Vitoria - Desde 2016, la ilustradora gasteiztarra Araiz Mesanza tiene su base de operaciones vital y creativa en Oslo después de residir también en Barcelona. Durante seis años, la creadora murciana Raquel Meyers residió en Suecia, donde su práctica artística terminó de encontrar la senda que ahora transita. "Tenemos nuestra conexión escandinava", ríen ambas, que a pesar de acabarse de conocer, van a pasar los dos próximos meses trabajando de manera estrecha tanto en BilbaoArte como en La Maison des Auteurs de Angoulême (Francia) tras haber sido seleccionadas por la feria profesional internacional de ilustración Irudika dentro de su programa de residencias artísticas en las disciplinas de ilustración y animación.

Eso sí, el camino tiene a Vitoria como punto de inicio y final. Ayer por la tarde, las dos protagonizaron una charla pública en Zas Kultur. Dentro de dos meses, volverán para compartir con la ciudadanía sus respectivas propuestas de creación en el espacio expositivo de la Fundación Vital en Fueros. Bueno, sin descartar que pueda aparece alguna representación de la colaboración que ambas tienen claro que va a surgir entre medias. "No es la primera vez que hacemos residencias compartidas y aunque muchas veces la práctica de cada una no tenga mucho que ver, siempre puedes aprender cosas del proceso creativo de la otra persona, te ofrece otra mirada y te saca un poco de tu burbuja", describe Meyers. "De hecho, es bueno que seamos de disciplinas diferentes porque enriquece mucho", dice Mesanza.

Para ella, además, el entrar en esta residencia supone regresar a casa. "Poder hacer algo aquí en Vitoria me hacía mucha ilusión porque, al final, soy un poco extraña en mi tierra. Es un momento bueno para situarme un poco en el mapa de aquí, ver cómo caigo", apunta. "Yo soy de Murcia y creo que he hecho una cosa en mi vida allí y gracias", sonríe su compañera en esta propuesta.

En su caso, la residencia tiene que servir, según describe Meyers, para seguir desarrollando su trabajo con tecnologías obsoletas, como el C64, el teletexto y la máquina de escribir. A partir de una pieza que presentó al festival Ars Electronica que ganó el premio del público y que estaba compuesta por seis imágenes, quiere ahora crear una animación. "No uso estas tecnologías por una cuestión de estética sino más de crítica a nuestra tendencia a la satisfacción inmediata y a la obsesión por lo nuevo. Son tecnologías que se supone que ya no deberían funcionar aunque todavía se pueden hacer muchas cosas con ellas".

En lo que respecta a Mesanza, su intención pasa por completar una novela gráfica cuyo guión realizó el año pasado y que empezó a desarrollar en Berlín gracias a otra residencia artística. "La historia va un poco de alguien nuevo que está en un sitio que desconoce. Estoy mezclando mitología y folklore escandinavos con la naturaleza, que es algo que siempre está muy presente en lo que hago, y con una semi-biografía ficticia, si es que se puede decir así", describe al tiempo que reconoce que la posibilidad de poder trabajar en Angoulême ha sido otro de los factores para presentarse al apoyo que presta Irudika.

"Lo que define a este tipo de residencias es que tienes un intervalo de tiempo en el que puedes detener todo lo demás y centrarte solo en algo. En mi caso, la animación lleva mucho tiempo y al final necesitas ponerte un plazo y centrarte a piñón. Por eso pedí esta residencia, para pegarle el empujón a un proyecto que lleva tiempo", apunta por su parte Meyers, más allá de que ambas coinciden al señalar que siempre hay que dejar un "margen a la improvisación", a lo que vaya apareciendo en estos dos meses, también entre las dos. "Queremos encontrar un punto de unión, de colaboración", dicen, a pesar de que en persona se acaban de conocer.