Vitoria - A las dos de esta tarde toca cerrar la puerta del antiguo Depósito de Aguas y recogerlo todo después de una semana intensa de trabajo en la que sólo se han tomado un pequeño respiro el 25. La próxima parada del camino conjunto que comparten, aunque sea con proyectos individuales y diferenciados entre sí, será la exposición que tendrá lugar en febrero de 2020, un punto y seguido dentro de sus respectivas trayectorias que están completando tras haber ganado la tercera edición de Gazte Arte, certamen que se lleva a cabo cada dos años y que busca, ante todo, apoyar a jóvenes de entre 14 y 25 años que quieren desarrollar una obra en cualquier medio perteneciente a las artes visuales (pintura, escultura, instalaciones, performance, happening, intervenciones, arte urbano, técnicas mixtas, videoinstalación o cómic).

Desde el pasado día 24, Adriana Fariñas, Alba Tojo, Ibai Cobo, June Almarza y Aroa Arrizubieta han convertido el espacio del centro cultural Montehermoso en un gran taller de creación abierto al público, a sus miradas, preguntas, curiosidades y, en algunos de los casos, a su participación directa. Lo han hecho bajo el comisariado de Ibon Saénz de Olazagoitia, encargado, a través de Zas Kultur, en esta ocasión de aportar sus conocimientos profesionales y conducir la marcha del concurso impulsado por el área de Juventud del Ayuntamiento de Gasteiz. "Me gustaría que quienes más claro lo tenían cuando llegaron al Depósito, salgan de estos días con una pequeña duda, que piensen qué pueden hacer más, qué otras vías pueden explorar. La del arte es una carrera de fondo en la que pasan muchas cosas y uno va evolucionando. En el caso de quienes están al principio de muchas cosas, espero que esto les abra unas vías que al llegar aquí no las tenían muy claras simplemente por una cuestión de juventud. Son estas experiencias las que les van a ir curtiendo", apunta el artista.

Bajo la idea de "dejarles hacer" sin perder de vista ningún detalle y dirigir la senda sobre todo en las cuestiones más técnicas, Saénz de Olazagoitia reconoce que "la fórmula del taller abierto es muy interesante pero no es fácil, tampoco para el público, que muchas veces no sabe muy bien cómo actuar, si puede preguntar o...", explica, más allá de que tiene claro que la experiencia, tanto para los jóvenes creadores como para los espectadores, es única puesto que permite conocer de primera mano muchos procesos que en una exposición, con la obra ya terminada, permanecen ocultos.

Proyectos En este sentido, Alba Tojo apunta que "el grabado es como el gran desconocido", más allá de que es la herramienta que ella ha escogido para llevar a cabo Irudipean, y que, por lo tanto "para mí es un placer poder explicarle a la gente que está viniendo cómo lo hago y todo lo que hay detrás de cada pieza. El proceso es muy interesante y en el caso del grabado, además, también muy costoso. Hay muchos pasos detrás".

Tras la "pequeña locura" que ha supuesto montar el estudio en el Depósito -"menos mal que Ibon me ha dejado el tórculo"- Tojo ha aprovechado estos días para, sobre la idea base de su proyecto, probar e investigar. "Tengo ideas de cómo será la exposición pero todavía no algo cerrado por completo. Me estoy tomando el taller abierto para experimentar y ver luego los resultados", imágenes en las que los rostros pero también otras partes del cuerpo van apareciendo, componiendo figuras que nacen del propio impulso de la autora, que el pasado mes de junio realizó en ARTgia su primera exposición individual.

En el caso de dos de sus vecinos se produce una circunstancia que se ha repetido en años precedentes con casos como el de Jennifer Custodio. En 2017, pero esta vez juntos, Adriana Fariñas e Ibai Cobo fueron unos de los ganadores de Gazte Klik Klak, certamen hermano de Gazte Arte, concurso en el que ahora cada uno ha sido distinguido pero con producciones diferentes.

En lo que respecta a Cobo, para hacer realidad La energía desde la materia, el creador ha montado un laboratorio fotográfico portátil. "Al principio hubo alguna fuga de luz y se velaron un par de fotos, pero bueno, también hay que hacer las cosas mal". En su caso, tiene claro cómo quiere que sea el resultado final, que tendrá como punto central una imagen compuesta por otras cinco instantáneas superpuestas, a lo que se unirán piezas individuales.

"Estos días están siendo productivos. Además se está pasando mucha gente. Yo voy un poco lento porque el proceso es así, pero bueno", describe el artista, que tiene muy claro que no le produce ningún problema estar trabajando en unas fechas en las que muchas otras personas están disfrutando de vacaciones: "si estás haciendo algo que te gusta de verdad, prefieres estar aquí que tomándote unas cañas. Ya habrá tiempo para eso. Ahora tienes la oportunidad de estar haciendo esto y ojalá pudiera estar más de una semana".

Justo frente a él está Fariñas, casi escondida entre la multitud de elementos de todo tipo que está usando para captar los retratos que darán vida a Yo, espejo. "Busco sacar de dentro lo que veo en cada persona para luego exagerarlo de forma creativa", experimentando y probando porque "lo que me gusta es hacer cosas que no se ven normalmente".

En varios de los casos, los modelos que está usando son personas conocidas de su entorno, aunque "es gente que nunca ha hecho una sesión y menos de este tipo, así que hay un poso de vergüenza. Es gracioso ver sus reacciones". Pero superada esa pequeña frontera, la creadora no ha parado en estas jornadas: "antes de llegar al Depósito sabía muy bien lo que quería hacer y eso se ha traducido en el hecho de trabajar más tranquila y con más libertad".

Quienes están definiendo a cada paso de este taller abierto su propuesta, Bizidunalizazioa, son Aroa Arrizubieta y June Almarza, que en la práctica han encontrado el camino para materializar su propósito de conjugar distintas formas de hacer con la intención de llevar al lenguaje del arte los sentimientos de las personas que han colaborado con ellas. "Nos parecía necesario utilizar diferentes técnicas al mismo tiempo para poder expresarnos como queríamos" y de ahí que pintura, dibujo, poesía y fotografía sean indispensables.

De la amistad personal nace la posibilidad de esta colaboración artística, un diálogo en el que, por supuesto, hay visiones diferentes sobre algunos aspectos, aunque esos posibles baches se están salvando con facilidad partiendo de la confianza en los talentos de cada una y de las pruebas que han ido realizado partiendo de sus ideas individuales. Todo ello ante un público que pregunta "aunque al principio nos asustaba un poco", más allá de la experiencia que Arrizubieta tiene como bertsolari.