barcelona - En estuches de lujo o en formato a pequeña escala, las novedades comiqueras se abren como un abanico multigénero ideal para el paisaje navideño, ya sea como útil, y casi infalible, obsequio, o de apropiado antiácido efervescente para las sobremesas de sofá tras los ineludibles atracones familiares.

En un año en el que los caminos entre cómic y literatura se han vuelto a cruzar (Max, de Rubio y del Rincón, sobre el personaje de Pérez Reverte o la continuación de El Buscón de Quevedo de Ayroles y Guarnido, serían ejemplos de estos híbridos), ha sido el turno también de Rompepistas (La Cúpula), la novela de Kiko Amat de unos adolescentes de periferia urbana que la ilustradora Rosa Codina ha elegido para su primera novela gráfica.

La dibujante del Penedés, nacida en 1987 -mismo año en el que Amat situó la acción de la novela original, publicada en 2008- adopta con respeto a esta tribu de personajes desubicados, entre nihilistas y descerebrados, que se guían por códigos postpunk, vitales, estéticos y musicales, aunque, como ahora, la pauta de su día a día venga marcada por el paro y la falta de expectativas.

De la sencillez suburbial de la propuesta de Codina, a la exuberancia contenida que el guionista francés Cristian Perrissin y el dibujante belga Christian Durieux insuflan a Geisha o el sonido del shamisen (Norma), delicado relato -que se presenta en un volumen exquisito- sobre el Japón de hace cien años, una fábula en torno a un instrumento musical tradicional -el shamisen del título- que una joven maiko -una aprendiz de geisha- utiliza como ascensor social.

Aunque más propicia quizás para Halloween (o la noche de Todos los Santos, según gustos) que para Navidad, llega a las estanterías Thornhill (Blackie Books), relato de terror psicológico, con un orfanato de adolescentes de por medio y una historia de bullying y elementos sobrenaturales, protagonizado por una chica que padece un extraño caso de mutismo selectivo, obra juvenil de tintes góticos de la ilustradora norteamericana Pam Smy.

En un plano más hedonista se mueve La dolce vita (Lunwerg), el paseo que la ilustradora María Herreros y el periodista -y fugaz ministro de Cultura- Máximo Huerta realizan mano a mano a la Roma mítica de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, una ciudad en exultante decadencia, poblada de paparazzi, galanes y princesas en búsqueda de libertad. Todo bajo el dulce y deformante influjo del cine. Y también relacionado con la gran pantalla, y en mitad del desembarco mediático del universo Star wars -con el estreno de El ascenso de Skywalker todavía caliente- no puede faltar un titulo relacionado con la franquicia. Star Wars. Mujeres de la Galaxia (Planeta) es una guía ilustrada sobre 75 personajes femeninos de la saga galáctica (y sus spin off), heroínas y villanas, entre la que, por supuesto, no falta ni la princesa Leia, ni la reina Amidala, ni la más reciente y empoderada Rey.

Y sin salir del escenario cósmico, astronauta solía ser -antes de que Internet lo cambiara todo- una de las profesiones favoritas de los niños cuando se les preguntaba qué querían ser de mayores. La historietista francesa Marion Montaigne reincentiva esa vocación con En órbita con Thomas Pesquet (Norma), una novela gráfica en la que aborda la epopeya, en tono de comedia, de un joven ingeniero que quiere ser uno de los elegidos para la gloria espacial.

Santiago García y Pepo Pérez están detrás de El vecino. Origen (Astiberri), nueva entrega de la historia de un superhéroe de andar por casa, con más de una década de viñetas a sus espaldas. - Efe