parís - Por si no bastaba con recrear la moda de décadas pasadas en pasarela cada temporada, ahora lo que se lleva es remontarse aún más lejos. Eso hizo la firma española Loewe ayer en la Semana de la Moda de París, donde exploró las siluetas del siglo XVII en busca de las curvas del futuro. Todo empezó en realidad con la colección primavera-verano 2020 que Loewe presentó en octubre, donde los vestidos reproducían en las caderas una suerte de miriñaque rectangular. Al diseñador de la firma, el británico Jonathan Anderson, le gustó la idea y en su propuesta ayer para el próximo otoño-invierno la llevó más lejos.

El desfile, que tuvo lugar en la sede de la Unesco, abrió con un vestido recto fluido, plisado en la falda, sobre una camisa blanca de larguísimas mangas que asomaban por el vestido. De ahí a un elegante traje masculino en azul marino con solapa de seda y joyas incrustadas. Pero Anderson (36 años) no iba a quedarse en esa línea, entre elegante y sobria, con la que el resto del mundo ve la moda española. De pronto, unas abombadas pelucas blancas se convirtieron en las reinas de la pasarela, junto a unos originales vestidos a media pierna en opulentos tejidos de jacquard. Mangas redondeadas, cintura marcada y afinada por una pieza plana en el centro salpicada con bolas doradas.

La técnica ha debido ser tan complicada de llevar a cabo como difícil parecía el corte de los vestidos, que requirieron, según explicó el diseñador a la prensa, un esfuerzo extraordinario por parte de su equipo. “Quería construir una nueva forma de silueta que funciona en un mundo abstracto”, dijo tras el desfile, donde predominaron los colores oscuros, dorados, verdes y rojizos.

Según Anderson, la colección es una visión propia de los siglos XVII y XVIII en España y de cómo los españoles adaptaban a su manera las modas de Londres y París. “Me gustaba esa idea de coger algo que no tendrías que cortar de esa manera pero decides hacerlo y arriesgar, deshacerse de parte de los vestidos que no debes cortar. Ese juego de volúmenes es algo que tenía en mi cabeza esta temporada”, dijo. El resultado final, mezcla de lujo y funcionalidad, de austeridad y pompa aristocrática, de lanas y brocados, se resume en una idea: “Vestir para impresionar”.

“La pasada temporada, cuando nos inspiramos en Velázquez, trabajamos las caderas y fue divertido estudiar los volúmenes. Aprendí bastante sobre cintura y me lo pasé bien. Por eso creo que en esta temporada queríamos continuar exagerándolo, creando volúmenes que son una ilusión”, añadió Anderson.

Tras Loewe, fue el turno de la firma Balmain que renovó su fondo de armario en la Semana de la Moda parisina con chaquetas militares, hombreras marcadas y pantalones de cuero en un estilo sahariano y ochentero, donde predominaron los tonos tierra, el blanco y el negro. Sobre la pasarela, donde desfilaron Esther Cañadas, Helena Christensen, Erin Wasson, Liya Kebede, Julia Stegner y la brasileña Caroline Ribeiro, botas de caña infinita, capas en cachemira, chaquetas acolchadas y unos sorprendentes estilismos de mallas en vinilo, guantes incluidos. Con Balmain nunca se trata de minimalismo, sino de opulencia y ostentosidad, como buscan los seguidores de la marca capaces de pagar 2.000 euros por una ajada camiseta de algodón. El diseñador de la firma, el francés Olivier Rousteing, que es una celebridad en sí mismo y ha sido recientemente objeto de un documental (Wonder boy), incluyó además estampados de pañuelo en un espíritu años ochenta en pantalones abombados y chaquetas cortas.