sus líneas de apoyo, programas y demás, tanto para 2020 como, sobre todo, para 2021. Y sexto, porque vamos a ver cuánta gente del sector cultural, desde un punto económico, sale de esto, teniendo en cuenta que muchos todavía seguimos sufriendo las consecuencias de la crisis de 2008".

Aunque la cultura no se puede reducir a sus representaciones, a sus eventos, a la agenda diaria, es evidente que en un caso como el actual sirven para ejemplificar las consecuencias de la situación generada por el covid-19, más allá de los debates que dentro del sector ha generado la opción que, sobre todo al principio del confinamiento, adoptaron algunos creadores y administraciones a la hora de compartir productos culturales de manera gratuita vía online. Dejando esta controversia a un lado, la sucesión de cancelaciones y suspensiones que ya desde el 10 de marzo fue una constante es el fiel reflejo del agujero generado en el modo de vida de artistas, técnicos, montadores, road managers, productores, programadores, galeristas, guías, educadores, distribuidores, comerciales, gestores culturales, comisarios... y un largo etcétera.

Son, por supuesto, las artes en vivo las que peor travesía por el desierto están atravesando, sobre todo porque no está todavía del todo claro cómo van a poder llevarse a cabo dentro del contexto de eso que se ha venido a llamar nueva normalidad. Parece que hasta que no aparezca vacuna o tratamiento, entender un concierto, una representación escénica, un recital poético, una conferencia... como se han venido desarrollando hasta ahora es imposible. Y ello con todo lo que implica el hecho de llevar a cabo un acto colectivo y creativo, frente a la situación de estos meses, definida por las pantallas y el contacto virtual.

Casi al segundo del cierre de los colegios aquel 9 de marzo, el dominó cultural cayó de inmediato. Aunque se siguen haciendo esfuerzos por reubicar conciertos, los escenarios de Jimmy Jazz, Helldorado, Kubik, Urban Rock Concept, Burubio, Le Coup y The Garage, entre otras tablas habituales para la música en directo, fueron bajando el telón. Sin olvidar las programaciones de locales hosteleros imprescindibles como el Dazz, Parral o Extitxu, por ejemplo. Interrumpidas quedaron las ediciones de los ciclos Ondas de Jazz, Martes Musicales, Flamenco del Siglo XXI, Grandes Conciertos, Tablao Flamenco, la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Euskadi... siendo imposible poder iniciar siquiera las agendas de Jazz Vital y Viernes Corales, sin perder de vista que no se han producido o no se van a realizar festivales como Gastroswing, el Festival de Órgano de Rioja Alavesa, el Festival-Curso Internacional de Música de Vitoria, el Mendialdea Music Festival, Gasteiz Fights Cáncer, Gasteiz Xperimental Fest... Todo ello sin olvidar lo que iba a suceder en Mendizabala este mes, lo que ya se sabía (el Azkena Rock Festival y el concierto de La Polla) y lo que no se había anunciado pero era toda una golosina. Por no hablar del Festival de Jazz en julio.

Casi al mismo tiempo que la música en directo se paraba, lo hizo también el arte. Museos, galerías y salas cerraron sus puertas, dejando atrás nuevas exposiciones -algunas de las cuales se han vuelto a abrir- y recuperando la misma sensación de fragilidad vivida en la anterior crisis económica, más allá de que se hayan puesto en marcha algunas iniciativas para mantener la actividad, y un cierto mercado, aprovechándose de Internet. No hay que olvidarse, tampoco, de que en paralelo se cerró toda representación teatral o de danza. El 9 de marzo fue la última vez que en la capital alavesa se pudo hacer una obra de teatro. La programación de la Red de Teatros, los carteles de Amurrio Antzokia y Harresi Aretoa, la nueva edición del festival Zurrunbilo, la cita anual con la muestra de artes de calle KaldeArte que justo se tenía que estar celebrando en este arranque de junio... son tantos los momentos que no se van a poder vivir y sentir, que parece imposible imaginar una lista.

Lo mismo se podría decir de otras áreas del sector. Ya se verá si en otoño se puede hacer de verdad la programación que en torno al Día del Libro se iba a llevar a cabo el pasado abril en la capital alavesa. O cuándo podrán tener fecha de estreno las películas que Juanma Bajo Ulloa (Baby) y David P. Sañudo (BabyAne han rodado en Álava y que se iban a poner de largo este año. O... Eso sí, tampoco hay que hacerse trampas al solitario. Hay actividades que no se iban a desarrollar este 2020, en muchos casos por inacción pública y por decisiones tomadas mucho antes de la aparición del covid-19. De hecho, uno de los grandes temores dentro del sector es que la enfermedad sea la nueva excusa perfecta para volver a hacer presente la ya famosa frase "si no hay para pan, cómo va a haber para chorizo".

Aunque muchas actividades se hayan aplazado, es imposible recuperar la larga lista de propuestas que se tenían que haber producido

La incertidumbre ante el futuro más inmediato y en qué condiciones se podrán realizar eventos marcan la desescalada