pamplona - Marc Vigil ha dirigido series como 7 vidas, Aída, Águila Roja, El Ministerio del Tiempo o Malaka. Esta vasta experiencia le ha enseñado que rodearse de un buen equipo de actores y de técnicos es estar más cerca del éxito. Es lo que ha hecho en su ópera prima, El silencio del pantano.

¿Qué es lo que le atrajo de la novela de Juanjo Braulio?

-Me ofrecía la posibilidad de debutar en el cine haciendo género. El género siempre te da herramientas para jugar con los elementos y con los argumentos. Pero no es que aparaciese El silencio del pantano y yo decidiera hacerla, sino que fue un poco al revés. Hacía tiempo que se me venían buscando para hacer cine y en el momento en que decidí dar el salto, barajamos diferentes proyectos. Y apareció esta novela, que me parecía que tenía los mimbres ideales para contar algo que no había visto en el cine español, que era contar una historia en un contexto de corrupción.

¿En qué difiere de otras cintas que hemos podido ver últimamente?

-Es curioso, tengo la sensación de que, a diferencia de lo que sucede en los medios, donde es omnipresente, la corrupción política apenas se toca en el cine. Además, esta película es diferente porque la corrupción es el contexto, no el centro. Otras películas se concentran en el caso del político corrupto, pero a mí me interesaba contar una historia de género, con asesinatos, en este marco.

Ese marco que es el pantano al que hace mención el título.

-Es que no es algo que practiquen solo los políticos. No sería justo tratarlo así, más que nada porque hay algunos que son muy honrados. Además, para que exista la corrupción todo el mundo se tiene que meter en el fango, y esto es lo que tratamos de retratar en la película: la corrupción del sistema y del alma. Mostrar cómo somos. Hay cosas que nos molestan mucho, pero luego hacemos cosas como "esto te lo pago en negro". La responsabilidad es a repartir.

La descripción que hace el protagonista del pantano y de las criaturas que viven en él es muy gráfica.

-Claro, y metafóricamente es una imagen que funciona muy bien, porque el pantano parece bonito, idílico, tranquilo, pero todo lo que esconde... En esos reflejos ves que todo tiene una doble imagen. La película va de eso, precisamente, de que todo el mundo tiene algo que esconder.

La película, al igual que la novela, plantea un inquietante juego entre la realidad y la ficción.

-Esto es lo que más me interesaba. Por eso me lancé a por un thriller que me permitiese jugar a esto. Y estoy súper contento con la reacción de las personas que han podido ver la película, porque este juego entre realidad y ficción es lo que está dando que hablar y, precisamente, es lo que pretendía. Jugar con esos dos planos, con el lenguaje, avanzar al espectador elementos que los personajes aun no conocen... Además, quería que la película no terminase en el último minuto, sino que al menos generase una ligera reflexión en la que el espectador se preguntase qué es verdad, qué no, aunque en el fondo yo creo que no importa.

Se ha rodeado de actores con los que ya había coincidido. Tanto a Nacho (Fresneda) como a Pedro (Alonso) los conoció en El Ministerio del Tiempo y ambos están en su ópera prima.

-Cuando empezamos a trabajar sobre guión siempre me venía la cara de Pedro a la cabeza. Habíamos rodado el capítulo de Los últimos de Filipinas y me enamoró su trabajo y me apasionó las vueltas que le daba a un personaje y el diálogo que establecía con él. Y cuando estaba haciendo la adaptación de esta historia me acordaba mucho de un plano en el que miraba a cámara y no decía mucho. Luego, por cómo son los procesos de producción se empezó a sacar a otros actores, hasta que decidí pararme y como siempre he sido muy fiel a lo que pienso, recordé quién estuvo en mi mente desde el principio, y fuimos a por Pedro Alonso de cabeza.

Nacho Fresneda va a sorprender mucho con este registro.

-Nunca se le ha visto así. Nacho me encantó ya el primer día que trabajé con él en El Ministerio. Es un tipo con una capacidad interpretativa bestial y en su caso estaba cantado desde el principio que iba a ser él. A él también le apetecía darle una vuelta a su físico y a la clase de personajes que suele hacer.

Ha tenido un año muy intenso, también ha estrenado Malaka, en el que nuevamente cambia de tercio. ¿Necesita retos constantes?

-Cuando te repites demasiado dejas de crecer profesionalmente. En Malaka había mimbres de thriller y me di cuenta de que en El silencio del pantano podía usar cosas que había aprendido rodándola, como es la atmósfera de los barrios, el tempo... Ha sido un placer hacer Malaka.

Y nuevamente nos ha presentado a un actor, Salva Reina, al que asociábamos con la comedia.

-Esto les pasa a muchos actores. Si ya les resulta difícil trabajar, a muchos les piden que siempre hagan lo mismo. Salva es un actor descomunal, pero le ha pasado un poco eso. A mí también me pasó cuando empezaba como director. Recuerdo que como empecé en series como 7 vidas, había productores que no tenían claro si contar conmigo. Y no tenían ni idea de lo que me gustaba, me interesaba o era capaz de hacer.

Ahora también está con una comedia, Nasdrovia, para Movistar.

-Me apasiona con este proyecto, no hemos visto nada así, estrenaremos en 2020, pero no puedo leer más...

No está mal empezar año con un estreno.

-Ojalá que la gente se anime. El que tenga mucha resaca puede ir el día 2, el 3, el 4, el 5, el 6... No pasa nada, es un fin de semana muy largo. El silencio del pantano es una peli muy interesante, con elementos súper atractivos y vamos a ver qué pasa.