- La nueva normalidad ha llegado al Triángulo del Arte de Madrid. El Prado, el Reina Sofía y el Thyssen abrieron ayer sus puertas a un nuevo capítulo de su vida: menos visitantes, todos con mascarillas, más medidas de seguridad y también menos estrés y agobio para ver sus obras maestras.

“Nos hacía mucha ilusión venir”, decían Mónica Antón y Francisco Fernández. Viven en Valdemoro y ayer era la primera vez que salían de esta localidad desde que comenzó el estado de alarma. La última vez que vinieron al museo fue en enero, pero sabían que esta vez sería muy diferente y lo estaban deseando. “Se ve de una manera más íntima”, argumentaban.

Dentro, Carmen Montero con sus tres hijos, uno de ellos bebé, su sobrina adolescente y su marido, no podía estar más encantada: “Es una gozada la verdad, sobre todo con niños”. A lo más pequeños, reconoce, dependiendo de a qué horas muy difícil hacer una visita tranquila. La expectación era similar entre los visitantes más madrugadores que asistieron ayer por la mañana a la reapertura de alguno los tres museos más importantes de España. Pero su emoción chocaba también con la nueva realidad del museo, que ha perdido de un plumazo el gentío que acompañaba sus instalaciones cada día. El Prado recibía una media de 9.000 personas al día, ahora lo visitarán como máximo 1.800. Todos han reabierto con un tercio de su aforo, y en el caso del Reina Sofía y del Prado solo sus salas más representativas.

El Prado lo hizo por todo lo alto con una pequeña ceremonia y una exposición histórica que reúne sus piezas maestras en una pocas salas. A primera hora, el visitante número uno, Raúl; el Ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes; y el presidente de su patronato, Javier Solana, desplegaron una pancarta con el lema Reencuentro en la Puerta De Goya, la única por la que se podrá entrar. Dentro, un quinteto de cuerda de la Orcam interpretó El himno de la Alegría en la sala de Las Meninas, una obra que ahora se puede disfrutar con una tranquilidad desconocida.

En el Thyssen la cola a primera hora daba la vuelta al edifico y subía por la calle del Congreso, la Carrera de San Jerónimo, pero despejó rápido con la apertura de puertas. Dentro se respiraba mucha tranquilidad, y la soledad de Habitación de hotel, de Edward Hopper, tantas veces recordando durante el confinamiento, o Les Vessenots en Auvers, de Van Gogh, se podían disfrutar sin compañía. La tienda del museo abrió y con una novedad: mascarillas estampadas con cuadros de Rothko, Delaunay y Mondrian, una buena manera de abrazar la tan comentada nueva normalidad.

Dentro del Reina Sofía, uno de los que ha sentido especialmente la nueva situación es el Guernica, se acabaron las aglomeraciones para ver la obra maestra de Picasso y principal reclamo del museo. Solo pueden verlo treinta personas a la vez, ayer a primera hora había la mitad, y ya no era necesario hacer melé para conseguir verlo el a cuadro al completo.

El museo ha reabierto sus salas más representativas, y los visitantes se repartían ordenadamente en ellas o disfrutaban del jardín interior y las terrazas del Edificio Nouvel, también abiertas. “Esta situación no me gusta por el museo, sé que esto lo tiene que disfrutar cuanta más gente mejor, pero es una experiencia única”, decía Carmen Montero, la madre con sus hijos que visitaba ayer El Prado. Y es que la nueva normalidad es mejor para los visitantes, pero no tan buena para los museos, que han sufrido pérdidas millonarias y deberán asumir los daños a corto y medio plazo por la falta de turistas extranjeros.