Vitoria - Dice sentir pasión por las artes visuales, la animación, los cómics y la ilustración, caminos por los que Kiko Pérez lleva transitando de manera profesional desde hace tiempo. Eso sí, aunque su trayectoria es larga e intensa, asegura no haberse encontrado nunca con un reto como el que está suponiendo la publicación diaria en este periódico de El silencio del virus. Junto al escritor vitoriano Jabo H. Pizarroso, lleva recorriendo esta senda desde el pasado 18 de marzo, aunque el final ya está cerca. Llegará, de hecho, este domingo 17. "Espero que no sea la última vez que esté en algo como esto", explica desde su residencia en Madrid, aunque Vitoria -una ciudad que conoce bien- está muy cerca de él cada jornada.

¿Cuál fue su primer pensamiento cuando Jabo H. Pizarroso le propuso esta aventura?

-Tenemos amistad desde hace muchos años pero es verdad que hacía ya tiempo que no colaborábamos en un proyecto juntos. La realidad es que en un primer momento me llamó para pedirme historias personales que pudiera usar. Estaba dándole vueltas a la novela y necesitaba aportaciones para ver cómo podía hacer. Pero a mí el proyecto me pareció muy chulo y le dije: claro que te puedo ayudar pero de otra manera. Le mandé un par de pruebas de cosas que ya tenía para ver si le podían funcionar pensando en una hipotética portada. Y entonces me dijo: ¿y por qué no hacemos esto todos los días? Pues venga. La verdad es que en aquel momento ni siquiera lo pensé. De hecho, nos estamos acercando al final y todavía no son muy consciente porque tampoco tienes mucho tiempo para reaccionar. Es todo muy frenético, son muchas horas de trabajo y creo que todavía no he aterrizado.

¿Cómo es la mecánica de trabajo diario en este maratón de 24 horas que se repite un día tras otro?

-Cada jornada hablamos sobre las ocho y media o nueve de la mañana. Jabo es muy madrugador. Bueno, yo también pero no tanto (risas). Hablamos mucho de cada capítulo. Y discutimos cosas de la propia trama, de lo que queremos contar, de lo que no, de lo que se cuenta en la historia y de lo que se relata en la ilustración, si van parejas o independientes€ Por lo general llegamos a una entente cordiale y decidimos.

¿Qué es lo que más le preocupa de esta labor diaria?

-Sobre todo, que todas las ilustraciones tengan el mismo tratamiento. Toda la novela es un fresco de muchas voces y son timbres muy distintos, cada ilustración es diferente a la anterior porque se cuentan cosas distintas pero todas tienen que tener el mismo tratamiento, tienen que funcionar estéticamente. Unas son un detalle, otras una sensación, otras€ pero todas tienen que dar pinceladas a la historia. Así que lo complicado es que todas tengan esa unidad porque al final son muchas. Pero estamos muy contentos. Cuando tienes tiempo y miras para atrás para ver cómo está quedando, parece que efectivamente hay una especie de coherencia.

Hay algunas de ellas en las que se parte de sitios concretos de Vitoria, aunque usted reside en Madrid€

-Bueno, suelo ir a ver a Jabo a Vitoria dos o tres veces al año. Pero claro, no conozco tanto la ciudad como para dibujar de memoria. Así que a veces le mando que me haga alguna foto o miro en Google Maps. Por ejemplo, hay una ilustración en la que se ve una calle desde la casa de Jabo. Y le puse deberes: venga, me haces una foto así y me la mandas (risas). Fue obediente.

A estas alturas, ¿ha hecho también suyos a los personajes?

-Son de Jabo, pero sí los he hecho un tanto míos. En la construcción de cada uno tenemos que ver los dos porque Jabo y yo discutimos cosas de los personajes y la trama. La escritura y la ilustración es ir descubriendo cosas nuevas y a cada paso que damos, descubrimos cosas nuevas de los personajes. De hecho, te diría que también los propios personajes nos guían. Ha llegado un momento en el que están vivos. Todos son, un poco, como nuestros hijos (risas). En las ilustraciones nunca los muestro al 100%. O quito la cara o los pongo de espaldas o algo así. ¿Por qué? Pues porque igual que a nosotros cada uno nos sugieren muchas cosas, queremos que al lector también le pase lo mismo. Las ilustraciones quieren sugerir. Están hechas, además, a base de salpicaduras y de machas, y hay cosas que no están contadas. Ahí le dejamos un trabajo que tiene que hacer el lector.

Por cierto, hablando de los lectores y lectoras, ¿tiene en mente a quienes están al otro lado?

-Hombre, esto va muy deprisa y no tienes mucho tiempo para pensar cómo estarán siendo recibidas las ilustraciones y el conjunto de la novela. Pero sí contamos con detalles como en qué forma sale publicado cada capítulo en el periódico. Sabemos que la ilustración va a estar al principio de la página, que es lo primero que se ve, también en la versión web. Así que hay una parte de juego entre esa primera impresión, la historia que luego se describe y el lector. Claro, hay ocasiones en las que la ilustración es un detalle de la trama que igual solo se cuenta al final del capítulo.

La publicación entra en su recta final y seguro que hay cierto alivio por concluir un esfuerzo tan grande como el que llevan haciendo desde mediados de marzo, pero también un punto de pena porque el camino se cierra€ ¿Cómo está viviendo este cierre?

-Con mucha, mucha pena. Como comentábamos antes, es verdad que todo va tan deprisa que hay momentos en los que no encuentras un hueco para pensar. Te dejas llevar y todo fluye. Y eso está muy bien, por supuesto. Es casi como el jazz. Hay una base sólida y luego una cierta improvisación, nos vamos dejando llevar. Pero como no hemos tenido tiempo de coger aire, yo lo que más temo es el trauma final de decir: madre mía, lo que hemos hecho, qué pena no haber sido más consciente a cada momento. No quiero terminar porque me gustaría poder tener tiempo de parar, respirar y disfrutar la novela.

¿Qué sensaciones o pensamientos le gustaría que la novela dejase entre las personas que la están leyendo cada día?

-Creo que lo principal es el hecho de disfrutar. Eso y que la novela sirva para que haya un tiempo de parar un poco y dejarse llevar. La novela es un momento como de coger aire. Ya que tienes que estar en casa mucho tiempo, párate, métete en esta historia y saca de ella lo que puedas. Como en la historia hay tantas referencias literarias, pictóricas, musicales€ estamos también invitando a los lectores a que vayan y vean un cuadro, o escuchen un disco o€ Sería un lujo conseguir que haya personas que curioseen en todas las referencias que le estamos dando.

¿Ha estado en un proyecto así alguna vez?

-Nunca (risas). Sí he hecho proyectos que han exigido rapidez, claro. Mi trabajo habitual lo exige en bastantes ocasiones. Pero afrontar algo de estas características, nunca, siempre he tenido más tiempo. Hace años tenía una tira cómica en Antena 3 que se llamaba Como borregos, pero era algo semanal. En el caso de El silencio del virus no hay tiempo de nada. Es la primera vez que hago algo así y espero que no sea la última.

Más allá de la novela, ¿cómo está viviendo, en el plano laboral, esta cuarentena?

-A nivel personal, hay una parte que es dura, que es el confinamiento, la soledad y tal, pero sí que tengo que agradecerle a la novela el hecho de obligarme a tener esta actividad tan frenética a nivel creativo. Tengo otros trabajos que combino con esta aventura, así que me paso el día sin parar. No me da tiempo a ver todo lo que está sucediendo. Por eso, cuando la novela termine, el aterrizaje va a ser duro a todos los niveles. Me mantiene muy vivo. Hay un disfrute muy grande, aunque a nivel físico están siendo días exigentes.

¿Cómo ve el futuro a corto y medio plazo para el sector cultural y creativo?

-Es evidente que en la industria va a darse una crisis bastante grande a todos los niveles creativos. Pero en los tiempos en los que vivimos, la capacidad creativa, cultural e intelectual está en un buen momento. De este momento pueden salir cosas muy interesantes, quizá no económicamente, eso sí.

Por cierto, ¿tiene la última ilustración, la que saldrá este domingo, ya pensada o todavía está a la espera?

-La tenemos decidida desde hace unos días, aunque puede cambiar porque somos también un poco así (risas). ¡Pero no te puedo contar nada!