- El doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) José Luis Betrán publica Historia de las epidemias en España (La esfera de los libros), un libro que bucea en las diferentes enfermedades que han asolado al país a lo largo de los últimos ocho siglos y de las que el autor considera que podrían sacarse lecciones de cara al futuro.

Betrán recuerda en una entrevista con Europa Press que los confinamientos como a los que ahora obliga el coronavirus "no son algo nuevo" -a partir de la segunda mitad del siglo XIV, por ejemplo, numerosas ciudades italianas reglamentaron ciertas prácticas preventivas para protegerse en lo posible de la llegada de la conocida como peste negra-, al igual que tampoco lo ha sido el retrasar medidas preventivas frente al virus "para evitar el pánico y el caos al desabastecimiento".

"Entonces, como ahora, en muchas ocasiones la alarma de que la enfermedad había llegado trataba de retrasarse en lo posible para evitar el paro de toda la actividad económica que el miedo al contagio desataba. Posiblemente en eso no han variado mucho los comportamientos ni el sentido actual de lo que ha pasado en España en as ultimas fechas", señala el historiador.

Betrán lamenta que, "habiendo tantas señales de alarma" encendidas en países y regiones tan próximas al español, no se actuara preventivamente con más celeridad en algunas medidas que "posiblemente aun no habiendo podido impedir la difusión finalmente del contagio podrían al menos haber dado algo más de tiempo". "¿Habremos aprendido la lección para otra ocasión?", se pregunta.

Las distintas pestes que asolaron España del siglo XIV al XVI, el conocido como vomito negro o fiebre amarilla de principios del siglo XIX o la gripe española de 1918-1919 -The spanish lady, como irónicamente denominaron los anglosajones a esta enfermedad- ocupan algunos de los capítulos de la obra de Betrán.

Pese a las numerosas epidemias que han llegado a España, el profesor justifica los motivos que pueden haber llevado al país (y a gran parte de Europa) a estar desprevenidos ante la llegada del coronavirus: el mundo occidental no ha conocido una situación de excepcionalidad como la que hoy se vive desde la última gran pandemia de gripe a comienzos del siglo XX.

"Enfermedades como el ébola o los brotes de SARS, que generalmente afectaban a países poco desarrollados y cuyas noticias ocupaban durante pocos días algunos minutos de los informativos, pronto dejaban de tener un interés alarmante para que las siguiéramos. Hemos tendido a asociar ingenuamente las enfermedades epidémicas con la pobreza mundial sin querer ser conscientes de que esta dialéctica no siempre es así", critica.

"Tanto los gobiernos y sociedades occidentales, entre las que se encuentra también la nuestra, se han mostrado siempre excesivamente confiados en que nuestra medicina occidental mantendría siempre esa barrera protectora infranqueable y esto quizás ha sido nuestro mayor error, al rebajar nuestros niveles de alerta en un mundo totalmente globalizado", añade.

No obstante, para el historiador la clave fundamental que ha cambiado respecto a la actuación con las epidemias en el pasado es que "ya no se actúa dando palos de ciego". "Estos días se ha hecho popular en los medios de comunicación la expresión de lucha contra un enemigo invisible -expresión acuñada en su día por un de los mejores historiadores de las epidemias que fue el italiano Carlo Maria Cipolla-. Enemigo invisible, sí, pero ahora no desconocido", matiza.

De hecho, Betrán recuerda cómo la ciencia medica a partir de la segunda mitad del siglo XIX, gracias a los avances de científicos como Louis Pasteur o Robert Koch junto a sus discípulos, ha logrado asentar las bases etiológicas de las enfermedades provocadas por bacilos y virus para curar eficazmente con compuestos químicos y vacunas.

"Esto fue un avance extraordinario si pensamos que durante siglos se pensó que la enfermedad era un castigo enviado por Dios para castigar los pecados de los hombres o que la terapia para sanar a los enfermos consistía en hacerles sangrías o abrir con una lanceta sus úlceras y posteriormente cicatrizarlas quemándolas, como en el caso de la peste, aunque fuera una medida desde el punto de vista terapéutico, inútil", defiende.