Vitoria - Siempre que se encuentran Gorka Aginagalde e Iñigo Salinero Txaflas, todo puede pasar. Eso sí, lo que sea, va a ser en permanente carcajada. Este sábado regresan a la sala Kubik con el humor como guía. El espacio de la calle General Álava abrirá sus puertas a las 22.00 horas, estando las entradas a la venta por 15 euros en anticipada y 18 si se espera a pasar por la taquilla del emplazamiento.

Vuelven a un lugar que ya conocen pero no con 'Cotillas', sino con una propuesta diferente.

-Esto es un juntos pero no revueltos. En realidad, Txaflas hará un monólogo, luego yo otro, ambos nuevos, y después nos juntaremos un poco al final para interactuar con el público. Pero de esto último no te cuento nada más, que queremos que lo que pase sea sorpresa. Estas fechas tan señaladas son buenas para echarse unas risas. De hecho, Iñigo hablará de esta época del año y también mirará un poco a Oriente, porque ha estado en China hace poco y esas cosas. Entre él y yo hablaremos de Oriente, Occidente, de cosas más localistas, de vascos, de andaluces, de los viajes... Al final, el cómico trabaja con lo que ve y lo que hace. Yo, por ejemplo, estos últimos años me he pasado bastante tiempo fuera de Vitoria por curro. Ahora mismo estoy en Benidorm rodando una serie. Eso te sirve para el material.

Después de tantos años con Salinero al lado, ¿no se cansa de él?

-Buff, me cansa desde hace años (risas). No, no, que es majo chaval. La verdad es que nos llevamos muy bien. De hecho, hemos encargado una obra de teatro. Como estamos muy liados, no la vamos a escribir, nos la están escribiendo. Hace poco, de hecho, nos han pasado la primera versión. En breve nos pondremos a montarla. Pero eso ya es una obra de teatro.

De momento, toca volver a Kubik. ¿Bien en una sala de conciertos, mejor en un espacio más teatral, uno se amolda a todo...?

-Nos desenvolvemos bien en cualquier sitio. Además, la Kubik es buena sala para el humor y los monólogos. Los técnicos del espacio son buenos y se escucha bien en todos los sitios. Y el crapulismo que te da el hecho de estar en una discoteca, con la gente con la copita en la mano, no lo encuentras en la butaca de un teatro. Así que para este tipo de propuestas, es ideal. A nosotros nos apetece mucho hacerlo allí y, además, tarde, porque empezamos a las 22.30 horas y no habrá niños, sino sólo crápulas con lo que nos vamos a desfogar más y vamos a ser más gamberros y más políticamente incorrectos.

Por cierto, que a la actuación llega desde fuera de Vitoria porque se encuentra en plena grabación de una nueva serie. ¿Qué puede contar sobre ella?

-La serie se llama Benidorm, así que imagina dónde estamos rodando (risas). Es una nueva comedia de Plano a Plano, que es la misma productora que hacía Allí abajo. De hecho, la ha comprado también Antena 3. El protagonista es Antonio Pagudo. Es como otra cuadrilla, pero alejado de lo de Allí abajo. Es más, el único actor que está de aquello soy yo. El tono es diferente, más tragicómico. Es la historia de un notario vasco muy formal al que, de repente, le detectan un cáncer y sólo le dan tres meses de vida. Decide acordarse de su gran amor de juventud, que conoció en un viaje de estudios a Benidorm. Así que deja todo y se va a allí. En ese contexto, estamos la cuadrilla, que somos Andoni Agirregomezkorta, Lilian Caro y yo, que vamos detrás de él. Por una serie de aventuritas, acabamos comprando un hotel y quedándonos en Benidorm. Estoy disfrutando porque aunque es comedia, estoy echando más lágrimas que haciendo el gamberro. Es un personaje más sensiblero, tierno, cobardica, que va a hacer que me pase el invierno a 21 grados, no te digo más.

Parece que está abonado a la pequeña pantalla.

-No te creas, que me he pensado lo de seguir. Pero, al final, es trabajo y en esta profesión mía hay mucho paro. Bueno, como otras. Por otra parte, estoy a gusto porque el equipo técnico me lo conozco casi al completo.

Pero como estamos en época de regalos y de pedir imposibles, ¿un deseo profesional para 2020?

-Que me quede como estoy, como dice el refrán (risas). Es que no me puedo quejar. Soy un privilegiado. No paro de currar, pero hay muchos compañeros y compañeras que tienen calidad y no están trabajando. Así que no soy quién para pedir más de lo que tengo. Pero fuera del trabajo, sí pediría que no odien tanto a Greta, que me tienen hasta los cojones. Y voy a pedir que nos hagamos a la idea de una vez de que esto se va a la mierda. O de verdad hacemos algo ya, y digo L-L-A, o nos vamos a la mierda. Yo sólo pienso en el mundo que le estoy dejando a mi hija. ¡Vaya futuro le espera!.