Vitoria - Entre diciembre de 1835 y primavera del año siguiente, en el marco de la primera Guerra Carlista, miles de personas pertenecientes a la Legión Auxiliar Británica y a otros ejércitos que acudieron en apoyo del bando liberal, tomaron, además de manera literal, tanto el interior como los alrededores de la capital alavesa, que por entonces rondaba los 10.000 habitantes, como lugar de residencia. La convivencia terminó por convertirse en imposible tanto por el hacinamiento como por los comportamientos de unos y otros, las dificultades de comunicación por la incomprensión de los idiomas... y por una epidemia -nunca se supo si fue de tifus o de qué- que se llevó por delante a 1.500 soldados, lo que se tradujo en que muchos ingleses, al describir a Gasteiz en su correspondencia con sus lugares de origen, se refiriesen a ella como “la ciudad de la muerte”.

Es justo esa denominación la que le sirve al festival Zakatumba para bautizar la exposición que, desde ayer hasta el 20 de diciembre, se presenta en la sede de la Fundación Sancho el Sabio en Betoño. Una muestra que, de hecho, le vale al certamen centrado en la cultura de la muerte para arrancar la programación de su cuarta entrega, una edición en la que también se incluirán una serie de visitas guiadas (a celebrar los días 15, 22 y 29 de noviembre, con todavía algunas plazas libres) por los lugares de Vitoria que fueron escenario, por ejemplo, de los enterramientos en fosas comunes de muchos de los fallecidos.

A la historia ha pasado -y tal vez es lo más conocido de aquella estancia- la idea, que muchos medios ingleses apoyaron después, de un supuesto complot homicida por envenenamiento organizado por un panadero vitoriano que era responsable de una red para facilitar las deserciones de los soldados. Un hombre, por cierto, que fue arrestado, juzgado y ajusticiado.

“Hay una documentación muy precisa de lo que se vivió en Vitoria y también de lo que pasó por otras partes de Álava”, describe Ander Gondra, comisario, junto a Gorka López de Munain, de esta propuesta que se complementa con el amplio trabajo de ilustración que ha llevado a cabo Mario Neubert así como, sirviéndose tanto de los fondos de Sancho el Sabio como de la información perteneciente a los archivos municipal y foral, con diferentes publicaciones. De hecho, como recuerdan los responsables del proyecto, se trata de un período en el que abundan los documentos escritos, la bibliografía y material de archivo de todo tipo, destacando las cartas manuscritas que Charles William Thompson, oficial de la Legión Auxiliar Británica, enviabas a su madre y que son un testigo privilegiado de los hechos. En 1836 publicó Twelve months in the British Legion, obra basada en los datos que recopila en esas misivas. Por su parte, Julio César Santoyo publicó una monografía sobre la Legión Británica en Vitoria, obra de referencia en los fondos utilizados para documentar la exposición, y Joseph Augustin Chaho publicó en 1836 Voyage en Navarre pendant l’insurrection des basques 1830-1835, obra contemporánea a los hechos narrados, con una visión cercana al entorno vasco de la guerra. Por último, cabe destacar Civil War in Spain: characteristic sketches of the different troops, regular and irregular, native and foreing, composing the armies of Don Carlos and Queen Isabella, also varius scenes of military operations, and costumes of the spanish peasantry, publicado en 1837 que contiene una colección de grabados en color de J. W. Giles, y entre ellas la escena de la entrada de la Legión Auxiliar Británica en Gasteiz.

Todos estos elementos sirven para profundizar en una época de la historia de la capital alavesa que tampoco es tan conocida por la ciudadanía en general. Se hace así en una muestra en la que también se aprovecha para recuperar descripciones, por ejemplo, de las mujeres vitorianas o de las familias de los soldados irlandeses, que se vinieron con ellos aunque no llegaron a instalarse dentro de los límites de la localidad. De hecho, la exposición no deja de ser una sucesión de situaciones que, si no fuera por lo trágico de las consecuencias, están llenas de anécdotas y curiosidades, en ocasiones surrealistas. Pero ello no puede esconder la tragedia vivida por las más de 1.500 personas que perdieron la vida, algunas enterradas en Santa Isabel cuando el número de muertes era, por así decirlo, asumible, y muchas otras dejadas en fosas comunes ubicadas en lugares como el convento de San Francisco, sitios que serán recorridos en las mencionadas visitas guiadas.