Que no es que no quiera ir, pero ya sabes que ese tipo de arte yo no lo entiendo. Además, no me agrada. Me pone muy nerviosa. Sé lo que me vas a decir. Lo que siempre dices, cariño, pero es que no me veo, porque no veo lo que tú estás viendo cuando me dices que sientes lo que sientes ahí. Tú eres más mágica que yo para esas historias. No sé cómo decirlo, más sensible quizá. Explicó Loló.

No te hagas la remolona. A partir de mañana ya no podremos salir más. Dijo Arantxa.

¿Y no podríamos ir a otro sitio? Preguntó Loló. Porque si es verdad que nos van a confinar en casa durante no se sabe ni cuánto, no sé por qué no damos el último paseo normal. Al Anillo Verde, al Bosque de Armentia, a Errekaleor a ver los murales, yo qué se. Hasta Asteguieta, por ejemplo, como fuimos aquella vez. A Lopidana, al lado del río, ese sitio que me gusta tanto. Si es verdad que va a pasar lo que dices. Lo del estado de alarma por lo del virus. Aunque me cuesta creerlo. La calle está llena de gente. Dijo Loló.

Loló acabó de hablar a la espera de una respuesta por parte de Arantxa, que le miraba sin abrir la boca. Arantxa estaba petrificada.

¿No vas a decir nada? Preguntó Loló.

Arantxa ya no miraba a Loló. Arantxa miraba al fondo del pasillo, a través de la puerta abierta de la cocina, detrás de Loló.

¿Qué? Preguntó Loló.

Arantxa se levantó de la silla. Vio cómo lo que le estaba pareciendo un espejismo era del todo punto verdad. La puerta de su casa se abría de a poco. Alguien entraba a cámara lenta.

¿Qué pasa? Dijo Loló mientras se levantaba también y se giraba hacia el lugar del que Arantxa no despegaba la mirada.

Loló empezó a reírse. Se oyó el golpe de unas llaves al caerse. Arantxa dio un grito.

Ray, ¿no sabes llamar antes de entrar? Vaya susto que le has dado a Arantxa. Dijo Loló.

Permiso, no sabía que estuvieran en la casa. Dijo Ray mientras cerraba la puerta.

¡Loló, pero si tiene llaves! Dijo Arantxa.

Sí. Se las di yo. Lo que no sé es por qué no nos llama antes. Ray, la próxima vez llama, por favor. Vaya susto que tiene Arantxa. Dijo Loló.

Permisito, lo siento mucho. Dijo Ray mientras avanzaba por el pasillo hasta la cocina.

¡Joder, joder, por poco me da un ataque! dijo Arantxa volviendo a una respiración en calma.

Ray pensó que no estarían en casa. Sabía que, aunque no estuvieran, siempre dejaban un móvil allí, el de Arantxa. Pero ahora, al encontrárselas, tendría que dar algún tipo de explicación. No era muy difícil. Lo que iba a hacer sin ellas, podía muy bien hacerlo con ellas. Y como los móviles de los tres eran iguales€

Se te ha olvidado algo antes, ¿a que sí? Preguntó Loló.

El celular. Me he llevado el de Arantxa sin querer. Toma este que es el tuyo. Dijo Ray alargándole un móvil a Arantxa.

Pues no me había dado ni cuenta. Contestó Arantxa intercambiando su móvil por el que recibía de Ray.

¿No podríamos conseguirnos móviles diferentes, para que no pasen estas cosas? Preguntó Loló.

Mejores que estos lo dudo. Dijo Ray. Me voy. Tengo prisa. Dijo Ray.

¿Hoy tienes ride? Preguntó Loló.

Sí, esta noche y mañana todo el día. Dijo Ray.

Los tres se besaron. Ray se fue.

Una hora más tarde estaban en otro lugar, el sitio al que Arantxa convenció a Loló para ir. Aquello para Loló era ridículo. Subieron la peana de piedra y se sentaron dentro.

¿Y quien dices que hizo esto? Preguntó Loló mirando y tocando las chapas de acero cortado que les rodeaban.

Jorge Oteiza. Estamos dentro de Mirador mirando. Así se llama esta obra. Ya te lo expliqué una vez, ¿Te acuerdas cuando estuvimos en Navarra? En la montaña.

Sí, por desgracia. No me lo recuerdes. Dijo Loló.

Todo parte de ahí. Estamos dentro de una caja metafísica, muy parecido a lo de aquel día, cuando nos metimos en aquel cromlech. Dijo Arantxa.

Y empezó a llover. Y acabamos empapadas. Dijo Loló.

Si ahora llueve, no te preocupes que tenemos la casa cerca. Dijo Arantxa sonriente.

¿Y qué es lo que se supone que tenemos que sentir? Preguntó Loló.

La ingravidez del vacío. Tiempo y espacio son idénticos aquí dentro. Pero tenemos que permanecer un rato en silencio. Dijo Arantxa mientras cerraba los ojos.

Loló le imitó y cerró también los ojos.

Estuvieron aproximadamente un minuto así, hasta que Loló, impaciente, volvió a abrir la boca.

Yo no siento eso que dices. Sé sincera conmigo, Arantxa. Me parece que tú tampoco lo estás sintiendo. Dijo Loló sin abrir los ojos.

¡Chsss, calla! Dijo Arantxa.

Volvió a pasar un minuto dentro de la caja de Oteiza en la que se encontraban, la que estaba a un lado del Artium. Ya no hablaron más. Un minuto o mucho más tiempo. Lo que les sacó del vacío y les hizo abrir los ojos fueron un par de palmaditas suaves en el hombro de Loló.

Lo siento, pero ahí dentro no pueden estar. Era Unai.

Les pidió que bajaran.

Arantxa y Loló saltaron al suelo. Surgieron como dos personajes brotan a la vida desde una página en blanco. Llenas de vacío. Llenas de silencio.

La próxima vez tendré que multaros. Dijo Unai.

Arantxa miró al cielo. Arantxa recitó en alto algo de Oteiza: (€) vaciar la ciudad /para ver el cielo.

Vamos a casa, que estás fatal. Dijo Loló. Continuará...